Lina Ben Mhenni, la bloggera que viralizó la primavera árabe
- La tunecina Lina Ben Mhenni publicaba imágenes de las víctimas del régimen en su blog A Tunisian Girl
- Enferma de Lupus, murió en 2020, a los 36 años de edad, tras rechazar un riñón transplantado
- Las niñas no están a salvo de la esclavitud en el siglo XXI
Hace diez años, los ciudadanos de todo el mundo árabe se alzaron contra sus gobernantes. Era el comienzo de la primavera árabe. Los dictadores, que durante años habían dominado la zona, veían por primera vez amenazado su poder y respondían de forma brutal. Comenzaba así una batalla con armas desiguales: en Túnez, Egipto, Siria, Libia, Yemen y Baréin, la gente pedía dignidad, justicia y pan en la mesa. Los dictadores eran perseguidos por el pueblo, pero los integristas islámicos hacían su asalto al poder. Diez años después, sigue habiendo incontables víctimas y desplazados a causa de las guerras civiles. ¿Qué ha sido de la primavera árabe? ¿Fue un completo fracaso?
Eso se pregunta el documental La primavera árabe: cambio y caos, que analiza lo sucedido con los países en los que estallaron las revueltas desde entonces hasta la actualidad. Revueltas que, nos recuerdan, empezaron con un gesto: Mohammed Bouazizi, de 26 años de edad, se roció de gasolina y se prendió fuego con una cerilla frente la oficina del gobernador en la ciudad de Sidi Bou Said, en Túnez, porque no tenía trabajo ni dinero para alimentar a sus hijos y las autoridades se habían negado a recibirle. Su inmolación encendió las revueltas en el mundo árabe. Los vecinos inundaron las calles de Túnez y un nuevo elemento hizo que, esta vez, las protestas se extendiesen donde antes la represión había logrado extinguirlas: las imágenes.
Lina Ben Mhenni y su papel en la guerra de las imágenes
Armados con su teléfono móvil, los manifestantes lograron difundir sus ideas y convertirse en su propio canal de comunicación que existía al margen de los medios oficiales. Una persona con el rostro descubierto y nombre propio se convirtió en representante de todos: Lina Ben Mhenni, que escribía en árabe, inglés y francés en un blog llamado A Tunisian Girl.
“Una cosa que nunca olvidaré es mi visita a la casa de un joven que acababa de ser asesinado a tiros. Su madre, su padre y su hermana estaban sentados en un cuarto junto a su cadáver”, contaba Lina frente a las cámaras del documental. Ella murió en enero de 2020, a los 36 años de edad, tras sufrir una insuficiencia renal por el rechazo de un riñón que tenía trasplantado. La donante había sido su madre. Ambos padres de Ben Mhenni fueron también activistas: su padre fue prisionero político, miembro del movimiento Perspectivas tunecinas y uno de los fundadores del capítulo tunecino de Amnistía Internacional. Su madre había formado parte del movimiento de unión estudiantil.
Lina había publicado en su blog informes muy críticos con el gobierno del presidente Ben Ali, y fue reclamada por esta familia para documentar el asesinato del joven. Las imágenes y vídeos que publicó se viralizaron rápidamente y su blog, paulatinamente, se convirtió en una fuente confiable para los usuarios que se informaban sobre la revolución. Ben Mhenni criticó también al partido islamista Ennahda y, tras el derrocamiento de Ben Ali, siguió recibiendo amenazas de muerte por las que tuvo que ser puesta bajo protección policial.
“La revolución no sucedió en internet, sino en la calle“
Sin embargo y pese a su impacto, Ben Mhenni siempre declaró que la revolución de Túnez no sucedió en internet, sino en la calle: "La acción en el mundo digital tiene que te ser combinada con acciones en el mundo real. No basta publicar un estado, un vídeo o compartir un hashtag. Hay que trabajar en terreno, conocer personas y estar presente durante las manifestaciones", dijo.
Durante el resto de su vida continuó dedicándose al activismo y a la enseñanza, dictando cátedras de literatura inglesa en la Universidad de Túnez y creando bibliotecas para promover la cultura y el contraterrorismo. En 2011, fue candidata para el Premio Nobel de la Paz y ganó el Premio de Periodismo Internacional de El Mundo por el trabajo en su blog A Tunisian Girl y su "lucha por la libertad".
Los movimientos sociales de la primavera árabe, por territorios
Los tunecinos encendieron la llama, pero la revolución que iniciaron se extendió por todo el mundo árabe. El derrocamiento de Ben Ali, que gobernaba con puño de hierro desde 1987, alertó al egipcio Hosni Mubarak. Cuando las protestas comenzaron en Egipto, el ejército confraternizó con los manifestantes y permitió el derrocamiento de Mubarak: las únicas elecciones democráticas nunca celebradas en Egipto eligieron al líder de los hermanos musulmanes, Mohamed Morsi, como presidente, pero su traición de las promesas electorales, su implantación del islamismo y su limitación de las libertades de las mujeres provocaron nuevas revueltas y el golpe de estado de El-Sisi: un exmilitar que, desde 2013, reprime con violencia a la oposición islamista y a los activistas democráticos.
La herida más sangrante que siguió a la primavera árabe son las guerras en Siria, Libia y Yemen. Bashar Al Asad reprimió las protestas con violencia y dio comienzo en Siria a algo que, según la activista Sima Abd Rabo, "no es una guerra Civil, es terrorismo de estado contra su propio pueblo". Las deserciones masivas del ejército de Al Asad y la huída de refugiados dejó Siria vacía y convertida en un campo de batalla allanado para el ISIS, que atrajo voluntarios de todo el mundo árabe y extendió sus áreas de influencia por Siria, Irak y la frontera sur de Turquía. Los 12 millones de desplazados del conflicto constituyen la que es, según Naciones Unidas, la mayor catástrofe humanitaria del siglo XXI.
En Turquía, Erdogan apoyó al ISIS en su lucha contra los kurdos para perseguir sus propios intereses de crear una gran Turquía. Rusia, aliado de Siria, quiso poner a su rival turco en su lugar. En 2017 se produce la derrota del ISIS, desde donde su milicia planeaba conquistar el mundo musulmán. El genocidio de los yazidíes es uno de los mayores exponentes de la devastación llevada a cabo por el Estado Islámico.
El Líbano, que evitó durante años los estragos de la primavera árabe, comienza en 2019 a revolucionarse para protestar por la injusticia, la opresión y la corrupción, que también había impregnado las estructuras de Hezbolá. En verano de 2020, una enorme explosión sacudió Beirut matando a decenas de personas: tres mil toneladas de nitrato de aluminio almacenadas sin medidas de seguridad demostraron, a los ojos de todo el mundo, la inoperancia del gobierno. La revolución sigue viva, aunque la situación es mala y todo el que puede, emigra.
¿Qué queda de la primavera árabe diez años después?
Entre el caos y la reconstrucción, ¿cuál es el legado de la primavera árabe? En Libia, Siria y Yemen las guerras civiles se han prolongado y se han convertido en conflictos internacionales. En Egipto, el ejercito ha asumido el poder, y hoy su representante gobierna con mano más dura que antes de la revolución. En Arabia Saudí, Bahrein y Kuwait los regímenes han mantenido el status quo. En Marruecos, Jordania y Omán, las familias reales gobernantes reaccionaron contra las protestas con reformas limitadas. En Argelia, Líbano e Irak, las protestas se suceden pero no han logrado desplazar hasta ahora a la clase politica dirigente. En Sudán, provocaron un cambio de gobierno.
Pero sólo en Túnez la revolución consiguió triunfar y ha conseguido cambios en el poder, siendo considerado el modelo de éxito de la primavera árabe. El país se enfrenta, eso sí, a grandes problemas económicos. El nivel de educación es alto, hay muchos licenciados pero no hay trabajo y los pocos empleos que existen son para los hombres. En Irak, donde barrios enteros de Mosul quedaron arrasados en 2017, parece abrirse una puerta a la esperanza para un nuevo comienzo.
Najim Abdullah al-Jubouri hacía, eso sí, una llamada a la cooperación internacional: “Si queremos eliminar las fuentes del terror en Irak y en otros países y evitar el regreso del Estado Islámico y de otras organizaciones terroristas, la UE y de hecho el mundo entero debe apoyar a las regiones que sufrieron bajo el ISIS. Necesitamos cambiar para siempre nuestra forma de pensar y la situación económica tiene que mejorar. Eso es muy importante, porque si fracasamos se volverá a crear un entorno que podría resultar un terreno fértil para el terrorismo".