Latifa Ibn Ziaten, la mujer que evita que los jóvenes caigan en el extremismo que asesinó a su hijo
- Es la madre de un militar asesinado en un atentado terrorista en Toulouse en 2012
- Desde la fundación con el nombre de su hijo busca que los jovenes creen sus propias oportunidades
A las cuatro de la tarde del 11 de marzo de 2012, un joven militar, vestido de paisano, se dirige a vender su moto en un barrio de Toulouse. No sabe que le espera su verdugo. El sargento de paracaidistas Imad Ibz Ziaten, de 30 años, ha quedado con un joven desconocido, Mohammed Merah, de 23 años. El segundo le descerraja un tiro en la cabeza al primero. Los dos son franceses, de origen magrebí.
Latifa Ibn Ziaten es la madre del militar muerto en atentado terrorista. La mujer que transformó aquel insoportable dolor en fuerza para crear una asociación con el nombre de su hijo, IMAD para la juventud y la paz. Una firme defensora del diálogo y la tolerancia religiosa para que otros jóvenes, como el asesino de su hijo, no se radicalicen.
Latifa Ibn Ziaten ya ha sido reconocida con muchos galardones por su labor, pero es la primera mujer que recibe el prestigioso premio Zayed, nombre del jeque que fundó los Emiratos Árabes, a la fraternidad humana por ser "una figura activa e influyente en la lucha contra el extremismo". El papa Francisco recibió el mismo galardón el año pasado.
Esta madre reconoce que, de sus cinco hijos, Imad era su ojito derecho. "Con solo mirarnos, nos entendíamos". Latifa nació en Tetuán hace 60 años pero se marchó a Francia muy joven. En el salón de su casa en Normandía hay colgado un enorme cuadro de su hijo muerto. Desde que le asesinaron recorre escuelas, centros de menores y prisiones de Francia y Marruecos, y también de muchos otros países, para contar su historia, su dolor. “No tengo derecho a ocultar mi sufrimiento, este sufrimiento me tiene que servir para ayudar a los demás. Mi hijo Imad me decía sigue adelante, no retrocedas”.
Después del atentado, la madre de Imad fue a encontrar respuestas al barrio donde se crió el asesino de su hijo, Mohammed Merah, abatido a tiros por la policía. Allí descubrió, horrorizada, que los chicos del vecindario le consideraban un mártir, un héroe del islam por haber matado a un militar. “Dios mío, pensé, ¿cómo puede pensar esto un chaval? Les pregunté: qué religión permite matar por matar”. Los chavales le contaron que se sentían abandonados por el sistema, por la sociedad y que vivían en guetos, sin trabajo.
Finalmente, Latifa se presentó como la madre de Imad, un musulmán asesinado por otro musulmán. Y les recordó que ellos también eran franceses y que debían ser ellos mismos los que salieran a buscar sus propias oportunidades. Uno de esos chicos le pidió que transmitiera ese mismo mensaje al resto de sus hermanos. “Vosotros sois el origen de mi sufrimiento y nunca os dejaré solos”.
Así fue cómo esta madre decidió crear la Fundación IMAD, para trabajar desde la educación y la tolerancia con las familias y comunidades para evitar que la juventud caiga en el extremismo.
Latifa no pasa ni un día sin recordar a su hijo. Habla de manera sosegada, sin atropellarse, de su herida abierta y con lágrimas en los ojos vuelve a sincerarse: “El dolor es muy profundo, nunca se va”.