José Tomás agranda su mito en Madrid
Corta cuatro orejas y sale a hombros de Madrid por séptima vez
Su faena en el segundo toro, antológica
La plaza, abarrotada y con la reventa por las nubes
Llegó José Tomás y todo cambió. Después de seis años de ausencia, el misterioso y huidizo torero madrileño volvió a la plaza que le hizo grande, Las Ventas de Madrid, y el toreo cobró por fin sentido después de una feria de San Isidro casi para olvidar. Cuatro orejas, la Puerta Grande abierta y el público toreando por las calles, ilusionado, radiante.
La impresionante faena a su primer toro, al que ha recibido con seis ajustadas chicuelinas, le valió ya la salida a hombros. No sólo por el esmerado toreo de capa, sino, sobre todo, por la tercera tanda de muletazos, que hizo correr al toro como si fuera por un carril. Un arrojado estoconazo, acunándose en los pitones, ha servido para concluir una faena magistral y para que el público, volcado, obligase al presidente a entregar las dos orejas del toro.
En el quinto, de Victoriano del Río y justo de lámina, Tomás estuvo a gusto con el capote, apuntando bellas verónicas en un quite. Después de que el animal pelease brillantemente en varas, donde el picador ejecutó dos pullazos de los que ya no se ven, José Tomás se fue a por el toro y realizó varios estatuarios que paralizaron a la plaza. Con la izquierda, sin estar tan bien como en el primero, volvió a trazar naturales importantes y la plaza, puesta en pie, premia su asombroso valor con otras dos orejas y gritos de "torero, torero". No hay que olvidarse de cómo mató a este segundo de su lote: recibiendo. Un monumento a la tauromaquia más clásica.
La plaza, completamente enloquecida, ha ovacionado sin tregua a Tomás, cuya sola presencia en Madrid había servido para que las entradas costasen más de 2.000 euros en la reventa. No es de extrañar que en Las Ventas no cupiera un alfiler y que en los tendidos menudeasen caras conocidas. No faltó ni el Rey, que estuvo en una barrera.
Había quien tenía sus dudas con José Tomás, sobre todo, después de que en sus últimas faenas no hubiera estado a gran altura. Sin embargo, el de Galapagar ha vuelto a dar muestras de su inigualable concepto del toreo. Valiente hasta el paroxismo, nadie se coloca donde él se coloca y nadie es capaz de estarse tan quieto mientras los pitones rasgan el aire casi por debajo de su taleguilla. Sus naturales largos, hondos, llenos de belleza, son únicos. A nadie debe extrañar que mucha gente le considere el mejor torero del mundo. Desde luego, las cuatro orejas de hoy han agrandado su leyenda a límites que sólo Manolete alcanzó.
El resto de la terna
Compartían cartel con José Tomás Javier Conde y Daniel Luque, que confirmaba la alternativa. La terna había sido muy discutida por el bajo nivel de los acompañantes de Tomás y, desde luego, parece que los críticos tenían razón. Javier Conde apenas se dejó ver en su primer toro, que sólo sirvió para que José Tomás realizara un celebrado quite por gaoneras. Ajustadas, pero un poco sobadas últimamente.
En su segundo oponente, Conde estuvo todavía peor. A pesar de que el animal era una máquina de repetir embestidas, el matador no supo qué hacer con él. Y eso que lo recibió con dos buenas verónicas, pero, al final lo dejó ir entre pitos.
Por su parte, Luque estuvo muy soso en el toro de la graduación, un noble animal que se empleó en varas pero que luego no estuvo a la altura. Con el sexto gustó bastante al público de Madrid.