En 1991, ETA mató a siete niños —uno en San Sebastián, cinco en Vic (Barcelona) y uno en Erandio— e hirió a otros menores de edad.
Fabio Moreno Asla tenía 2 años y había nacido en Bilbao. Su madre y toda su familia materna eran vascos. Su padre y varios miembros de su familia eran guardia civiles. Murió tras la explosión de una bomba colocada por miembros de ETA en el coche de su padre en la localidad vizcaína de Erandio.
Tres días antes del atentado, los etarras Juan Carlos Iglesias Chouzas, Gadafi, y Francisco Javier Martínez Izaguirre fueron a la casa del guardia civil Antonio Moreno Chica, el padre de Fabio. Localizaron su automóvil, y mientras Martínez vigilaba, Iglesias forzó la puerta delantera derecha y colocó la bomba debajo del asiento del copiloto.
El 7 de noviembre de 1991, Antonio tenía la intención de ir a la piscina con sus mellizos. Antes de montar en el coche miró los bajos para comprobar que no había ninguna bomba. Después todos montaron en el vehículo. Cuando iban por la calle Tartanga, hacia las 16:45 horas, la bomba se activó en una curva. Fabio murió en el acto y su hermano Alexander sufrió quemaduras en una pierna y perforación en un tímpano. Su padre estuvo incapacitado 852 días y posteriormente fue declarado inválido para ejercer su profesión. Los etarras sabían que Antonio iba y volvía de su trabajo en tren y que exclusivamente usaba el coche en compañía de su familia.
Fabio fue enterrado en el cementerio vizcaíno de Derio.
Martínez fue condenado a 85 años de prisión e Iglesias a 82 años de cárcel. Además tenían que indemnizar a los herederos de Fabio y a los dos heridos. Rosa María Arana fue absuelta, el tribunal le aplicó el principio in dubio pro reo (en caso de duda, a favor del reo).