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La ayuda de emergencia internacional se vende en los mercados de Rangún

  • Las grupos paramilitares se lucran con la ayuda de emergencia
  • El precio del arroz se ha duplicado desde el azote del ciclón
  • Los cooperantes extranjeros siguen esperando los visados

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La ayuda internacional recibida por Birmania no llega a muchos de los afectados por el ciclón Nargis puesto que parte es decomisada por las milicias progubernamentales, para luego venderla en los mercados de la capital.

A plena luz del día, varios tenderetes tienen apilados sacos de arroz con el emblema de la ONU y las siglas del WFP (Programa Mundial de Alimentos, PMA), según ha comprobado la agencia Efe en Theingyi Zei, el mayor bazar de Rangún.

Otros puestos venden frutos secos y verduras en cajas que portan el sello "Ayuda del Reino de Tailandia" debajo de grandes pegatinas con imágenes de altos jerarcas de la Junta Militar, entre ellos su máximo líder, el general Than Shwe.

Preguntado por la procedencia del grano, un comerciante, de origen indio, se limita a señalar su precio: 3.000 kyat por un cuenco, equivalente a unos diez dólares al cambio oficial, algo menos de 3,5 dólares en el mercado negro y casi el doble de lo que se pagaba hasta ahora.

Aterrorizados por los paramilitares

"El arroz extranjero es más caro porque es fresco, no se está pudriendo como el resto" explica una anciana que no revela su nombre por temor a los militantes de la Asociación para el Desarrollo y Solidaridad de la Unión (USDA), grupo paramilitar al que acusa de traficar con la ayuda humanitaria.

Algunos birmanos temen incluso más que a las fuerzas de seguridad a esta organización paramilitar auspiciada por el régimen, y que en 2003 mató a unas setenta personas en el ataque llevado a cabo al norte del país contra la Nobel de la Paz, Aung San Su Kyi y sus seguidores.

Empleada por la junta para intimidar a los opositores e informar de cualquier actitud subversiva, sus 24 millones de afiliados patrullan las calles armados con porras para golpear a estudiantes, activistas y, tras las manifestaciones del pasado septiembre, también a los monjes budistas, antaño intocables.

Mientras decenas de cooperantes extranjeros del PMA esperan en Bangkok a que las autoridades birmanas les concedan un visado para viajar a las zonas devastadas por el ciclón, donde más se les necesita, los acérrimos del régimen y los comerciantes se lucran del material de emergencia donado por la comunidad internacional.

Hasta ahora, al menos 78.000 personas han perdido la vida a causa del ciclón, según el último recuento oficial, aunque la ONU eleva la cifra por encima de los cien mil fallecidos y calcula dos millones y medio de afectados, a los que a menos de 500.000 les ha llegado la ayuda internacional.