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La UE acoge con frialdad la Unión Mediterránea

  • El presidente del Parlamento Europeo arremete contra la propuesta francoalemana
  • España pide que sea compatible con el Proceso de Barcelona
  • La desaceleración económica y el cambio climático centran el Consejo Europeo 

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El presidente francés, Nicolás Sarkozy, y la canciller alemana, Ángela Merkel, antes de comenzar el Consejo Europeo, en Bruselas.
El presidente francés, Nicolás Sarkozy, y la canciller alemana, Ángela Merkel, antes de comenzar el Consejo Europeo, en Bruselas.

La frialdad en torno a la propuesta francoalemana de crear una Unión Mediterránea protagoniza la primera jornada de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea que se celebra en Bruselas.

El solapamiento con el llamado Proceso de Barcelona, las dificultades operativas que plantearía la convivencia entre los países musulmanes e Israel y la ausencia de propuestas concretas han concentrado las críticas al proyecto de Merkel y Sarkozy. 

Críticas del Parlamento Europeo

El más duro ha sido el presidente del Parlamento Europeo, Hans-Gert Pöttering, que ha criticado el proyecto impulsado por el presidente francés por haber "ignorado" a la Eurocámara en su lanzamiento.

Además, ha recordado que el Proceso de Barcelona -creado durante la Presidencia Española de 1995 para impulsar las relaciones con la orilla sur del Mediterráneo- contempla una Asamblea Euromediterránea que no aparece en la propuesta presentada en Bruselas.

Apoyo español con reservas

En la misma línea se ha pronunciado el secretario de Estado para la Unión Europea, Alberto Navarro, que ha pedido que el proyecto de Sarkozy se llame Proceso de Barcelona /Unión Euromediterránea.

El gobierno español, que apoya el proyecto de Sarkozy, ha asegurado que no siente "envidia" por el creciente peso francés en los páíses del magreb. Sin embargo, Navarro ha puntualizado que la idea de crear una copresidencia mediterránea no es viable debido a que los países árabes que no tienen relaciones con Israel no aceptarían que presidiera el proyecto.

Una componenda entre Francia y Alemania

Por su parte, algunos mandatarios de países del norte y el este de Europa se han mostrado escépticos con el proyecto. "Lo único que nos importa es que no sea un grupo especial formado por unos pocos países", ha precisado el canciller austríaco, Alfred Gusenbauer. Para el primer ministro finés, Matti Vanhanenel proyecto carece de contenido práctico.

De hecho, ésta es una de las principales críticas que ha recibido el proyecto tras ser acordado por Merkel y Sarkozy. Lo único que se ha concretado sobre esta unión de países es que celebrará cumbres cada dos años, que tendrá un secretario permanente sometido a dos directores y que pondrá en marcha proyectos en áreas como el medio ambiente, la energía o la inmigración.

Estas líneas maestras coinciden con las establecidas en el Proceso de Barcelona, una iniciativa que se ha perdido en el olvido debido a la intoxicación provocada en la zona por el conflicto palestino-israelí.

Lejos queda la idea original propuesta de Sarkozy, que incluía sólo a los nueve estados de la costa mediterránea, nueve agencias , un banco y una cumbre anual. Esta propuesta fue contestada inmediatamente por Merkel, que se negaba a que un grupo de países se desgajase de la Unión Europea.

Preocupación por la economía

La cumbre de Bruselas tiene como tema básico de la agenda las malas perspectivas económicas de la zona euro por la fortaleza de esta moneda frente al dólar, la alta tasa de inflación y los efectos de la crisis crediticia desatada en Estados Unidos.

Por este motivo, está previsto que se aprueben un nuevo ciclo de reformas que aumenten la competitividad de la economía europea. Además, se apostará por incrementar la transparencia del mercado financiero europeo.

Cambio climático

Otro de los puntos calientes de la cumbre será la definición de un calendario para hacer frente al cambio climático. La Unión Europea se quiere convertir en líder mundial en la lucha contra el calentamiento global, por lo que quiere establecer una postura común de cara a la cumbre de la ONU que se celebrará en 2009 en Copenhage.

En ella se fijará un nuevo objetivo de reducción de emisiones de CO2 a la atmósfera que cóntará, probablemente, con la oposición de Estados Unidos.