La madrileña estación de Moncloa supera en tráfico de viajeros al aeropuerto de Barajas
- 3.875.000 viajeros han usado los autobuses y el metro de Moncloa en un mes
- La obra ha costado 97 millones de euros y aún queda otra fase que costará 16
- Los usuarios ya no tienen que compartir espacio con los autobuses
- Hay quienes se quejan de la señalización del nuevo intercambiador de transporte
Bajando al intercambiador de Moncloa, en el corazón de Madrid, vemos cómo son las 'tripas' de la ciudad, todo un hormiguero humano. Con 3.875.000 viajeros al mes esta estación tiene tanto tráfico como el aeropuerto de Barajas.
Esta macroestación concentra el transporte público que va y viene de una treintena de pueblos del norte de Madrid, algunos tan poblados como Las Rozas con 76.000 habitantes censados. Pueblos en los que viven o trabajan los 125.000 viajeros que usan las 19 líneas de autobuses urbanos, 47 líneas de interurbanos y dos líneas de metro que paran en Moncloa
Hace un mes Esperanza Aguirre inauguró un renovado intercambiador, después de que el viejo, construido en 1995, se quedara pequeño y sobre todo obsoleto.
El viejo intercambiador
En esas obras la Comunidad se gastó 97 millones de euros y a partir de hoy comienzan otras, las de renovación del viejo intercambiador, que costarán 16 millones. Se trata de la parte de la estación que durante los meses que duró la primera obra permitió que se siguiera prestando servicio a las decenas de miles de usuarios.
Los operarios han comenzado a trabajar este miércoles y quieren que todo esté listo en nueve meses. Entonces, a las 20 dársenas actuales se le sumarán otras 14, donde pararán unas líneas de autobuses que a día de hoy por falta de espacio lo hacen en la superficie.
Puertas automáticas y nada de humo
Antonio acude a Madrid todos los días desde Becerril (50 km) por trabajo. Al preguntarle sobre el nuevo intercambiador asegura que "de cara al verano no habrá que pasar calor y sobre todo ha mejorado el hecho de no tener que estar tragando el humo de los autobuses".
Y es que hasta hace un mes los viajeros esperaban a pie de dársena, respirando el humo de los innumerables autocares que por allí circulaban. Ahora sin embargo, autobuses y usuarios están separados por una cristalera, con una puerta que se abre pulsando un botón. Pero ese botón sólo funciona cuándo el vehículo está parado y nunca antes de descargar a unos viajeros que atraviesan la cristalera por otra puerta también automática.
Mari Luz, de Villalba, a 41 kilómetros de Madrid, añade que "los horarios están ligeramente más controlados, ves cuánto tiempo falta para que llegue el autobús". Se refiere a que ahora puede ver cuántos minutos faltan para que llegue el autobús que espera mediante unas pantallas electrónicas situadas en cada dársena.
María, de Alpedrete, a 45 kilómetros de Madrid, no está, sin embargo, tan convencida con las bondades del nuevo intercambiador. Desde mitad de la cola, a seis metros de las pantallas nos dice "por ejemplo eso yo no lo veo", y añade que "la señalización no está clara".
Pero María no es la única que anda despistada con las señales del nuevo intercambiador. En el espacio de una hora que hemos estado visitándolo, al responsable que nos acompaña en la visita le preguntan una decena de personas sobre cómo se llega al metro o cómo se sale a la calle.