¿Cuál ha sido la evolución de los ojos desde su origen?
Para llegar a la complejidad y precisión de nuestros ojos actuales, han sido necesarios muchos años de evolución. A lo largo de distintas etapas, los ojos han ido adquiriendo distintas funcionalidades, como responder a la intensidad de la luz o identificar la procedencia de una fuente de luz, pero al principio de todo lo más parecido a ellos ni siquiera esta una estructura como tal. En el programa de 'Órbita Laika' dedicado a la luz, Ricardo Moure realizó en 'Órbita Laika' un recorrido por esta evolución.
El ojo primitivo
Los ojos más primitivos que se conocen consisten en una capa de células o de pigmentos sensibles a la luz. Esta capa permite distinguir el día de la noche y la intensidad de la luz. Quizá para ti sea poco sofisticado, pero a las euglenas, un género de protistas unicelulares, les va del diez. Su ojo primitivo, llamado estigma, consta de un montón de pigmentos sensibles a la luz que conectan directamente con el flagelo. Esto les permite calcular la distancia óptima para realizar la fotosíntesis, en un movimiento en respuesta a la luz conocido como “fototactismo positivo”.
La concavidad
Tras este ojo primitivo, la siguiente fase se produce en el paso de esa primera superficie a una concavidad progresivamente mayor, dando lugar a un tipo de estructura observada en organismos como las planarias. Sus ojos no solo son capaces de detectar si hay o no luz, sino también de generar una sombra que les permite identificar de dónde proviene esta, y de este modo, detectar por dónde viene un depredador. Una función nada desdeñable para garantizar su supervivencia. El progresivo aumento de la concavidad del ojo permite desarrollar una mayor precisión a la hora de distinguir no solo la procedencia de los depredadores, sino también la apariencia de estos.
El iris y el cristalino
El siguiente paso evolutivo, la incorporación del iris, es clave, al permitir regular el tamaño de la pupila, convirtiendo el ojo en una suerte de cámara estenopeica. Un ejemplo de este ojo puede encontrarse en el nautilus. Eso sí: al no disponer de una lente, están expuestos a mayor cantidad de infecciones. Para resolver este problemilla, la evolución se ha encargado de incorporar unas lentes en los ojos de algunos animales, entre los que nos encontramos los seres humanos: el cristalino. Esta cubierta transparente permite que no entren bacterias ni otros agentes patógenos en los ojos. Curiosamente, otros animales como los pulpos han desarrollado esta misma estructura, en un fascinante ejemplo de convergencia evolutiva.