Elegido por Adolfo Suárez en junio de 1976 para formar parte de su gobierno, el segundo de la monarquía, Landelino Lavilla tenía, sobre todo, un perfil técnico. Era miembro del cuerpo de letrados del Tribunal de cuentas y del cuerpo de letrados del Consejo de Estado y pertenecía al "cuerpo tácito", el que al final del franquismo defendió la via reformista. Dos meses antes de jurar como ministro de Justicia, fue nombrado Presidente de la Editorial Católica, pero siempre se consideró un jurista por encima de todo. Lavilla defendió ante las Cortes franquistas el proyecto de ley para la reforma política que dio paso a la Transición y semanas después suprimió el TOP, el Tribunal de Órden Público, creado por la dictadura para los delitos políticos. Tras las elecciones de 1977 siguió siendo ministro de Justicia. En este periodo se despenalizó el adulterio y se tipificó el delito de torturas. El 23 de marzo de 1979, el Congreso de los Diputados lo eligió su Presidente y, como tal, vivió en primera persona el intento de golpe de estado de 1981. En 1982 llegó a la presidencia de la Unión de Centro Democrático, aquella coalición que nunca llegó a ser partido y que a esas alturas se hallaba en plena descomposición. Cuando UCD se disolvió en 1983, Lavilla dejó su acta de diputado. Puso ser defensor del pueblo pero no quiso, también se habló de él como candidato al Tribunal Constitucional. La actual Presidenta del Consejo de Estados, Mº Teresa Fernández de la Vega lo definía en su necrológica como alguien "culto", "afable", "que encarnaba la buena política, la moderación y la honradez" y que “se mantuvo hasta el final activo en la institución”. Presidía su sección primera desde 1995. El artículo de Fernández de la Vega se titulaba Se nos va un hombre de Estado.
Luis Zaragoza.