'Nada es suficiente para honrar a las víctimas'
El autobús de la línea 14 que se dirige a Atocha avanza en silencio. Los únicos que arman jaleo son unos gamberros que se están metiendo con una chica. De pronto, el conductor anuncia que tiene que desviarse del camino normal.
"Está todo cortado porque vienen los Reyes por lo del aniversario del 11-M", dice una mujer a voces. "Menuda se arma siempre, a ver dónde para ahora el autobús", comenta otra. "Es algo que se tiene que hacer cada año, aunque suponga molestias. Es sólo un día al año", comenta una mujer de origen latinoamericano.
Es esta última, Carmen, una chilena que lleva más de 20 años asentada en Madrid, la que más fuertemente defiende que se organice el acto. "Aunque sea triste, tenemos que recordarlo y esperar que no se repita", comenta.
A su lado va sentado Victoriano, quien se sorprende al saber que hoy es 11 de marzo. Antes de que pueda comentar cómo vivió él el mayor atentado de la historia de España, una mujer comienza a gritar. "Ya está bien, en Madrid siempre es igual. Que los políticos hagan lo que quieran, pero que no me fastidien a mí. No me va a dar tiempo a hacer la compra y mis padres son muy mayores para dejarles tanto tiempo solos. La vida tiene que seguir".
En los alrededores de la plaza de Carlos V, sólo se ve policía. La calle está cortada al tráfico y únicamente los viandantes pueden acercarse hasta el perímetro de seguridad que han acordonado. Unas pocas personas están apoyadas junto a las vallas y comentan entre ellas la sinrazón de aquel atentado que acabó con la vida de 191 personas.
"Cada vez que llega esta fecha, se me revuelve todo el estómago. Yo estaba en uno de los andenes de la estación de Atocha y tuve que correr por unas escaleras automáticas que iban en sentido contrario para salir de allí lo antes posible", comenta Josefa, una jubilada que no puede contener las lágrimas.
Durante dos años esta mujer no pudo tomar el tren de cercanías, por miedo a volver a estar en lugar preciso en el momento equivocado. Ahora está en tratamiento psiquiátrico y aún toma ansiolíticos.
Comparten valla con David y Celia, dos catalanes a los que el acto homenaje a las víctimas de Atocha les ha pillado por sorpresa. Están en la ciudad porque han venido a presenciar el partido entre el Espanyol y el Madrid, pero antes de ir a visitar El Prado han querido ver de cerca el acto. "Lo que más rabia me da es ver cómo los políticos juegan con las víctimas. Es intolerable, porque el 11-M fue un atentado hacia todos los españoles y no debería dividirnos", comenta el joven.
Una chica con acento extranjero pero de aspecto español se les acerca. "¿Sabéis por qué es todo esto?", pregunta. Se llama Antigoni, tiene 24 años, y es una Erasmus de Grecia. Cuando le contestan que es el cuarto aniversario del atentado, tiene que mirar el móvil para comprobar la fecha. "¿Quién viene?, ¿qué se va hacer?", todo son dudas en esta estudiante que recuerda que se encontraba en Egipto aquel fatídico día.
A pocos metros pasea una mujer joven con un carrito de niño. No puede contener las lágrimas y se esconde tras unas grandes gafas de sol. Se llama Virginia y sus palabras desprenden impotencia, tristeza y mucha rabia. "Es que no lo entiendo, aún no lo entiendo. Estoy pensando ahora en toda la gente que murió y ¿para qué? Para nada. Fueron unos salvajes", dice y rompe a llorar.
'El acto está pensado para los políticos'
La gente se arremolina junto a las pantallas gigantes en las que ven la llegada de los Reyes. Un grupo de jóvenes se muestra especialmente ilusionado con ver a los monarcas de cerca. Tenían 14 años cuando ocurrió el atentado y sólo recuerdan el miedo que pasaron y que aún siguen teniendo. "No creo que vuelva a ocurrir en la misma fecha ¿dice Nuria- pero estoy segura de que volveremos a sufrir otro gran atentado". Su compañero, Gonzalo, se queda mirando el monumento a las víctimas que justo hace un año inauguraron. "Es bonito, pero nada es suficiente para honrar a las víctimas", comenta este joven que el pasado domingo votó por primera vez.
Hay quien se asusta al ver cómo los perros policía olisquean todo el material de los medios de comunicación, algo habitual en los actos de los Reyes y de los grandes líderes políticos. "¿No habrá una bomba?", dice uno con sorna y el resto de la gente se le queda mirando sin captar la gracia de sus palabras.
Muchas de las personas que han venido a participar del acto homenaje trabajan en las inmediaciones de la Estación de Atocha. Es el caso de Merche, quien trabaja en una oficina de Agricultura en la calle Alfonso XXII. Esta mujer de 52 años recuerda cómo el día del atentado sólo se escuchaba el ir y venir de las ambulancias. "Aquello parecía que no se acababa nunca, sólo veíamos cómo sacaban a los heridos y las ambulancias regresaban para volver a cargar", afirma.
No es la primera ocasión en que Merche y sus compañeras viven de cerca los actos conmemorativos: "No está mal, pero creo que todo es demasiado frío. Parece que está pensando para políticos y que la gente de a pie no podemos hacer nada para participar".
Cuando faltan tres minutos para que se inicie el acto, el responsable de la megafonía da la bienvenida y se equivoca hablando de los atentados del 11 de marzo de 2.400. El error provoca una estruendosa risa entre un grupo de escolares que parecen no ser conscientes de la solemnidad del momento.
Se inicia el minuto de silencio con el respeto de la mayoría de los asistentes. Suena un móvil y varios se vuelven para recriminarle al hombre al que le sonó el teléfono. Se respira dolor en el ambiente y parece que quienes hace un instante estaban distraídos reviven ahora en su mente el horror de aquel día.
Un hombre alto y recio, ataviado con una castiza gorrita negra, le explica con gestos a un extranjero lo que está ocurriendo en la plaza. El güiri, que finalmente resulta ser un periodista danés, se muestra sorprendido de que los españoles hablemos tanto de ETA y tan poco del terrorismo islamista. ¿Pero si es el atentado más importante en toda la historia de Europa¿, dice y el madrileño sólo atina a asegurarle que ¿después de las elecciones del domingo, todo va a cambiar. El 11-M ya no va a ser tan usado políticamente y nos interesará más lo de los islamicos¿, dice sin mucho convencimiento.
El acto concluye después de que suene el himno De pacem domine, un himno que el estonio Arvo Part compuso inspirándose en los atentados que hoy se conmemoran. Sólo entonces la multitud rompe en aplausos.
La muchedumbre se aleja en silencio, aunque alguna que otra persona permanece en el sitio, callados y con la mirada perdida, como si desearan no tener que venir cada 11 de marzo a rememorar un atentado que nunca tuvo que haber ocurrido.