Pedro Fernández, salmantino de 31 años, casado y con dos hijos, regentaba una cafetería próxima a la Jefatura Superior de Policía, sita en el Gobierno Civil de Navarra, a la que acudían numerosos agentes y funcionarios. Pedro, que ya había recibido amenazas de ETA por atenderles, fue asesinado el 5 de abril de 1979 por la explosión de una bomba colocada en los aseos de su establecimiento.
Ricardo Garciandia Solano, María Gloria del Sagrario Recarte Gutiérrez y Miguel Mateo Asnariz Dicastillo fueron condenados a 27 años de reclusión mayor y al pago de una indemnización a los herederos de la víctima.