Leonard Cohen satisface al público más numeroso de esta edición del FIB
- El veterano artista canadiense ha ofrecido un recital de una hora en la última jornada
- Ha regresado a un escenario español tras 15 años de ausencia
- El público joven del FIB descubre a este "señor tan guapo y elegante"
Leonard Cohen ha tirado esta tarde por tierra el tradicional concepto del festival de verano para convertir el de Benicàssim en un gran teatro al aire libre, donde su enorme talento, su glorioso pasado y su aún atractivo presente ha conquistado a un público entregado con respeto a su arte tranquilo, quizá el menos acostumbrado a escucharse por estos lares.
A las ocho de la tarde y en el escenario principal del Festival Internacional de Benicàssim, el artista canadiense ha salido junto a una banda de seis músicos y tres coristas que le han acompañado a la perfección durante un recital de una hora y diez canciones, todas ellas entre las más conocidas piezas de este poeta y compositor.
Así, el vals de "Dance me to the end of love" ha marcado el inicio de un recital que a muchos se antojaba complicado para un entorno como el FIB Heineken, pese a que en las últimas ediciones se ha ido abriendo al homenaje a los "padres" y "abuelos" de la música contemporánea para que los jóvenes "fibers" puedan descubrirlos y los adultos pasen también por la taquilla de un certamen-negocio destinado fundamentalmente al ocio veraniego.
Vestido con sombrero negro, el mismo color que el chaleco y el pantalón, y con una camisa gris que se ha arremangado -inevitablemente, ante el bochorno de hoy-, Leonard Cohen ha regresado a un escenario español tras 15 años de ausencia, cuando en mayo de 1993 visitó Madrid y Barcelona para presentar "The future", cuyo tema titular también ha sonado este domingo con la misma ironía con que fue escrito en su última obra maestra antes de su retiro zen, su ruina económica y su discreto regreso a la industria discográfica.
Comunión con el público
Permanentemente agradecido al público, ante quien se ha quitado el sombrero cada vez que recibía una de las constantes ovaciones que le han brindado, y a los miembros de su también elegante banda, el hoy sonriente trovador de las miserias humanas ha vuelto a prestar su voz quebrada para recitar "Bird on a wire", "Everybody knows", "Who by fire", "Suzanne" -40 años después, la ejecuta con su guitarra-, "Hallelujah", "I'm your man" y "First we take Manhattan".
Con "Hallelujah" se ha vivido posiblemente el primer gran rezo colectivo del festival en sus catorce años de historia, con brazos al cielo durante el estribillo, niños pequeños a hombros de sus emocionados padres y alguna lágrima entre varias "fibers" que descubrían hoy a este "señor tan guapo y elegante".
"I'm your man", ese larguísimo ruego para ser correspondido por la amada que 22 años después sigue sonando tan actual como entonces, ha traído paz a un festival acostumbrado al derroche sonoro y al culto al decibelio, aunque ha generado también bastantes reproches del público "mayor" hacia los jóvenes que pasaban por allí vociferando.
"Qué falta de respeto", comentaba indignado un hombre que superaba los 50 antes de pedir silencio a un grupo de ingleses, cerveza en mano y con pocas ganas de tranquilidad.
Pero Leonard Cohen, de esas cosas, no se ha enterado porque la respuesta entregada de un público que no ha llegado a llenar el recinto del Escenario Verde le ha emocionado en varias ocasiones y tras la última canción del concierto, la también histórica "So long, Marianne", se ha retirado a su camerino dando pequeños saltos mientras una larga ovación resonaba a sus espaldas.
El crepúsculo de la sierra costera de Benicàssim ha despedido al artista canadiense mientras los espectadores más veteranos, novatos en esto del FIB, comenzaban a preguntar: "Y por aquí, ¿dónde se cena?".