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Los inquilinos del 'carcelero' de Austria pagaron la electricidad del zulo

  • Los inquilinos sospechaban porque el contador avanzaba con todo apagado
  • Uno de ellos se arrepiente de no haber investigado más a fondo
  • El 'carcelero' le vetó el acceso al jardín y al sótano, y la tenencia de animales
  • Cuando compró un perro, éste no paraba de ladrar al pasar por las escaleras
  • Otros inquilinos se quejaban de que les faltaba comida en los frigoríficos

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Un antiguo inquilino de Josef Fritzl, el hombre que mantuvo a su hija Elisabeth encerrada en un sótano durante 24 años, dice estar seguro de que mientras vivió en el mismo edificio pagó sin saberlo la electricidad consumida por los habitantes del calabozo.

Sepp Leitner es un camarero que a principios de los años 1990 alquiló durante cuatro años un apartamento de 30 metros cuadrados en la planta baja de "la casa de los horrores", en la localidad austríaca de Amstetten, según ha declarado al diario 'Die Presse'.

En declaraciones al rotativo afirma que nunca oyó ningún ruido que le resultara sospechoso, pero lo que sí le llamó la atención fueron sus exorbitantes cuentas de electricidad, por las que tuvo una pelea con Fritzl, aunque finalmente tuvo que pagarlas.

No investigó lo suficiente

Hoy se arrepiente profundamente de no haber indagado más, pues está convencido de que si lo hubiese hecho se habría descubierto mucho antes el macabro secreto del dueño del edificio. Su cuenta de electricidad correspondiente a un trimestre era de unos 350 euros.

Apenas tenía electrodomésticos, ni siquiera una lavadora de ropa, pero se percató de que, aun cuando apagaba todas las fuentes de consumo eléctrico, el contador seguía marcando. Asegura que intentó averiguar las causas de tan extraño hecho con un técnico electricista, pero sin éxito.

"Si hubiese seguido escarbando hasta desvelar el secreto de las cuentas de electricidad, quizás hace mucho que se hubiese encontrado el escondite" minuciosamente construido por Josef Fritzl, quien precisamente era técnico electricista de profesión. Por otro lado, el camarero ha dicho que recuerda haber visto con frecuencia a Fritzl "como entraba en el jardín por las noches, siempre con bolsas de compras".

Los inquilinos no podían usar el jardín o bajar al sótano

A los inquilinos les estaba prohibido usar el gran jardín del edificio, entrar en el sótano o utilizar la terraza, y también tener animales domésticos. Pero a pesar de ello, Leitner se compró un perro con la esperanza de que Fritzl no lo descubriese, pero el can llamó la atención al poco tiempo. Un nuevo motivo de pelea con el arrendador que finalmente lo llevó a dejar el apartamento.

El camarero recuerda que el perro solía "asustarse mucho" por las noches y piensa ahora que fue porque el animal sentía a los habitantes de abajo.

Asimismo, cree saber ahora la razón de otro misterio: muchas veces desaparecía comida de su refrigerador, y lo mismo le ocurría a otros inquilinos.

Sabían que el dueño del edificio tenía una llave que abría todos los apartamentos, pero no podían imaginarse que tuviera necesidad de robar comida.

Hoy Leitner está seguro que los alimentos desaparecidos eran destinados a Elisabeth y los tres hijos que vivían con ella.