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El tiempo echa a andar en el Reino del Dragón

  • Bután no contaba con con carreteras ni moneda hasta 1960
  • La primera televisión llegó al país en 1999
  • Ocupa el octavo puesto mundial en felicidad

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Varios butanenses hacen cola para votar.
Varios butanenses hacen cola para votar.

En los últimos años, el montañoso reino de Bután ha evolucionado a una velocidad de vértigo para la mayoría de sus habitantes.

Tras años de aislamiento mundial, el rey Wangchuk, cansado del poder, abdicó en 2006 no sin antes acometer una importante renovación del país.

"La democratización del país parte de la decisión del rey. De hecho, muchos de los ciudadanos participan en el proceso porque tienen fe en el rey. La democracia es su deseo", ha reconocido Palden Tsering, portavoz del Partido Virtuoso.

Del medievo al futuro

El ritmo de los cambios ha asustado a parte de los habitantes del país, conocido como el último Shangri-La, que vivió hasta hace poco en un ambiente medieval: no tuvo carreteras, teléfono ni moneda hasta la década de 1960.

Durante su reinado, el rey Wangchuk se embarcó en una rápida modernización que desembocó en la legalización de la televisión e Internet (1999) y, más tarde, de la libertad de prensa, en parte para favorecer la cultura democrática.

La felicidad, producto nacional

Pero el renombre mundial de Bután proviene de la institucionalización de la Felicidad Nacional Bruta, un peculiar PIB consistente en el fomento de las tradiciones y la protección del medio ambiente y la verdad en lugar de preocuparse por los bienes materiales.

Su política ha dado frutos entre los butaneses, que, pese a su precariedad económica, son según un estudio de la británica Universidad de Leicester el octavo pueblo más feliz del mundo, por delante de Estados Unidos.

Restricciones al turismo

Recelosos de su cultura, Bután mantiene el cerrojo a "medio echar" para el turismo. Este paraiso cercano al Himalaya sólo está a disposición de turistas que quieran pagar 100 dólares al día por su estancia en el país. De esta forma, el país mantiene un turismo elitista y evita aglomeraciones que puedan interferir en cultura local.

Llena de retos, esta democracia recién nacida comparte sin embargo rasgos de otras más veteranas, como las inevitables anécdotas de la jornada electoral: la más sonada la protagonizó Tshewang Dema, una mujer de 65 años que caminó 600 kilómetros durante catorce días para poder depositar su papeleta.

"Me mareo en los coches, y como no quería perder mi voto, caminé", declaró Dema al rotativo "Bhutan Times".