El último legado de Arthur C. Clarke
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El escritor Arthur C. Clarke, famoso por el guión de 2001, Una Odisea en el Espacio, escribió 'El Último Teorema' antes de morir. La obra póstuma, que elaboró junto con su amigo Frederik Pohl, saldrá a la venta en Estados Unidos el próximo 5 de agosto.
La salud de Arthur C. Clarke fallaba cada vez más frecuentemente al final de su vida, pero todavía tenía una última historia que contar. Por ello, contactó con su amigo Frederik Pohl y juntos escribieron la que, al final, resultó ser la última novela de Clarke.
'El Último Teorema' era el nombre del proyecto que Clarke comenzó a escribir en solitario en el año 2002. Superaba las 100 páginas de notas personales del autor, en las que relata cómo un matemático consigue resolver un ancestral rompecabezas matemático.
La obra, que sale el 5 de agosto en los Estados Unidos, supone la colaboración entre dos de los máximos exponentes del género de la ciencia ficción en el crepúsculo de su carrera. Clarke falleció el pasado marzo a los 90 años, pero Pohl aún vive a sus 89 años.
Para Robin Wayne Bailey, la obra va a ser "histórica". El presidente de la Asociación de Escritores de Ciencia Ficción Americanos opina que la novela está creada "por dos gigantes dentro del campo de la ciencia ficción".
La otra "odisea" de Clarke
'El Último Teorema' estuvo muy cerca de quedar olvidada en un cajón. Su publicación parece un milagro y supuso una odisea para los dos autores del libro.
En un principio, la obra iba a ser un trabajo en solitario de Clarke. Pero la mala salud del escritor repercutió en su proyecto, haciendo que expirase el plazo de publicación, previsto para 2005. Preocupado por que la obra no viese nunca la luz, Clarke buscó a alguien con quien escribir el libro. El escritor bromeaba con sus asesores diciéndoles que esperaba que 'El Último Teorema' (The Last Theorem, en inglés) no fuera 'El Teorema Perdido' (The Lost Theorem).
Fue entonces cuando Pohl se ofreció voluntario para ser el co-autor del libro. Comenzó a dar sentido a las más de 100 páginas de notas que Clarke le dejó y consiguió escribir cerca de 50 páginas. Sin embargo, el resto contenían ideas dispersas, sueltas, sin explicación. De hecho, en algunas páginas sólo había dos o tres líneas escritas.
Clarke, que vivió en Sri Lanka hasta su muerte, luchó contra los efectos posteriores a la polio durante décadas. Esto no impidió que acabara postrado en una cama debido a que se le rompieron los huesos lumbares. A esto se unió la falta de memoria que comenzó a padecer en sus últimos años y que no ayudaron mucho a Pohl con el resto de las notas.
"Le pedí información sobre los datos del libro y me respondió en un e-mail que no sabía nada. No podía recordar por qué había escrito esas notas, ni qué estaba pensando cuando las escribió. Simplemente se le había ido de la cabeza", explica Pohl, quien también tiene problemas. Desde hace tiempo, sufre complicaciones musculares en sus manos y pies que le impiden mecanografiar bien. La mayor parte de las notas las escribía con bolígrafo en un cuaderno. Era Betty, su mujer, quien le ayudaba a mecanografiarlo, pese a la mala letra de Pohl.
Pese a todas las complicaciones que se fueron presentando durante la elaboración de la obra, los dos amigos escritores lucharon por sacar adelante la novela.
"El libro mantiene el hilo dorado de Clarke de principio a fin, pero no deja de ser una colaboración entre dos grandes autores", dice Chris Schluep, editor de Random House y que trabajó desde el comienzo en el proyecto de Clarke. "Es un final muy digno a dos carreras increíbles", concluye.
Un escritor visionario
Clarke es conocido por predecir inventos científicos en sus obras. En 1945 adelantó la comunicación por satélites en una de sus obras. Doce años después, despegaba el primer satélite artificial rumbo al espacio. En su honor, las órbitas geosincrónicas, que mantienen los satélites en una posición fija con respecto a la superficie terrestre, llevan el nombre de órbitas Clarke.
'El Último Teorema' incluye nuevos posibles inventos. Un ejemplo es el llamado "trueno silencioso", un arma que neutraliza toda actividad electrónica en un área determinada, permitiendo el desarme de naciones enteras de un modo inofensivo. Otro invento es el "ascensor espacial", que consiste en un cable colgado de un objeto en órbita, que serviría para llevar objetos desde la tierra al espacio.
Pohl asegura que tras unas cuantas investigaciones y conversaciones con amigos científicos, éstos le aseguraron que ambos inventos pueden llegar a existir algún día. Para Pohl, esto demuestra que el futuro está en nuestras manos, siempre que "podamos imaginar todos los futuros posibles".
Además, ha afirmado que el trabajo que Clarke y él realizaron difiere mucho del tipo de literatura de ciencia ficción que se hace hoy en día. Para Pohl, la ciencia ficción "es más difícil". Asegura que hay que "hurgar en la física y la matemática" y que los jóvenes escritores se decantan por la "vía fácil de la fantasía" para escribir ciencia ficción.
Una amistad fructífera
Pohl ha colaborado con los grandes del género. Además de con Clarke, también ha participado en las obras de gente como Jack Williamson e Isaac Asimov, todos ya fallecidos.
Clarke y Pohl se conocieron en los años 50 en Nueva York, durante la llamada "Era de Oro" de la ciencia ficción y mientras ambos participaban en las reuniones del Club Hydra, del que ambos formaban parte. Desde entonces, ambos escritores no dejaron de escribirse y viajar juntos.
Cuando comenzaron a colaborar en la obra, Clarke y Pohl dibujaron diferentes posibles escenarios en los que podría transcurrir la historia del libro. Sin embargo, la salud de Clarke comenzó a empeorar, lo que le impedía leer incluso fuera del hospital. En diciembre de 2007 Pohl escribió a Clarke, pero éste no le respondió. Su salud peligraba.
En marzo, Pohl recibió la respuesta de Clarke, en la que le expresaba su alivio por poder ver la novela completa, agradeciéndole su colaboración. Al día siguiente, Clarke ingresó en la unidad de cuidados intensivos del hospital con respiración dificultosa. Tres días después, el 19 de marzo de 2008, fallecía Arthur C. Clarke. Su último legado fue su último teorema.