El grito de Ucrania a Europa: "Estamos dejando nuestras vidas por la libertad y no os queréis enterar"
- La sociedad ucraniana grita socorro a una Europa que considera en conjunto sorda y ciega
- Varios interlocutores son contundentes: si Ucrania pierde esta guerra, será el preludio de la Tercera Guerra Mundial
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"Si no nos ayudáis ahora económica y militarmente en serio, más adelante os costará mucho más caro. En dinero, seguridad y libertad. Es el inicio de la Tercera Guerra Mundial y no os queréis enterar. En Europa vivís aún negando de la realidad".
Ese es, resumiendo, el mensaje que los políticos y la sociedad civil ucranianos llevan mandándonos desde que empezó la invasión total de Rusia a Ucrania la madrugada del 24 de febrero de 2022. Y ha sido el mensaje del desayuno a la cena que nos han transmitido a un grupo de periodistas europeos en las 60 horas que hemos estado entre Lviv/Leópolis y Kyiv/Kiev.
"Nos estamos jugando literalmente la vida por la libertad en Europa. Porque vuestra libertad está en juego en esta guerra". Una guerra que está en un punto crítico, a punto de perderse.
Dura ya más que la Guerra Civil española
La Guerra Civil en España duró oficialmente dos años y nueve meses, la de Ucrania va ya por dos años y diez meses. La comparación no es baladí porque a la mayoría de los lectores la contienda española les queda cerca, y porque en Ucrania algunos intelectuales hacen la comparación. Por ejemplo, Vitaly Portnikov. "Dicen que aquella fue una guerra civil, pero ¿quién bombardeó Barcelona y Gernika? Las aviaciones italiana y alemana; y acto seguido vino la Segunda Guerra Mundial. La guerra mundial ¿empezó con la invasión de Polonia o con aquellos bombardeos en España? Aquí cuando empezó en el Donbás en 2014 —hace diez años— Putin también dijo que era una guerra civil", reflexiona.
Como española es fácil establecer un vínculo emocional. No hay día que en algún lugar de Ucrania la población civil no tenga que correr a un refugio subterráneo para protegerse de los misiles que caen, como la generación de mis abuelos. Los sótanos de la viviendas, de los hoteles, de los restaurantes y el metro ya están, al cabo de tanto tiempo, preparados para ese cometido. Y la población, entrenada. Sólo quien lo sufre puede saber la tortura de acostarse todos los días sin saber si te sobresaltará de madrugada la sirena para que te levantes, vistas, calces, y con lo imprescindible corras a refugiarte. Si una noche de insomnio, en tiempo de paz, sin miedo a morir, te desestabiliza, cómo debe de afectar vivir así tres años.
Vitali Portnikov insiste en las comparaciones con los años 30, con la guerra civil española y la Segunda Guerra Mundial: "Comparar hoy Rusia y su capacidad militar con Ucrania es como comparar la Alemania nazi con Eslovaquia o Polonia en 1938. ¿Recordáis que se obligó a Checoslovaquia a entregar territorio -los Sudetes- 'con garantías'? Al año empezó la guerra mundial y la ocupación alemana llegó a Francia, Bélgica, Holanda... El plan de Donald Trump —que volverá a presidir Estados Unidos el 20 de enero— si es lo que se ha publicado la prensa es eso, que Ucrania ceda territorio a Rusia y el resto del país no moleste a Moscú. Es el plan de Putin, sería el fin de Ucrania como país independiente, y el inicio de la Tercera Guerra Mundial".
Más historia de la que pueden soportar
Hay lugares donde la simple toponimia te coloca en un bando de la batalla o, como poco, en un momento histórico. Es el caso de Leópolis. Lviv para los ucranianos, Lvov bajo la dominación soviética, Lemberg en tiempos de la ocupación nazi o el Imperio Austrohúngaro, Lwów bajo dominio polaco. La ciudad la fundó oficialmente el rey David de Galicia (sí, el mismo nombre que la Galicia de España) en 1256 en honor de su hijo León. De ahí que en algunos países hayan preferido una versión grecolatina del topónimo: Leópolis, la ciudad de León.
La ciudad cambió de nombre al menos ocho veces en 30 años, entre 1914 y 1945. Un topónimo y una ciudad convertidos en personajes del reciente éxito editorial Calle Este-Oeste de Philip Sands. La tempestuosa historia de la Europa central y del este durante el siglo XX, hace dos días. La mejor metáfora de esa historia turbulenta que ha sacudido vitalmente la ciudad y varias generaciones de hoy ucranianos es el cementerio monumental de Lichakiv, una visita turística obligada en Leópolis.
Es un cementerio creado a finales del siglo XVIII, en tiempos de dominación austríaca, dedicado a las familias ilustres y, con el tiempo, también a personalidades notables por su contribución a las artes y la sociedad, una especie de panteón de ilustres al aire libre. Si una se entretiene —lo hice— en leer las inscripciones de las tumbas, encontrará apellidos alemanes/austríacos, polacos, muchos, en alfabeto latino, y ucranianos y rusos escritos en cirílico. Polacos, ucranianos, austríacos, rusos, judíos...el poso cultural de esta ciudad.
Y hay otra metáfora. Sobrecogedora. Se encuentra, y crece día a día, extramuros del cementerio histórico porque dentro no cabe el alud de ilustres para sepultar desde hace ya casi tres años. Un parque improvisado y forzadamente convertido en cementerio militar, una especie del Arlington estadounidense o de los cementerios militares de Normandía en Leópolis.
En cada tumba, foto del soldado muerto vestido de militar o de civil. Muchos eran jóvenes alistados voluntaria u obligatoriamente a partir de aquel 24 de febrero de 2022. En sus tumbas, banderas de Ucrania (azul y amarilla), de su batallón, la ultranacionalista (negra y roja) o la del club de fútbol al que seguían.
"Ese edificio de enfrente —nos señala Taras, el colega ucraniano que nos guía— es la maternidad. Las madres que han parido hijos varones pueden ver por la ventana lo que potencialmente espera a sus recién nacidos". Escucho ese comentario demoledor y me acuerdo del fatalismo de tantas madres rusas que he conocido, pero reprimo mi comentario, soy plenamente consciente de que no debo verbalizarlo. No aquí, no entre ucranianos. Los hijos de esas madres, me dirán profundamente ofendidos, heridos, son los invasores que nos matan.
Rusia es el mal absoluto. Lo era para muchos ucranianos ya antes de la invasión, décadas antes, pero desde febrero de 2022 no hay espacio para la concordia. Las guerras erradican los matices. "No se trata sólo de Putin, los rusos son así, expansionistas, imperialistas. Si no, ¿por qué no se levantan contra esta guerra y contra Putin?", es algo que muchos refugiados en España me han argumentado, y que casi todos los interlocutores en Ucrania me han repetido. Y la injusticia, en ambos lados, de convertir las lenguas en armas. No hablo ucraniano, pero puedo comunicarme precariamente en ruso, una lengua que sé que los ucranianos entienden, pero, aún siendo evidente que soy extranjera, un atenuante, sé y entiendo que usar el ruso es hoy una forma de agresión. La lengua, como la toponimia, nos sitúa, a veces sin tener plena consciencia, en un bando.
"Casi no hay día sin funeral"
He estado en Ucrania, en una visita relámpago, invitada junto a otros periodistas europeos por Tvoe misto (tu ciudad), un medio de Leópolis, que ha contado con el apoyo del Centro Sociedad Civil Praga, financiado parcialmente por la Comisión Europea. El primer acto de una agenda sobrecargada de reuniones y encuentros ha sido un funeral. Un doble funeral por dos soldados de la ciudad caídos en el frente, Volodimir Gonchar, de 26 años, y PietroKobzar, de 36.
En Leópolis, salvo que la familia se oponga, cada muerto en batalla recibe honores municipales, el ayuntamiento se encarga de organizar el funeral en la iglesia de San Pedro y San Pablo (de confesión greco-católica ucraniana) que está a una manzana. El ceremonial te encoge el alma. A pocos metros de la iglesia llega un autobús con militares que formarán una guardia de honor y un cortejo con los dos féretros. En las aceras, vecinos de la ciudad se arrodillan como muestra de respeto.
Tras la ceremonia religiosa, el cortejo pasa por delante del ayuntamiento y ahí, en este caso con una temperatura gélida que hace aún más estremecedora la escena, tocan El Silencio. Al terminar la comitiva se dirige al cementerio, y según lo hacía ese día se cruzó con un coche fúnebre precedido por otro con banderas ucranianas. "Otro caído en el frente. Otro funeral mañana o pasado. Salvo los fines de semana, casi todos los días hay algún funeral por un soldado", comenta Taras.
"Solo nos puede salvar la OTAN porque esta guerra va de fuerza y poder"
Es uno de los mensajes que todos, civiles o militares, analistas o gente corriente, nos repiten: "Esta guerra no va de territorio, es una guerra de poder y de debilidad. Rusia sólo respeta el poder y la fuerza, y hasta ahora Occidente (Estados Unidos y la Unión Europea) han demostrado debilidad, miedo a molestar al Kremlin". "Putin es como un asesino en serie, ¿tú crees que a un tipo así puedes convencerlo con negociaciones? Que es tan fácil como llamar y decirle: 'Oye, ¿podrías de dejar de matar?'"
Una colega alemana del grupo, muy crítica con su gobierno, comenta "nuestros políticos no tienen huevos". "Pues nosotros les podemos exportar huevos", responde un ucraniano. Una forma coloquial y machista de expresión, pero diáfana para ilustrar el sentimiento.
En el próximo artículo: mi encuentro con altos mandos militares y cómo los europeos seguimos financiando al gobierno ruso y, con ello, la invasión de Ucrania. Si les apetece ir adelantando, echen un vistazo a esta iniciativa: Make Rusia Pay, haced que Rusia pague.