Los servicios sociales visitaron 20 veces al 'carcelero de Amstetten' sin detectar nada
- Los niños adoptados estaban "bien cuidados" según los servicios sociales
- Tras prescribir los delitos sexuales, los antecedentes policiales se borran
- Los vecinos piden cambios legislativos y un registro de delincuentes sexuales
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Los análisis de ADN confirman que Josep Fritzl es el padre biológico de los seis vástagos de su propia hija Elisabeth a la que mantuvo encerrada durante 24 años en un sótano en la localidad austríaca de Amstetten. Un séptimo hijo fruto de la relación incestuosa nació muerto y fue incinerado en la caldera de la casa.
Tres de los niños fueron adoptados por sus abuelos, tras contar Fritzl que Elisabeth estaba en una secta y otros tres han vivido siempre encerrados con sólo una televisión como ventana al exterior.
Nada raro
Los servicios sociales visitaron a los menores hasta en 20 ocasiones, pero no lograron detectar nada extraño en la casa. Esta mañana se ha sabido que los tres pequeños adoptados fueron escogidos por ser los que más lloraban, más ruido hacían y los de salud más débil, para evitar que su presencia subterránea fuera advertida.
A raíz de este caso y del de Natascha Kampusch, que escapó tras ocho años de cautiverio, en Austria se ha abierto un debate acerca de la legislación sobre delitos sexuales. En la actualidad cuando este tipo de delitos prescribe los antecedentes se borran de los registros policiales lo que dificulta prevenir nuevas agresiones.
Algunos de los vecinos de Amstetten son partidarios de crear un registro de delincuentes sexuales para que no se vuelva a repetir un caso así.
Permiso para el zulo
En la zona es común la construcción de refugios subterráneos. La casa de los Fritzl es del siglo XIX y tenía permiso para edificar un sótano, aunque no con unas dimensiones tan amplias. Al parecer el 'carcelero de Amstetten' realizó varias ampliaciones.
A consecuencia del encierro, tanto la madre como los niños sufren problemas de piel y son sensibles a la luz del sol. Según algunos testigos, el aspecto de Elisabeth pese a tener 42 años es el de una anciana, con el pelo blanco y el rostro surcado de arrugas.