La sombra de los conservadores planea sobre Downing Street
- Los laboristas se quedan como tercera fuerza política, tras los 'tories' y los liberaldemócratas
- Los mismos resultados en unas generales darían una mayoría de 138 escaños a los 'tories'
Pocos recordaban una debacle semejante: la pérdida de la capital, la joya de la corona laborista, ha dado la puntilla al partido del primer ministro, Gordon Brown, tras el descalabro en los comicios municipales de Inglaterra y Gales.
Desde hacía 40 años, los laboristas no habían sufrido una humillación semejante en las urnas. La pérdida sin duda más dolorosa, por su valor simbólico, es la de la alcaldía de Londres, auténtico feudo desde el 2000 del laborista Ken Livingstone, expulsado ahora del poder por un ex periodista "tory" con aires de bufón simpático, propensión a meter la pata, y sin experiencia política de primera línea.
Estos resultados, si se extrapolaran a unas elecciones legislativas, darían a los conservadores una amplia mayoría en la Cámara de los Comunes y, por tanto, el gobierno de la nación.
La 'maldición' de Mayor
La estrepitosa derrota laborista recuerda a la que sufrió en 1995 el entonces primer ministro John Mayor, precisamente en otros comicios municipales. Dos años más tarde, el líder conservador perdió las elecciones generales ante Tony Blair, destino que algunos empiezan a augurar ahora también a Brown, a quien sus enemigos acusan de haber forzado con sus maniobras la salida prematura de Blair del número 10 de Downing Street.
Brown heredó el cargo a finales de junio directamente de Tony Blair. No se atrevió a convocar elecciones legislativas a finales del año pasado porque los sondeos no le garantizaban la victoria. Tiene de plazo hasta 2010 y, a la vista de los resultados, los observadores creen que agotará la legislatura.
Voto de castigo
Menos de un año después de acceder al cargo, Gordon Brown atraviesa las horas más bajas de su mandato. Las torpezas y vacilaciones que han caracterizado la gestión del actual primer ministro en los últimos meses explican, según los analistas, los malos resultados electorales, aunque también han influido factores económicos fuera de su control.
La tardanza en resolver la crisis del banco Northern Rock, nacionalizado tras fuertes inyecciones de dinero público, la creciente inflación y las dificultades para conseguir hipotecas parecen haber acabado con el crédito de que gozó Brown cuando era ministro de Economía y se ufanaba de haber presidido el mayor período de estabilidad económica en la historia de este país.
A ello se añade el fuerte malestar en las bases laboristas por la decisión del Gobierno de eliminar la franja impositiva más baja, que beneficiaba a las personas de menores ingresos, y el empeño del primer ministro en aumentar de 28 a 42 días el período de detención sin cargos de un sospechoso de terrorismo, algo que no convence no sólo a la oposición, sino tampoco a la propia izquierda laborista.
Con las elecciones de hoy, muchos diputados, entre ellos cargos del Gobierno, que tendrán que medir sus fuerzas en las urnas dentro de dos años, han visto las orejas al lobo. Si Brown no remonta el vuelo, los conservadores de David Cameron podrían volver a Downing Street 11 años después de perder el poder.