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Musharraf: "Pakistán es mi amor; ahora y siempre, vivo por Pakistán"

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Los ciudadanos han seguido el discurso del presidente por la televisión en Islamabad
Los ciudadanos han seguido el discurso del presidente por televisión.

Durante más de ocho años, dirigió con mano firme los destinos de los paquistaníes, pero en el momento de anunciar hoy su dimisión Pervez Musharraf era un hombre sin opciones que se declaraba "triste" haciendo su último "sacrificio" por Pakistán.

"Pakistán es mi amor; ahora y siempre, vivo por Pakistán", dijo Musharraf segundos antes de dimitir como presidente "por el bien de la nación", sólo una semana después de cumplir los 65 años.

El dimisionario presidente no ha llegado a cumplir un año de los cinco de mandato para los que fue reelegido por la Asamblea paquistaní, poco antes de avenirse a dejar la jefatura del Ejército en aras de la "transición a la democracia plena" que decía impulsar para su país.

Nacido el 11 de agosto de 1943 en Nueva Delhi, Pervez era el segundo hijo de una familia musulmana de clase media que, cuatro años después, se subió a un tren para emprender una nueva vida en el recién nacido Estado de Pakistán, fruto de la partición de la India.

La familia se asentó brevemente en Karachi, entonces la capital de Pakistán, antes de partir hacia Turquía para una estancia de siete años gracias al puesto diplomático obtenido por el padre. Fue en Ankara donde el adolescente Pervez desarrolló su pasión por los deportes y los perros, además de su admiración por el padre de la Turquía moderna, Mustafá Kemal Ataturk, al que en ocasiones ha citado como inspiración.

Su madre dijo una vez que la razón de su ingreso en la academia militar fue que Pervez era mal estudiante y el padre decidió que sólo haría carrera en el Ejército. Con 18 años, Musharraf entró en las Fuerzas Armadas, en cuyas filas ascendió paulatinamente hasta su nombramiento, el 13 de octubre de 1998, como comandante en jefe por parte del entonces primer ministro y hoy su enconado enemigo, Nawaz Sharif.

Bajo sus órdenes, en mayo de 1999, soldados paquistaníes hicieron una incursión en Kargil (Cachemira) que a punto estuvo de desatar una tercera guerra con la India por ese territorio. Musharraf mantuvo en su autobiografía que la operación fue un "hito en la Historia del Ejército de Pakistán" y propició el proceso de diálogo que él mismo abrió con la India cinco años después. El general repudió a Sharif por haber aceptado una "retirada incondicional" ante el entonces presidente de EEUU, Bill Clinton, y se declaró "avergonzado" de que la cúpula política paquistaní insinuara que lo de Kargil había sido una "debacle".

Musharraf no se recuperó fácilmente de aquella vergüenza, pero se tomó la revancha poco más tarde, el 12 de octubre de 1999, cuando En pocas horas, Sharif fue apartado del poder y Musharraf asumió el mando del Ejecutivo.

"El golpe fue suyo (...) La respuesta del Ejército fue el contragolpe", afirmó Musharraf en su autobiografía, en la que se presenta como un ser afortunado que se ha salvado varias veces de la muerte y sabe superar cualquier crisis con la cabeza fría.

No fue hasta el 20 de junio de 2001 cuando el general se proclamó presidente, un puesto que ratificó y prorrogó en un controvertido referéndum el 30 de abril de 2002. Sólo entonces permitió elecciones para formar un nuevo Parlamento, el mismo que el 6 de octubre de 2007 le otorgó un segundo mandato presidencial.

Musharraf se alió a EEUU en su "guerra contra el terror" y prometió llevar a su país por el camino de la "moderación ilustrada", pero el año pasado Pakistán se sumió en el extremismo religioso y la confrontación institucional.

El 2007 fue un año negro para Musharraf: en medio de una ola de atentados que causó un millar de muertos, se enfrentó a la máxima Judicatura y a la presión de sus dos oponentes en el exilio, Sharif y Benazir Bhutto, para retornar al país.

El presidente logró pactar en octubre un reparto de poderes con Bhutto a cambio de amnistiarla, pero al mes siguiente cometió la torpeza de imponer el estado de excepción para contener a los jueces hostiles (el Supremo juzgaba la legalidad de su reelección), lo que enajenó a la opositora.

En las semanas siguientes, Musharraf colgó el uniforme que había llevado como "una segunda piel", según dijo, y levantó la excepción, pero la muerte de Bhutto en un atentado poco antes de concluir el año volvió a sumir al país en la conmoción.

La derrota de sus fuerzas en las elecciones de febrero de 2008 dejó a un presidente arrinconado, que se llegó a quejar de no poder hablar ante un Parlamento hostil y que hoy finalmente ha optado por no enfrentarse a él aunque calificara de "falsas" las acusaciones para su impugnación.