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Mercurio, el planeta menguante

  • El planeta se encoge a mayor velocidad de lo previsto
  • Es fruto del enfriamiento del núcleo, que potencia además el magnetismo
  • Se han hallado evidencias de actividad volcánica en el nacimiento del planeta

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El planeta más pequeño del Sistema Solar se está volviendo aún más pequeño y a mayor velocidad de lo que se pensaba, según ha mostrado la sonda espacial Messenger, que se acercó a tan solo 200 kilómetros de la superficie de Mercurio el pasado mes de enero.

Lo acaban de difundir científicos estadounidenses en un artículo publicado en el último número de la revista Science, en el que se achaca este proceso al enfriamiento que está experimentando su núcleo.

Este proceso, que también está potenciando el campo magnético del planeta, es un tercio más rápido de lo que se pensaba.

El vuelo de la sonda Messenger es el primero que se acerca a Mercurio desde el tercer vuelo de la sonda Mariner 10, en 1975, y volverá a repetirse en 2011, cuando entre de nuevo en órbita del planeta.

Actividad volcánica

Los astrónomos ya revelaron que la nave había mostrado evidencias de la actividad volcánica del planeta en áreas como la cuenca de Caloris, uno de los impactos más recientes del Sistema Solar.

Allí han encontrado aberturas volcánicas y restos piroclásticos producidos por el volcán cuando entró en erupción.

Estos investigadores creen que estos cráteres han sido llenados con grandes cantidades de lava, de 2,7 kilómetros de profundidad.

Esta actividad volcánica se habría producido en los primeros estadíos del planeta, hace entre 3.000 y 4.000 millones de años.

Influencia del núcleo

Toda esta configuración de la superficie mercuriana es consecuencia de la actividad del núcleo, cuyo campo magnético atrae los vientos cargados de partículas procedentes del Sol haciendo que el planeta esté cargado eléctricamente con iones de silicio, sodio e incluso agua.

El impacto del núcleo también se deja sentir en la forma de la superficie, formado por estructuras téctónicas de forma lobular.

"Se trata de enormes acantilados que marcan la cima de las fallas de la corteza terrestres formadas por la contracción del área colindante", ha explicado Sean Solomon, de la Institución Carnegie de Estados Unidos, uno de los autores del estudio, en declaraciones a la BBC.