Benedicto XVI, un guardián conservador del legado de Juan Pablo II
Los tres primeros años de Pontificado son, en líneas generales, una política continuista
Ha introducido leves reformas, como recuperar la misa en latín o resucitar el infierno
Hoy se cumplen tres años de la muerte de Juan Pablo II y el 19 de abril el tercer aniversario del mandato de su sucesor, Benedicto XVI. Joseph Ratzinger, quien fuera brazo de derecho de su antecesor durante su pontificado, ha mantenido en este tiempo las principales líneas de Juan Pablo II, aunque sí ha imprimido una mayor dureza en determinados aspectos.
No obstante, a su llegada se preveía un mayor endurecimiento de las posturas de la Iglesia y se le acusó de desear restituir la doctrina previa al Concilio Vaticano II, pero la política continuista ha sido el factor dominante. Esos temores sólo se han cumplido en cuestiones quizás de índole menor, como la recuperación de la misa en latín o la del infierno.
Tres años después, Benedicto XVI recuerda a Juan Pablo II como "apóstol de la misericordia" y avanza en el proceso de su beatificación. Ratzinger abrió hace dos años la causa para beatificarlo, sin esperar al cumplimiento de los cinco años de la muerte, como prescribe el derecho canónico. El 2 de abril de 2007 fue proclamado "siervo de Dios", una fase previa a su declaración como santo".
Rechazo a las uniones homosexuales
El actual Papa ha seguido los preceptos de Karol Wojtyla en cuestiones como no permitir la ordenación de las mujeres, que los divorciados no puedan comulgar o el rechazo al matrimonio de los sacerdotes, además de dejar claro que los homosexuales no pueden tampoco ser ordenados.
También en lo que respecta a la homosexualidad, Ratzinger, como Prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe -cargo para el que fue designado por Wojtyla al principio de su mandato y ocupó hasta el final-, manifestó el rechazo de la Iglesia católica a las uniones legales entre personas homosexuales.
Pese a que Ratzinger habla de la necesidad de "respetar" a unas personas "que sufren y quieren encontrar su forma de vivir adecuada" para referirse a los homosexuales, cree que la legalización del matrimonio homosexual es "destructiva para la familia y la sociedad". De hecho, el Papa atacó con gran dureza la legalización del matrimonio homosexual en España. Las relaciones se suavizaron algo tras reunirse con el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, con motivo de su primera y única visita a España, en concreto a Valencia, en julio de 2006.
Nada ha cambiado tampoco en lo que se refiere al rechazo de los métodos anticonceptivos y la condena absoluta de la eutanasia.
Diálogo interreligioso
Benedicto XVI sigue también los pasos de Juan Pablo II en el ecumenismo, en su afán por fomentar el diálogo interreligioso. Pero unas desafortunadas declaraciones en la universidad alemana de Ratisbona a punto estuvieron de provocar un cisma con los musulmanes. Parafraseó al emperador bizantino Manuel II el Paleólogo: "Muéstrame también aquello que Mahoma ha traído de nuevo y encontrarás solamente cosas malas e inhumanas, como su disposición a difundir por medio de la espada la fe que predicaba".
Estas palabras provocaron protestas airadas en numerosos países musulmanes, aunque el Papa aseguró que no había querido ofender a los musulmanes y pidió disculpas. Las aguas volvieron finalmente a su cauce.
Diferencias de concepto
Las principales diferencias entre ambos pontificados se centran en cuestiones como la recuperación de la misa en latín a través de un 'Motu propio' de Benedicto XVI en junio de 2007. Realmente, la misa en latín nunca fue suspendida de modo oficial por el Concilio Vaticano II, aunque sí cayó en desuso como consecuencia de las nuevas normas que daban prioridad a la celebración de la misa en las lenguas vernáculas.
Ratzinger levantó así las restricciones que había impuesto en su día Juan Pablo II a oficiar la misa en latín, para lo que estableció como requisito la recogida de firmas y el permiso del obispo de la diócesis.
Este 'Motu Propio' del Papa también implicó un paso adelante hacia el retorno de los Lefebvrianos a la Iglesia católica, dada su oposición a las reformas doctrinales y disciplinares introducidas en el Concilio Vaticano II.
Otros conceptos modificados por Benedicto XVI han sido el infierno o el limbo. En el primer caso, frente a lo dicho por Juan Pablo II respecto a que el infierno no era un lugar, Ratzinger sostiene que "existe y es eterno".
En el segundo caso, Ratzinger recuperó su propuesta de 1984 -aunque esto sí por encargo de Juan Pablo II- de eliminar el limbo, ya que "nunca fue una verdad de fe", con lo que los niños muertos no bautizados pueden "salvarse y gozar de Dios"
Por el momento, éstas son las principales divergencias respecto de su antecesor de Benedicto XVI, aunque son sólo los tres primeros años de mandato.