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Tenis | Guerra en Ucrania

De empuñar una raqueta a empuñar un arma: la dura decisión de Stakhovsky

  • Stakhovsky dijo adiós al tenis en el Open de Australia; ahora está en Ucrania luchando por su país
  • Ha tomado la decisión más duras de su vida: dejar a su familia para enrolarse en el ejército ucraniano

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Sergui Stajovski: de empuñar la raqueta a un arma por Ucrania

El lunes 28 de febrero Sergiy Stakhovsky llegó a Kiev para ayudar a su país a defenderse ante la invasión rusa. Es, probablemente, algo que ni siquiera se le había pasado por la cabeza en enero cuando estaba en Melbourne entrenando en una de las pistas del Open de Australia intentando clasificarse para el cuadro principal del torneo.

Afincado en Budapest junto a su familia, a sus 36 años Stakhovsky acaba de dejar el tenis después de una carrera con la que llegó a ser número 31 del mundo, consiguió cinco títulos individuales y doce títulos dobles. Su fama se agrandó cuando en 2013 eliminó al mismísimo Roger Federer en la segunda ronda de Wimbledon.

Ahora, su carrera de tenista ocupa un vago espacio en su mente. Con el estallido de la guerra viajó desde Budapest hasta Kiev con dos objetivos: sacar a sus padres y hermano del país y luego, ayudar al ejército ucraniano a frenar la invasión rusa.

De empuñar una raqueta a un arma

El tenista nos ha atendido desde el refugio donde se aloja en Kiev. "No puedo decir que estoy mal, obviamente hay incertidumbre cada vez que las alarmas suenan, como cuatro, cinco, seis veces al día. Todos estamos esperando a que algo gordo llegue. De momento no ha pasado, así que es un alivio. Desde que empezaron a bombardear Járkov, terminarán llegando a Kiev".

Los civiles que han decidido enrolarse en el ejército ucraniano, de momento, solo realizan labores humanitarias, pero no descartan tener que acabar empuñando un arma. "Todavía hay militares ucranianos de sobra, no solo atacando, sino defendiendo y ganando terreno, que es estupendo. Creo que vamos a ser la última opción para combatir. En principio las fuerzas ucranianas tendrán suficientes hombres para defender el país. Pero por supuesto, estamos aterrados de que Putin empiece a bombardear ciudades. Puede utilizar bombas, pero en las calles creo que no tiene opciones para ganar".

La decisión más difícil

Sergiy estaba en Budapest cuando una mañana despertó y tenía el móvil con decenas de mensajes de familiares y amigos avisándoles de que ‘ya había empezado’. "Después no dormí en tres noches porque estaba intentando recabar la máxima información posible: cómo están avanzando, qué objetivos de ataque tienen... Mucho estrés cuando no estás dentro. Yo tenía claro iba a venir a Ucrania para sacar a mi familia: a mi madre, mi padre, a mi hermano y su familia. Consideré que mi mujer y mis hijos se tenían que quedar en Budapest porque estarían a salvo... no sabíamos la dimensión del conflicto, ni siquiera si Putin iba a decidir atacar a otros países europeos, en el peor de los casos, porque en principio solo intenta quedarse con Ucrania. Así que me dije a mí mismo que si me daba tiempo a sacar a mi familia de Ucrania y llevármela a Budapest para que estuvieran a salvo, iría. Por supuesto sabía que no iba a ser fácil porque mi mujer no me iba a dejar marchar".’

Cuando me fui a la guerra mis hijos me preguntaron que dónde iba. Les dije que volvería en seguida. Me dicen que soy valiente, pero no sé qué tiene de valiente dejar tres niños en casa

"Para mí no es una situación en la que salga ganando de ninguna de las maneras, de hecho, salgo perdiendo haga lo que haga. Si me quedara en casa, sentiría la culpa de que, si dios no lo quiere, que Ucrania caiga, y que yo ni siquiera haya luchado por mi país. Y me quedaría sin país, tendría que adoptar la nacionalidad húngara de mi mujer o vete tú a saber. Pero, por otra parte, estoy dejando a tres niños en casa y a mi mujer, una vida normal y arriesgarlo todo por una gran causa... algo que les ha costado entender a mi mujer y mis hijos. No es una decisión fácil".

Siete, seis y tres años son las edades de los hijos que Stakhovsky ha dejado atrás en Budapest. "Cuando me fui y los niños me preguntaron que dónde iba, les dije que ahora volvía, que iba un momento al garaje y estaría de vuelta en seguida. Y no vuelves. Y lo único que deseas es volver vivo cuanto antes".

"Mis hijos se van a dar cuenta de que me he ido a la guerra, son muy listos, y más ahora utilizando iPads y tecnología. Pero el pequeño no se va a enterar porque todavía es muy pequeño. Si se enteran no creo que entiendan del todo la magnitud de lo que está pasando. Fue fácil no decírselo. Claro que mi mujer lo sabe y se enfadó muchísimo, pero no la culpo. Espero que algún día lo llegue a entender y perdonarme... Pero sí, es una decisión que no me hace ni feliz, ni un héroe. Me dicen que soy muy valiente, pero no sé qué tiene de valiente dejas a tres niños en casa".

La vida en la guerra

Como decía al principio del artículo Stakhovsky, mientras esperan a que pase lo peor, son muchos los voluntarios que se han enrolado en el ejército para echar una mano. "Estoy con un amigo cercano, pero hay mucha gente aquí, somos unos doscientos. Cuando las alarmas suenan bajamos al sótano y esperamos. Lo que hacemos a diario es caminar por la ciudad repartiendo medicinas y comida a los refugios que lo necesiten. Intentamos ayudar a los niños para que abandonen la ciudad y se vayan con sus abuelos. A veces los padres dejan a los niños con cuidadoras y después no pueden volver porque el espacio aéreo está cerrado... hay muchas historias durísimas ahí fuera. Muchos niños no están muy lejos de donde el ejército ruso está bombardeando y es muy difícil llegar ahí porque es peligroso. Intentamos hacer el máximo número de cosas posibles para no pensar mucho en lo que está pasando a nuestro alrededor y cuán peligroso es todo".