La de Higuaín fue la jugada del partido. Pase en profundidad de Granero al 'Pipita', que encara a Llorís. El '20' blanco se va de él y con todo a favor, incluso con tiempo para pensar y con ángulo de sobra, envía el balón a la madera. Ya fuese por exceso de confianza, por no levantar la cabeza lo suficiente o por simple mala suerte, lo cierto es que la portería se le hizo pequeña, como ya le pasó al poco tiempo de llegar a Madrid en una jugada similar. El Madrid perdió una ocasión inmejorable para ponerse 2-0 cuando mejor estaba jugando y el argentino empezó a acusarlo.
El delantero, que está gafado en Europa, volvió a fallar pocos minutos más tarde otra ocasión clarísima que sacó el guardameta galo con una mano prodigiosa por abajo. Cristiano, que estaba sólo, le abroncó y, salvo un cabezazo que salió rozando el poste, nada más se supo de él. Su cabeza, el lamento de fallar lo infallable, le sacó del partido. No tuvo fuerza mental para reponerse y fue una sombra en el segundo acto.
El fútbol fue injusto con él. Injusto por cómo una jugada puede destrozar una campaña espectacular. Injusto porque no se merecía un revés así y porque no pudo tapar la boca a quienes le acusan de no aparecer en las grandes citas, un sambenito que no podrá quitarse en mucho tiempo, por bien que siga haciéndolo en Liga. Ahora más que nunca es cuando los capitanes y la afición deben arroparle. Palo en la definición, palo para el Madrid en forma de eliminación y palo, aún más gordo, para Higuaín.