Doha se vacía tras un mes de locura futbolística: comienza la operación salida de Qatar 2022
- Miles de seguidores comienzan a abandonar Catar, tomada durante un mes por casi un millón de visitantes
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Día uno después del Mundial. Amanece en Doha y, todavía con los ecos de los festejos argentinos y la celebración de la fiesta nacional del país, la banda sonora hoy la ponen el ir y venir de maletas y el ruido de los aviones despegando desde el aeropuerto internacional de Hamad. Empieza la operación salida de Qatar 2022.
Después de 29 días en los que el fútbol lo ha acaparado todo, el pequeño emirato del Golfo pérsico dice adiós a un evento que ha cambiado por completo su día a día durante su celebración. Con la paulatina salida de los miles de aficionados desplazados a Catar se acabarán las aglomeraciones en puntos céntricos como el zoco Waqif, un continuo ir y venir de hinchas de todo el mundo, y quién sabe si el interés por el fútbol en un país con escasa tradición balompédica. El fútbol, en Catar, todavía está muy lejos de las pasiones que levantan deportes tradicionales beduinos como las carreras de camellos.
¿Qué legado dejará Qatar 2022?
Es el momento de saber qué pasará con los ocho fastuosos estadios construidos o renovados para la ocasión o si el Mundial habrá tenido el calado suficiente entre el público local para mantener la elevada inversión que se ha hecho en la última década para potenciar la liga del país y a su propia selección, que se despidió del torneo como la peor anfitriona de la historia.
También, con la perspectiva que dará el tiempo, llegará el momento de discutir si el gigantesco lavado de cara de Catar con el Mundial, como denuncian diversas organizaciones de derechos humanos, ha resultado rentable para un país que lleva años ganando protagonismo en la escena internacional a través de diversos caminos. Entre ellos, el poder blando que consiguen con la organización de grandes eventos deportivos, con el Mundial como culmen absoluto.
Las deficiencias en cuanto al respeto al colectivo LGTBI, prohibido en el país, se han hecho notar en diferentes ocasiones, con la retirada de camisetas y banderas con la bandera arcoíris en los estadios o con la ausencia de los brazaletes de apoyo en los capitanes de las selecciones participantes.
“El legado de la Copa Mundial de 2022 dependerá de si Qatar remedia con la FIFA las muertes y otros abusos que sufrieron los trabajadores migrantes que construyeron el torneo, aplica las recientes reformas laborales y protege los derechos humanos para todos en Qatar, no solo para los aficionados y futbolistas visitantes”, avisó ya Minky Worden, directora de iniciativas globales de Human Rights Watch días antes del comienzo del torneo.
Tanto la organización del Mundial como la FIFA han cerrado el Mundial sin reconocer el alto número de muertes relacionadas con la construcción de los estadios denunciado en la investigación The Guardian antes del Mundial, cercano a los 6.500. Mientras Catar habla de "400 ó 500", la FIFA los cifra en cuatro. Tampoco se aprobaron ayudas para los familiares de los fallecidos y la mejora de las condiciones y derechos laborales, simbolizada en la derogación de la controvertida kafala, todavía resulta tímida.
De los aficionados 'fake' al éxito del formato compacto de Mundial
Han sido, precisamente, los trabajadores extranjeros del país los que han vivido el Mundial con más pasión entre los habitantes del país. Indios, bangladesíes y pakistaníes, mayoría de la población, incluso por delante de los propios cataríes, han sido los que han copado buena parte de los aforos de los estadios, y nos han dejado imágenes inéditas con su llamativo apoyo a diversas selecciones del torneo.
Esos llamados 'aficionados fake', provenientes también de otros países de la zona, como Omán, Jordania o Arabia Saudí, se convirtieron desde un inicio en una de las señas de identidad de este Mundial, no sin la polémica por la supuesta compra de aficionados por parte del país, como nos confirmó un trabajador español.
Con todo, el Mundial 2022 se salda con un notable éxito organizativo, tras superar sin excesivos problemas el reto de acoger y organizar el movimiento de un millón de visitantes en un radio de apenas 50 kilómetros. Con el punto negativo de la escasa oferta hotelera, suplida en algunos casos con improvisados alojamientos de precio excesivo, el transporte ha sido uno de los puntos fuertes de la organización.
El transporte público dispuesto de forma gratuita, con multitud de autobuses y un moderno metro, junto con un ejército de 'marshalls' o 'metroman' que han hecho la delicia de los aficionados con sus simpáticas orientaciones ("metro, this way", una de las frases más escuchadas del Mundial), han conseguido que moverse por la ciudad no haya sido una tortura, a pesar de las colas producidas por las enormes masas de aficionados que se acumulan en las salidas de los estadios.
Es con ese aspecto, con el formato más compacto de la historia de los Mundiales, con el que Qatar ha salido más beneficiado. Pese a la notable rebaja en las expectativas de afluencia de visitantes, la escasa distancia entre estadios y la agrupación de todos los aficionados en la misma ciudad, con masiva presencia de argentinos, mexicanos y marroquíes, ha provocado que el ambiente de Mundial fuera constante en Doha, fuera y dentro de los estadios, donde las imágenes de los cataríes abandonando el campo tras el descanso en multitud de partidos ha evidenciado la escasa atracción hacia la cita del público local.