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Pista olímpica

El triple salto, un juego de equilibrios para volar cada vez más lejos

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Jordan Díaz, campeón de triple salto
Jordan Díaz, campeón de triple salto Europa Press / InfografíaRTVE

El atletismo, el deporte que quizás mantiene una vinculación más íntima con los Juegos Olímpicos, comprende una amplia variedad de pruebas, aunque pocas requieren tanta habilidad y técnica como el triple salto. Los triplistas deben exprimir su velocidad para ganar potencia, tal como hacen los saltadores de longitud, pero, al mismo tiempo, deben mantener el control y el equilibrio de su cuerpo en una especie de danza que les impulse al fondo del foso de arena en cada vuelo.

Es una especialidad compleja, que exige aunar muchas virtudes, y en la que la delegación española de atletismo tiene puestas buena parte de sus esperanzas de obtener medallas, toda vez que acude a París 2024 con dos de los atletas más reputados de la disciplina, ambos recientes campeones de Europa: Jordan Díaz en la competición masculina y Ana Peleteiro -que ya fue bronce en Tokyo 2020- en la femenina.

"La velocidad de la carrera es importante, pero la distribución de los saltos también. Cada saltador tiene sus características, pero al final se trata de saber cómo rentabilizo la velocidad y cómo la distribuyo a lo largo del salto", explica Juan Carlos Álvarez, especialista en saltos y responsable del área de tecnología e innovación de la Real Federación Española de Atletismo. Y remacha: "Hay que verlo como tres fases de un todo".

Correr para acumular impulso

El punto de partida es la carrera, de la que el triplista obtiene el impulso que luego deberá emplear en los saltos. Los saltadores más rápidos, como el doble campeón olímpico estadounidense Christian Taylor, superan los 11 metros por segundo, lo que equivale a rozar los 40 kilómetros por hora, mientras que, en categoría femenina, la venezolana Yulimar Rojas -actual campeona olímpica y plusmarquista de la disciplina- alcanza los 9,8 metros por segundo en sus mejores saltos, unos 35 kilómetros por hora.

Ana Peleteiro, en este sentido, es una estupenda velocista, que en su etapa juvenil bajaba de los 12 segundos en los cien metros lisos. En el pasillo del triple salto alcanza una velocidad de 9,5 metros por segundo, es decir, unos 34 kilómetros por hora.

Cuando se acerca al final de la pista, el triplista observa de reojo la tabla y ajusta las zancadas para saltar lo más cerca posible de la línea, sin incurrir en salto nulo. “Hay un promedio de siete centímetros de pérdida entre el salto real y el salto oficial. En triple salto, esa diferencia se nota menos que en longitud y la necesidad de equilibrio hace que no busques un ajuste a cambio de perder control”, señala Álvarez. Porque una vez superada la tabla, la clave del triple salto es controlar cada vuelo.

Saber distribuir los saltos

En el primer salto (hop), es obligatorio caer con la misma pierna con la que se salta, lo que requiere que el atleta vuelva a adelantarla en el aire. Suele ser un salto largo, pero exige no perder el equilibrio ni, sobre todo, demasiada velocidad. La pierna de apoyo recibe un notable impacto al caer -una fuerza entre 15 y 20 veces el peso de la atleta en categoría femenina y por encima de 20 veces en categoría masculina- y el pie debe efectuar un movimiento "de planta rodada", empezando por el talón, para volver a impulsarse, lo que requiere una fuerza activa de cuatro o cinco veces el peso del saltador.

El segundo salto (step) es siempre el más corto, habitualmente por debajo del 30% del total, porque el triplista ya ha perdido velocidad y aún no cae en la arena del foso. En esta fase es donde destaca Jordan Díaz, que tiene un step inusualmente largo, hasta el punto que representa el 31% de la distancia de sus saltos.

El tercer y último salto (jump) se asemeja al salto de longitud, con el atleta intentando volar lo más lejos posible en el foso. Idealmente, debería ser el salto más largo -como hacía Jonathan Edwards, plusmarquista masculino desde 1995-, pero no es lo habitual, porque la pérdida de impulso es ya apreciable: el triplista se deja en torno a un 10% de velocidad en cada brinco. "Cada salto influye en el siguiente, tanto por la velocidad que vas perdiendo como por la fuerza que necesitas para recibir el impacto del vuelo anterior y los problemas de equilibrio que puede generar el que no lo hagas bien", resume Álvarez.

Con las medallas en el horizonte

Así, cada atleta reparte su impulso de la forma que mejor se adapte a sus características. Ana Peleteiro, por ejemplo, tiene un primer salto más largo, aunque no sea dominante, gracias a su gran velocidad de carrera, en la que solo le supera Yulimar Rojas. Y la venezolana, ausente en París por lesión, salta mucho al inicio y al final, mientras que su segundo salto apenas supone el 25% del total.

Jordan Díaz, por su parte, es capaz de equilibrar notablemente sus vuelos: en junio, cuando se proclamó campeón de Europa en Roma, saltó 6,34 metros hasta el primer apoyo (el 34,9%), otros 5,5 metros hasta el segundo (31,3%) y 6,14 metros hasta la arena (33,8%). Al sumar, 18,18 metros, la tercera mejor marca de toda la historia, a sólo once centímetros del récord de Edwards.

Es un salto que, si lograse repetirlo en París, casi seguro le reportaría una medalla; aunque el concurso masculino cuenta con un buen ramillete de aspirantes y es posible que alguno se quede sin presea aun saltando más de 18 metros. Peleteiro, por su parte, aspira claramente a mejorar el bronce que se trajo de Tokio hace tres años, cuando consiguió su mejor salto y el récord de España. Ambos tienen una medalla en sus piernas; ahora solo falta equilibrar adecuadamente el vuelo para llegar lejos en el foso.