La UE resucita la vieja guerra de los horarios
La pol
Enlaces relacionados
El 23 de noviembre de 1993, el Consejo de Ministros de la Unión Europea aprobó la jornada laboral máxima de 48 horas semanales. La medida de los Doce incluía también las horas extraordinarias y fue calificada por el entonces comisario de Trabajo, Padraig Flynn, como "un hito en el camino de la Europa social". Gran Bretaña, que siempre se había opuesto, consiguió incluir una cláusula que permitía a los trabajadores que lo desearan ampliar voluntariamente su jornada.
Quince años después, la postura británica ha acabado imponiéndose: los ministros de Trabajo de la UE, formada ahora por 27 países, han dado luz verde a la polémica directiva de Tiempo de Trabajo, que abre la puerta a alargar la jornada laboral de los europeos hasta las 60 horas semanales. Para algunos colectivos, como el de los médicos, el límite se extiende hasta las 65.
La directiva, que aún debe ser aprobada por el Parlamento Europeo, llega después de cuatro años de intenso debate en el seno de la UE de y seis intentos fallidos para sacarla adelante. España siempre se ha mostrado en contra, pero en los últimos meses, ha perdido el apoyo de sus dos tradicionales aliados, Francia e Italia, y eso ha inclinado finalmente la balanza a favor del 'sí'.
El efímero ejemplo de Francia
Francia fue precisamente el primer país del mundo que aprobó la jornada laboral de 35 horas. La histórica ley entró en vigor el 1 de febrero del año 2000, en medio de las protestas de algunos sectores, como el de los camioneros, que pedían mejoras salariales para hacer frente a esta reducción.
Hoy, la medida estrella del socialista Lionel Jospin corre serio peligro: Sarkozy ha prometido mantenerla, pero el presidente francés ya ha anunciado que eliminará todos los "obstáculos" que impiden ampliar la jornada laboral.
Una vieja conquista social
La lucha por la reducción de la jornada laboral ha sido una constante en la historia del movimiento obrero. En la primera fase de la Revolución industrial, a finales del siglo XVIII y a comienzos del XIX, los trabajadores tenían que sorportar jornadas durísimas, que en muchos casos excedían las 16 horas.
Inglaterra fue el primer país que limitó la duración de la jornada laboral: después de años de protestas en la calle, el Parlamento inglés aprobó en 1846 la jornada máxima de diez horas, aunque al principio sólo afectaba a mujeres y menores de 18 años. En 1848, la Revolución de Febrero, en Francia, logró hacerla extensiva a todos los trabajadores.
En España, un real decreto del gobierno de Romanones generalizó la jornada laboral de ocho horas en 1919. En 1983, se aprobó que la jornada máxima no excediera las 40 horas por semana.