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Los molinos del Quijote vuelven a funcionar 500 años después

  • Un programa ha restaurado tres molinos de los diez que quedan en pie
  • El Ayuntamiento quiere que sean declarados Patrimonio de la Humanidad

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Tres de los diez molinos harineros de Campo de Criptana que inspiraron a Cervantes para citarlos en El Quijote han vuelto a funcionar quinientos años después de que lo hicieran por primera vez, gracias a una iniciativa que ha permitido su recuperación y restauración.

La puesta en marcha de los molinos se ha escenificado en un acto que ha tenido lugar hoy en la sierra de este municipio manchego que cobija estos ingenios industriales, ante la atenta mirada de cientos de personas, según ha informado el Ayuntamiento.

Los molinos quieren ser Patrimonio de la Humanidad

El alcalde de Campo de Criptana, Santiago Lucas-Torres, ha asegurado que la puesta en marcha simultánea de los tres únicos molinos de viento del siglo XVI existentes en la Península Ibérica "es un paso de gigante para poder obtener su declaración como Patrimonio de la Humanidad".

Lucas-Torres ha agradecido el apoyo de la Fundación Caja Madrid en la redacción y el desarrollo del Plan Especial de Protección de la Sierra de los Molinos y del Barrio del Albaicín, que ha permitido "salvaguardar este patrimonio universal para conocimiento y disfrute de generaciones presentes y venideras".

El plan de recuperación de los molinos ha contado con un presupuesto de 840.000 euros, de los cuales 480.000 han sido aportados por la Fundación y 360.000 por el Ayuntamiento de Campo de Criptana.

Molinos centenarios

En el siglo XVIII, el Catastro del Marqués de la Ensenada documentaba la existencia de 34 molinos harineros en Campo de Criptana, de los que hoy se conservan diez, de los cuales solamente tres -los denominados "Sardinero", "Burleta" e "Infanto", del siglo XVI- conservan gran parte de su estructura y mecanismo original y están declarados Bienes de Interés Cultural desde 1979.

Según los estudiosos, los molinos de Campo de Criptana son los que Cervantes describe en el capítulo VIII del Quijote y que su protagonista confunde con gigantes, en uno de los episodios más conocidos de la novela.