Ona Carbonell: un antes y un después en la natación sincronizada
- Apasionada del arte, se retira definitivamente justo cuando entra en vigor un nuevo reglamento
La barcelonesa es la mujer con más medallas en la historia de los Mundiales de natación
Desde sus movimientos en la piscina a su palmarés internacional, pasando por su inspiración artística, Ona Carbonell –que ha anunciado su retirada definitiva de la competición– marcará un antes y un después en la natación sincronizada.
El durante, 18 años en la élite mundial, ha sido tan largo como trabajado. Podría decirse que la barcelonesa –que está a punto de cumplir 33– se ha pasado más de media vida en la piscina y sería una exageración, pero tampoco tanta.
De hecho, la propia Ona Carbonell ha llevado la cuenta de las horas que ha pasado en el agua y al final le han salido, sumadas todas esas jornadas, unos siete años. Y entre entrenamiento y entrenamiento, el descanso justo porque además se ha sacado una carrera en Diseño, ha empezado a tener presencia habitual en la televisión y desde hace tres años es madre (ya tiene dos niños y ha luchado para poder conciliar).
Lejos quedó la pequeña Ona que casi suspendía Educación Física en el colegio, pero que encontró en la natación sincronizada el deporte que compaginaba su interés temprano por el arte con sus habilidades, sobre todo la flexibilidad –antes había probado en la gimnasia–.
Con el tiempo explotó esas cualidades, desarrolló su potencia física –sobre todo a partir de 2013, cuando se convirtió en la solista del equipo español– y cuidando los detalles al máximo –incluida su imagen– llegó donde nadie llegaba. Y esto también es literal, porque sacaba la pierna del agua más que nadie en posición invertida.
Los Juegos: de la decepción al éxito
Con solo 14 años, Ona Carbonell ya entró en la selección absoluta y con 16 compitió en el Mundial de Melbourne 2007 y logró su primera medalla como parte del equipo que entonces encabezaba Gemma Mengual. Pero un año más tarde, se quedó fuera del equipo para los Juegos de Pekín 2008, lo que le causó una gran decepción.
Se recompuso y en Londres 2012 no solo subió al podio con el conjunto que dirigía Anna Tarrés (bronce) sino que en el dúo con Andrea Fuentes logró la plata, solo por detrás de las inalcanzables rusas.
Un año más tarde, y en casa, fue una de las grandes estrellas del Mundial de Barcelona 2013 donde logró nada menos que siete medallas. En total, en sus siete participaciones en estos campeonatos ha sumado 23 medallas, más que ninguna otra mujer en la historia. (Solo la superan los nadadores estadounidenses Michael Phelps y Ryan Lochte).
Ese récord lo batió en Gwangju 2019, donde será recordada por su ejercicio de solo técnico al ritmo de un discurso de Nelson Mandela, en un ejercicio sin música, algo inédito en la historia de la sincro. Una especie de culminación del camino propio de esta nadadora artística, que alcanzó otro hito con su dificilísimo ejercicio en Budapest 2017 mimetizada como una serpiente.
Época de cambios
En su otro ejercicio individual en el último Mundial, en solo libre, también brilló con su ejecución acompañada de la canción It’s a man’s world (algo así como “Es un mundo de hombres”), cuando su deporte empezaba a abrirse a la participación masculina, todavía casi anecdótica.
Carbonell ha vivido esta transición de un deporte exclusivamente femenino a uno más inclusivo y más profesionalizado donde ahora se abre una nueva etapa con el nuevo reglamento que se está empezando a aplicar justo esta temporada y que ha generado muchos interrogantes a las nadadoras y entenadoras de cara, sobre todo, a la próxima cita olímpica: París 2024.
Es el último gran cambio que ha acometido la Federación Internacional de Natación (FINA), que por cierto también se acaba de cambiar el nombre (ahora es World Aquatics). Pero Ona Carbonell se quedará como referente de esta etapa previa.