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Pista olímpica

Fran Garrigós y el detalle del 'tomoe nage' que devuelve el judo español al podio olímpico

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Fran Garrigós, bronce en juedo menos de 60 kilos en París 2024
Fran Garrigós, bronce en juedo menos de 60 kilos en París 2024

Los combates de judo son uno de los ejemplos más palpables de la crueldad competitiva de los Juegos Olímpicos: los judocas se juegan en sólo cuatro minutos, más el tiempo suplementario si hay empate, todo el trabajo de su ciclo olímpico. Pero este sábado, frente a la ansiedad de ese todo o nada, Fran Garrigós ha logrado en París un bronce forjado en la paciencia y el control de las emociones, que han fructificado en el ataque ganador con el que ha conseguido vencer en la final de consolación de la categoría de menos de 60 kilos.

Garrigós no sólo se ha sobrepuesto a sus decepciones previas -fue eliminado en el primer combate tanto en Río 2016 como, sobre todo, en Tokio 2020, lo que le llevó a plantearse si seguir compitiendo-, sino también a la dura derrota en las semifinales, donde el resultado ha sido muy ajustado. En el combate definitivo, cuando ya no había repescas ni segundas oportunidades, ha sabido esperar al momento justo para ejecutar un yoko tomoe nage y voltear a su rival, el georgiano Giorgi Sardalashvili, para agarrar esa medalla tan anhelada.

Un ataque ganador cuando la fatiga ya atenaza a los judocas, en el cuarto combate de la jornada y ya en la técnica de oro, como se denomina a la prórroga estipulada cuando ninguno de los contendientes logra ventaja en los cuatro minutos de lucha. Esa prórroga no tiene final establecido: gana el judoca que consigue puntuar o que provoca que su rival llegue a las sanciones necesarias -tres- para ser derrotado.

Justo en ese período, cuando cualquier movimiento en falso equivale a derrota, es cuando Garrigós ha sabido aguardar su momento, un resquicio de su rival para lanzar el ataque, que se ha abierto a los 75 segundos de prórroga. 

"Es una técnica que ya había realizado varias veces durante el combate”, señalaba Alfonso de Diego, técnico de la Real Federación Española de Judo, en TVE, explicando el movimiento: "Cuando el georgiano defiende, Fran es capaz de impulsarle para arriba con las piernas, sin perder el control con los brazos sobre las mangas del adversario, le gira y el judoca georgiano cae sobre el costado, consiguiendo así el waza-ari".

Aunque la espalda de Sardalashvili no ha tocado por completo el tatami, lo que hubiera supuesto un ippon, la máxima puntuación, ese waza-ari o medio punto es suficiente para vencer un combate en la prórroga. Y tanto Garrigós como su rival lo han apreciado de inmediato, sin esperar la decisión de los jueces: en cuanto el georgiano ha caído, el judoca español ha saltado para celebrar lo que ya sabía que era su medalla.

Una presea que tiene valor doble: para empezar, es la primera medalla de la delegación española en París 2024 y llega en la primera jornada, lo que siempre es un buen augurio para el equipo de cara a las próximas dos semanas. Pero, sobre todo, es la primera medalla olímpica del judo español tras una sequía de un cuarto de siglo, desde el oro de Isabel Fernández en Sidney 2000. Con ese tomoe nage, Garrigós ha barrido sus propios fantasmas y los de todos sus compañeros, porque el judo español vuelve a subir al podio olímpico.

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