Un médico derivó al copiloto de Germanwings a un hospital psiquiátrico semanas antes de la tragedia
- Concluyen que el secreto médico hizo que no se alertara a las autoridades
- La investigación final pide reforzar los controles mentales porque no funcionaron
- El aparato se precipitó en los Alpes y sus 150 ocupantes murieron en el acto
- Las familias de las víctimas españolas piden los cambios legales necesarios
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El 24 de marzo de 2015 el copiloto Andreas Lubitz estrelló intencionadamente el vuelo de Germanwings matando a las 150 personas que iban a bordo. Ese día estaba de baja médica por un episodio depresivo psicótico y semanas antes de la tragedia un médico privado le derivó a un hospital psiquiátrico para tratarse, pero ni las autoridades ni la compañía para la que trabajaba lo sabían.
Esta es la conclusión de la Oficina de Investigación y Análisis de Francia (BEA), que ha presentado el informe final del siniestro en una rueda de prensa. Tras analizar el historial médico de Lubitz, han recomendado incrementar los controles a los pilotos con antecedentes y detallar de forma clara en la legislación cuándo un sanitario debe revelar un secreto médico por una amenaza inminente o por el interés de la sociedad.
"Varios médicos privados tenían la información de que -Lubitz- estaba enfermo y sabían que era piloto, pero esa información no llegó a las empresas aeronáuticas ni a Germanwings", precisa Arnaud Desjardins, miembro de la BEA.
El investigador ha explicado que mientras países como Noruega, Israel o Canadá dejan claro los casos en los que hay obligación de romper ese secreto, la generalidad en la ley en Francia o Alemania hace que los profesionales guarden silencio ante el temor de perder su licencia para ejercer. "No se trata de acabar con el secreto médico, sino encontrar un equilibrio", ha señalado Desjardins.
Cinco vías para detectar un problema mental
El informe cita cinco medidas que pueden ayudar a detectar una anomalía en la salud mental de los pilotos, dos de ellas regladas y otras tres que "responden al sentido común".
Las dos obligatorias son los controles médicos a los que someten a los pilotos, que deben renovarlos cada año, y la autodeclaración del propio piloto de reconocer que tiene problemas.
La segunda en esta tragedia "no funcionó", reconoce el experto, que pide dar ayudas a los trabajadores, garantizar métodos para que no pierdan sus licencias y ofrecerles otro puesto con el mismo salario si reconocen no estar aptos. "En Alemania o Francia nunca se han entregado licencias a pilotos que reconocen tomar antidepresivos", pone a modo de ejemplo.
Respecto a los controles médicos que aviación hace a los pilotos, la BEA recomienda que se hagan con más frecuencia a trabajadores que hayan tenido algún problema de depresión o incluso accidentes, y que sean más específicos, ya que los test a los que se somenten hacen preguntas "muy generales".
Las otras tres vías para detectar un posible problema son el entorno social de los trabajadores (familiares y compañeros), la medicina privada (que en este caso no alertó del estado de Lubitz) y las tripulaciones multipilotos, para que nunca haya solo una persona en la cabina de vuelo.
Los golpes, la angustia del pasaje y el silencio de Lubitz
El vuelo 4U 9525 de Gremanwings despegó de Barcelona el 24 de marzo de 2015 a las 10.00 rumbo a Düsseldorf, pero se estrelló en los Alpes de la Alta Provenza a más de 1.500 metros de altitud.
El último contacto con ellos fue a las 10.30 horas desde la torre de Marsella. Veinticuatro segundos después, según revela la caja negra, el piloto salió de la cabina para ir al baño, dejando solo a Lubitz. El copiloto seleccionó entonces una altitud cercana a cero y activó el piloto automático.
A las 10.33 el avión seguía descendiendo y Lubitz aumentó la velocidad, lo que demuestra que estaba consciente. El control de Marsella, al detectar la anomalía en la altitud trató de contactar con el vuelo. Llamó en once ocasiones, pero no obtuvo ninguna respuesta.
Cuatro minutos después de que el comandante abandonase la cabina trató de entrar insertando el código, pero la puerta no se abrió. Después Lubitz volvió a aumentar la velocidad, lo que indica que seguía consciente.
A las 10.35 siguió aumentado la velocidad del vuelo mientras desde fuera golpeaban la puerta de la cabina. Lo hicieron durante tres minutos y medio. En ese tiempo hubo varias llamadas de la cabina del pasaje al copiloto, pero no respondió. Tres minutos más tarde un controlador del Ejército del Aire trató de contactar con el vuelo en tres ocasiones, pero tampoco hubo respuesta.
Casi diez minutos después de que se iniciase el descenso, se activó la alarma del aparato por su proximidad al suelo y se escucharon fuertes golpes. Instantes después el aparato se estrelló en las montañas.
La caja negra confirma también que en el vuelo previo que hubo ese mismo día de Düsseldorf a Barcelona, que se hizo en el mismo aparato, Lubitz introdujo también las coordenadas de descenso pero luego las rectificó.