Ida Vitale: "Con Cervantes comparto sobre todo el humor con el que asumo todos los riesgos"
- La poeta uruguaya recibirá este martes de manos del rey el Premio Cervantes
Ida Vitale, 95 años y paso firme, se enfrenta “abrumada” pero “feliz” a la nube de periodistas que le rodean a su entrada a la Biblioteca Nacional. “Todavía estoy improvisando la vida en estos días”, confiesa la uruguaya que recibirá este martes el Premio Cervantes, máximo reconocimiento de las letras hispanas. Es la quinta mujer en ser galardonada en sus más de cuarenta años de historia.
“No me lo esperaba para nada”, dice Vitale y se disculpa con amabilidad por la pequeña demora a su llegada por ser “bicho nocturno”, y no haberle agarrado el ritmo a los horarios ante tanta vorágine.
El sentido del humor irónico y un punto ácido es una constante en la poeta uruguaya (prefiere este término a poetisa). En su vida y en su obra. Cuenta que al Quijote llegó tarde, ya de adolescente, pero la catarsis cervantina alcanzó de lleno a esta maestra de la precisión en la palabra.
“Descubrí que era el libro de mi vida. Empecé a buscar a los 'quijotes' y a los 'sanchos'. Me sirvió como un tratado de psicología precoz para elegir a los amigos. Lo que comparto en mis libros con Cervantes es el humor con el que asumo todos los riesgos”, relata lúcida.
Confiesa que ha descubierto hace poco un pequeño milagro: una palabra nueva en El Quijote “pizmienta” (algo oscuro o grisáceo) y alaba sin fisuras. "El lenguaje del Quijote es transparente. No solo es diversión. Es muy rico y comprensible y nunca desubica”.
"Es necesario despertar la curiosidad con la lectura"
Poeta, ensayista, crítica literaria, traductora, voraz lectora y profesora durante años. Vitale no se resiste a deslizar una gota pedagógica. Defiende con firmeza la lectura en la niñez y en la escuela como semillero de curiosidad.
“No necesariamente tiene que ser algo correspondiente a la edad. A veces es tan importante entender como no entender y así salen las ganas de ir más allá. Y al niño se le da la sensación de adelantar la conciencia”.
Un espejo de su infancia de “niña rara” donde tenía a su alcance una biblioteca completamente inadecuada, dice entre risas. La autora de poemarios tan simbólicos como Palabra dada, Mella y criba, La luz de esta memoria, leyó con doce años Guerra y paz. Después se deslizó la poesía como necesidad.
“Eso de carrera me pone nerviosa. Yo no soy una corredora de gran velocidad. Soy muy lenta. Con 95 años una tiene conciencia de que no trabajó lo suficiente. Fíjate en Galdós, que yo me lo leí entero, todas las novelas que escribió y murió antes”, bromea.
“Con 95 años una tiene conciencia de que no trabajó lo suficiente“
Deudora de los versos de Juan Ramón Jiménez, al que valora como su padre literario, Vitale también idolatra a otro maestro: el poeta español José Bergamín que conoció en su exilio uruguayo como docente y que “marcó a toda nuestra generación de jóvenes”.
En su legado de la Caja de las Letras del Instituto Cervantes, que es una especie de cápsula del tiempo, la poeta ha depositado “su tesoro” este lunes: Crítica trashumante, un manuscrito de Bergamín.
“Nos metió en su mundo literario. Era un sabio y un compañero de juegos y además prestaba libros”, afirma por primera vez con tono grave aunque nada parece perturbar la sonrisa permanente de la modesta narradora.
Nacida en Montevideo, Vitale también tuvo que exiliarse a México empujada por la dictadura. Un país que considera su segunda patria, donde aprendió la “picosidad” del lenguaje y desarrolló una intensa actividad de escritura.
La uruguaya acumula una larga lista de galardones (El Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, en 2015; el Premio Federico García Lorca en 2016) al que ahora se suma el Cervantes. Es voz clave de la literatura en America Latina aunque ella siga sin creerlo demasiado.