El papel de las mujeres en el régimen nazi: así las utilizaba Hitler
- El führer solía decir: "Madres, vuestras cunas son ejércitos dormidos"
- La dictadura formó a nuevas matronas y enfermeras para su 'depuración masiva'
- Hitler también convencía a golpe de talonario: 80.000 marcos por un divorcio
El Documaster de la 2, y de cómo Hitler las utilizaba en favor del estado. Su principal misión era de mantener la raza aria, y procrear todo lo posible, pero poco a poco, fueron desarrollando un papel fundamental para mantener la idea de estado del führer.
Ningún otro régimen ha sabido movilizar a las mujeres a tan gran escala. En 1939, de las 40 millones de mujeres del Reich, 12 millones pertenecían a alguna asociación afiliada al partido nazi y llegaron a formar a más de 600.000 enfermeras nazis.
El partido nazi supo sacar provecho del fanatismo femenino de su esperanza en un mundo mejor. Buscó un papel para las mujeres que permitiese valorarlas al tiempo que servían a los objetivos del III Reich.
Para Hitler, el orden mundial y la política era cosa de hombres. Se aseguró de que las mujeres no pudieran compartir cargos en la dirección del partido. A lo sumo podían ser compañeras en la lucha. Pero solo en cargos de categorías inferiores. Aunque subordinada al hombre, a la mujer alemana se le atribuyó un papel fundamental en la sociedad: el de madre.
Préstamos para incentivar a las jóvenes formar familias numerosas
El nazismo valoró desde el principio el papel de la mujer como pilar. Según Hitler, la mujer es la célula madre del estado. Le daba el poder de ser garante de la raza aria y también de la sociedad nazi que se estaba gestando. Para ellas, resultaba muy atractivo que se valorase y se diese importancia a tanto a la madre como lo que representaba la familia.
A partir de 1933, el régimen ofreció un préstamo marital en forma de cheque regalo a las parejas jóvenes que quisieran crear una familia. Éste podía llegar a 1000 marcos imperiales, lo que suponía el salario anual de cualquier trabajador de la época.
La primera condición para dicho préstamo era que la pareja se sometiera a un exhaustivo examen médico. Éste determinaba estaban sanos o no según los criterios nazis. Es decir, no padecer una enfermedad hereditaria o de transmisión sexual y ser fértiles. Querían madres sanas que tuvieran hijos sanos.
“Madres, vuestras cunas son ejércitos durmiendo“
La segunda condición para la obtención del préstamo era que las mujeres debían renunciar a sus respectivos trabajos. Los empleos que dejaban libres eran ocupados por hombres y el resultado fue un espectacular descenso del paro.
Hitler quería cuidar de las madres alemanas, indispensables para sus findes políticos. Le gustaba decir: “Madres, vuestras cunas son ejércitos durmiendo”. Por eso, el führer creó una distinción especial: la cruz de honor de la madre alemana. Dicha condecoración era de bronce si la madre tenía 4 hijos, de plata por 6 hijos y de oro por 8 hijos. En total, 5 millones de mujeres recibieron esta cruz y el régimen logró su objetivo. Los nacimientos aumentaron hasta un 25% entre 1933 y 1939.
Las matronas, aliadas “de incógnito” para el sistema
El régimen necesitaba controlar los nacimientos para poder poner en práctica su idea delirante de una nación pura y su primer apoyo fueron las matronas. El estado las necesitaba para acercarse a las madres en la intimidad del hogar.
En una época en la que las mujeres no iban al hospital a dar a luz, sino que lo hacían en casa, las matronas se convirtieron en unas personas de confianza muy importantes.
Incluyeron a las matronas en el sistema sanitario del estado donde desempeñaban una labor importante. Tenían que redactar informes de los nacimientos y denunciar los casos de niños con malformaciones. Recibían una prima por cada denuncia así que cuando nacía un niño con alguna deformación, lo comunicaban a los servicios sanitarios y pasaban a manos de médicos nazis.
La medida más importante y violenta que adoptó el régimen en el marco de la política demográfica fue una esterilización masiva. Con la idea de erradicar todas las enfermedades hereditarias, esterilizaron a unos 100.000 hombres y 200.000 mujeres.
A partir de 1939, también decidieron eliminar la parte de la población que no se ajustara al ideal nazi. Hitler autorizó una matanza a gran escala que llamó Aktion T4. Un programa de eutanasia para eliminar a todos los ‘indeseables’ de la sociedad. Es decir, aquellos con discapacidades físicas o mentales.
Una ‘depuración masiva’
La participación en este programa era totalmente voluntaria, y de las nuevas escuelas de formación salía un tipo diferente de enfermera, a la que les habían inculcado valores eugenésicos. El régimen llegó a formar a más de 600.000 enfermeras con estos principios.
El ‘modus operandi’ trasladaba a las víctimas de los hospitales a los campos de exterminio. Allí les asesinaban en la cámara de gas. A partir de 1941, también asesinaban a los discapacitados de todos los hospitales psiquiátricos.
Se estima que con la colaboración de matronas y enfermeras, alrededor de 300.000 personas con discapacidades físicas o mentales fueron exterminadas.
Las mujeres de las SS, las más privilegiadas
El III Reich consiguió enrolar a todas las mujeres en su empresa asesina. Hasta las que no tenían funciones oficiales en el aparato de estado: las esposas de las SS, la élite del régimen. Ellas ayudaban a sus maridos a convertida en máquinas de matar.
Sus esposas fueron cuidadosamente seleccionadas. Para poder casarse, algunas parejas tuvieron que presentar hasta 150 documentos que demostrasen su ascendencia aria sobre cuatro generaciones. Se estima que unas 240.000 cumplieron con los requisitos exigidos. Disfrutaban de un estatus muy privilegiado en esa élite nazi.
Una de estas mujeres era Line Heydrich, esposa del dirigente nazi Reinhardt Heydrich, responsable del plan de exterminio de los judíos de Europa. Se instaló en el castillo real de Praga, mientras su marido supervisaba las ejecuciones. Aprovechándose del sistema, las mujeres de los SS vivieron los mejores años de sus vidas.