Morir con una idea: las claves de una nueva eliminación de España en octavos
- España sufre nuevamente la impotencia de dominar y no marcar gol (13 remates, uno a puerta)
- Posesión improductiva (77%), falta de gol y la ausencia de revulsivos y soluciones la condenan de nuevo
La España de Luis Enrique ha pasado por el Mundial de Qatar sin renunciar a su idea de juego: dominio a través de la posesión, progresión por medio del pase, rentabilizar las ocasiones. El plan, que sonaba enormemente prometedor cuando goleó 7-0 a Costa Rica y el planeta fútbol se maravillaba, se fue resquebrajando partido a partido hasta la primera derrota, con Japón, que a punto estuvo de costar un disgusto. Con Marruecos, se vivió una versión evolucionada de los mismos problemas, a los que el seleccionador no pudo aportar soluciones definitivas.
De más a menos en el torneo, España se despide sin marcar por primera vez en sus ocho últimos encuentros en la Copa del Mundo. Ni siquiera de penalti, en la peor tanda de penaltis que se recuerda de la selección española. Un lance del que no se podían esperar milagros: cuatro rondas mundialistas las había terminado antes España desde los 11 metros, y solo ganó una, frente a Irlanda, hace dos décadas. Pero el partido se perdió antes.
Solo un remate a puerta
Con motivo de la derrota ante Japón en la fase de grupos, comentábamos cómo tras ganar a Costa Rica -ahora parece un espejismo más que un presagio- la capacidad para convertir la posesión de balón en ocasiones y remates a puerta fue descendiendo en cada partido.
Pues bien, en este encuentro de octavos de final ante Marruecos, teniendo el balón el 77% del tiempo, España realizó un único remate que precisara la intervención del portero, el sevillista Yassine Bono, en los 120 minutos de partido. Uno a puerta de 13 intentos y solo disparó una vez en toda la primera parte. Desde 1966 (cuando comienza a haber datos exhaustivos disponibles), nunca se han registrado menos remates a puerta en un partido de la Copa del Mundo. Marruecos solo sumó dos, pero uno de ellos puso el corazón en un puño a la afición, cuando Unai Simón detuvo con los pies un uno contra uno de Cheddira en el minuto 104.
En este punto, la posesión deja de ser un récord que festejar para ser un problema que resolver si no se convierte en verticalidad. Rodri -imperial como defensa, con ocho duelos aéreos ganados de nueve, y uno de los mejores de los dos últimos partidos-, autor de 206 pases en este encuentro, uno de cada cinco del total de España, se despide del Mundial como el único jugador de la historia que ha completado 600 o más pases en un mismo torneo, en tan solo cuatro partidos, superando el récord anterior de Xavi Hernández (599) en Sudáfrica. No es necesario recordar la diferencia en el resultado final de España en ambas ediciones.
La selección nacional ha superado los 1.000 pases intentados en cuatro de sus cinco últimos partidos en un Mundial (incluyendo los octavos de final ante Rusia en 2018, que también perdió a los penaltis), un récord absoluto desde al menos 1966. De ellos, solo ganó el de Costa Rica, en el día en que tuvo una eficacia goleadora excepcional, porque convirtió en goles siete de sus ocho remates a puerta.
El juego de España, encerrado de nuevo en la jaula
En las eliminatorias de un torneo, con duelos a vida o muerte, el fútbol termina resumido en que gana el que es más eficaz en las dos áreas. Y para ello, España escoge el camino largo, el del dominio por la posesión hasta conseguir borrar del campo a sus rivales. La fórmula de Luis Enrique es y necesita ser dominadora. Considera que si su equipo juega bien, el rival, sea cual sea y haga lo que haga, acabará doblegado la mayor parte del encuentro.
Pero ese dominio requiere perfección en todas las facetas del juego y fluidez para encontrar los huecos en equipos que reculan y cierran filas, como ha pasado en este Mundial y pasa con cualquier rival que juega frente a España.
Lo hizo también en este encuentro Marruecos, que creó una jaula alrededor de Busquets para impedir que entrara en juego como pivote (el internacional español con más partidos en un Mundial, con 17, junto a Casillas y Sergio Ramos). "Esperábamos 11 tíos atrás, como en todos los partidos que hemos jugado", decía Rodri al final del partido. Y así fue: salvo Boufal y Ziyech, el resto del equipo norteafricano se quedó en su parcela del campo, estrechando el radio de acción de España.
Clave para ello fue el partidazo de Sofyan Amrabat, en la presión a la salida del balón rival, multiplicándose para maniatar a Busquets, Pedri y Gavi: nueve recuperaciones, cuatro entradas, un pase interceptado, un despeje en su propia aérea. Omnipresente y sobresaliente el jugador de la Fiorentina.
Los revulsivos no llegaron a tiempo
Luis Enrique volvió a repetir la fórmula de los partidos ante Alemania y Japón. Tras fundir a sus hombres de ataque, trataba de sacar rendimiento de la fatiga del rival con la segunda unidad: Morata de nuevo al campo por Asensio, Carlos Soler por un inagotable Gavi, y Nico Williams. Y más tarde, en el tiempo añadido, Balde, Ansu Fati y Sarabia.
El desparpajo y atrevimiento de Nico Williams, que entró en el minuto 76 por un Ferrán Torres demasiado fallón, fue la mejor noticia en ataque de la selección española. Sus seis conducciones y sus incursiones por la banda derecha eran un alivio al juego combinativo estéril y previsible de la hora y cuarto de juego anterior. Sus centros a punto estuvieron de encontrar remate en varias ocasiones, y parecía la única vía para cambiar un partido que parecía abocado a la prórroga desde hacía mucho.
Muchos se habrán quedado con ganas de ver más de Ansu Fati, el delantero azulgrana que entró a última hora en la convocatoria de Luis Enrique. Dispuso en este partido de 22 minutos, en los que intervino 11 veces y dio ocho pases, menos que el lateral Alejandro Balde en el mismo tiempo, quien incluso realizó un remate. Aunque trató de buscar sus opciones por los huecos que se trabajaba Álvaro Morata entre los centrales, la joven promesa no pudo hacer nada para revertir la impotencia del ataque español, ganador en casi todas las facetas ofensivas del juego, salvo el marcador.
Algo parecido le pasó a Pablo Sarabia, cuyo papel en el desenlace de la eliminatoria le pareció "injusto" al propio seleccionador. Salió por Nico Williams para que tirara un penalti que marró, y en los minutos de que dispuso tuvo dos ocasiones, incluido un tiro al palo en el minuto 120. Luis Enrique lamentó después no haber dado más oportunidades al futbolista del PSG.
Marruecos, leones defendiendo y atacando
En el apartado de metáforas y apodos futboleros, Marruecos son los 'leones del Atlas'. En este partido lo fueron. El seleccionador, Walid Regragui, con tres meses en el cargo, sigue invicto con este aguerrido equipo, la cuarta selección africana que se alza entre los ocho mejores del mundo, tras Camerún (1990), Senegal (2002) y Ghana (2010), y consigue la clasificación por penaltis que esta no tuvo en Sudáfrica.
Los balones divididos se los llevaba principalmente Marruecos, y España sufría para tener el control. En resumen, de los 109 duelos totales, España ganó menos de la mitad (49), con mejor rendimiento en los duelos aéreos (14 ganados de 24, ocho de ellos obra de Rodri) que en los disputados a ras de suelo, que se despliegan en el siguiente gráfico. Y eso después de todo el encuentro, porque en la primera parte, los combativos jugadores marroquíes ganaron el 63% de todos los duelos.
En su propio medio campo, los africanos eran inexpugnables. Los primeros recuperadores eran los centrocampistas, con Amrabat y Ounahi especialmente inspirados (9), y también mucha aplicación en los defensas: Saïss con 10 recuperaciones, y los laterales Hakimi y Mazraoui, con ocho y siete.
Y en ataque no se quedaron atrás. Los regates de Sofiane Boufal aprovechando las subidas de Marcos Llorente fueron una pesadilla para el jugador del Atlético de Madrid, hoy lateral e interior a la vez, y en general para la banda derecha española. El jugador del Angers (que estuvo un año cedido en el Celta de Vigo) realizó más regates él solo en la primera parte (cinco) que todos los demás titulares juntos. Y desencajó aún más a sus defensores sacando todas las faltas que quiso del árbitro argentino, Fernando Rapallini.
Al igual que las combinaciones entre Hakimi, Ziyech y Ounahi, una magnífica sociedad que desbordaba a un defensor pegajoso como Jordi Alba, que tenía que ser socorrido a menudo por Laporte.
En definitiva, con tristeza, decepción y un nuevo fracaso -España era una de las favoritas en el torneo y contaba con opciones para alcanzar la semifinal- termina la andadura de una selección que ilusionó a los aficionados muy pronto, tal vez demasiado. Es el fin de trayecto de la España de Luis Enrique en este Mundial, y ya se verá si también de Luis Enrique al frente de la selección española.
"Orgulloso" por cuanto el equipo "ha representado a la perfección" su "idea" y la del cuerpo técnico, el seleccionador y los responsables de la Federación también analizarán las claves de este partido y los anteriores para definir los próximos pasos del combinado nacional, muchos de cuyos jugadores principales tienen aún una larga carrera por delante.