Los hijos del 'Carcelero de Austria' sufren daños físicos y psíquicos por su aislamiento
- Su piel y sus ojos no ha estado nunca en contacto con la luz solar
- La mayor de las hijas fruto del incesto se encuentra en coma inducido
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Los tres hijos que Josef Fritzl, el Carcelero de Austria, mantuvo encerrados en el sótano de su casa, junto a Elizabeth Fritzl, su hija y a la vez madre de siete vástagos, sufren tanto problemas físicos, sobre todo en la piel y los ojos, como psicológicos a causa del confinamiento al que les sometió durante décadas su abuelo y padre.
Los tres, de 19, 18 y cinco años, son fruto de los repetidos abusos que Fritzl infligió a su hija Elizabeth durante 24 años de encierro en el zulo, de apenas 60 metros, que hay bajo el domicilio familiar, en Amstetten.
Otros tres hijos de la relación incestuosa, de entre 10 y 15 años, fueron acogidos en el hogar, presentándolos como vástagos que la hija habría tenido en una secta y abandonado al cuidado de sus abuelos, mientras que un séptimo hijo nació muerto y Fritzl, que ha tenido otros siete hijos con su mujer, lo incineró en la caldera de la casa.
Aislamiento psicológico
El psiquiátra Max Friedrich, que atendió hace casi dos años a Natascha Kampusch, la joven que escapó de su secuestrador tras más de ocho años de cautiverio, y que trabaja en el hospital donde están siendo tratados, ha explicado que los hijos que han permanecido encerrados están siendo sometidos a varias pruebas, sobre todo en los ojos y su piel, que no han estado nunca en contacto con la luz del sol.
En el aspecto psicológico, Friedrich ha subrayado que ninguno de los tres ha podido "desarrollar ningún tipo del sentido de la comunidad que podrían haber obtenido yendo a la escuela o jugando" con otros niños.
El calabozo disponía de cuatro habitaciones de techos de apenas 1,7 metros de altura, en donde Fritzl instaló un baño, una ducha y también un televisor, lo que permitió a sus moradores cierto contacto con el mundo exterior.
La hija mayor, grave
La macabra historia ha salido a la luz cuando la mayor de los hijos encerrados, Kerstin, de 19 años, tuvo que ser hospitalizada por sufrir una grave enfermedad, que los médicos atribuyen a una degeneración genética típica de un incesto. Según ha informado el médico responsable del caso, Albert Reiter, la joven se encuentra en un estado "muy grave" en un coma inducido, y "sólo Dios sabe" si podrá sobrevivir.
Tras ser internada en un hospital local, Fritzl liberó a los otros dos hijos que todavía permanecían encerrados y le explicó a su mujer que Elisabeth, la hija desaparecida, había vuelto finalmente y que esos hijos eran producto de sus relaciones mantenidas en una secta.
Las autoridades se han negado por el momento a explicar cuál es el estado psíquico de los encerrados.