Un 'Caballo de Troya' aparcado en Madrid
- Ruiz Gallardón empezó su carrera política en 1977 en Alianza Popular
- En los 80 ocupó altos cargos orgánicos en el partido que nunca volvió a alcanzar
- Su atractivo para un sector de la izquierda le ha granjeado sucesivas mayorías absolutas
- Sin embargo, su ambición y su falta de poder interno han sido su gran talón de Aquiles
Flaco, con pinta de empollón, brillante en su carrera profesional se saca la plaza de fiscal en Málaga segundo de su promoción tras acabar la carrera- y con una ambición personal que siempre ha actuado como su talón de Aquiles.
Así es el hombre que empezó ya en 1977 en una Alianza Popular formada en buena parte por herederos del régimen anterior.
Lo hizo de la mano de su padre, José María Ruiz-Gallardón, un abogado monárquico amigo de Manuel Fraga, que tras su muerte, se ha convertido en el principal valedor político del alcalde de Madrid en el Partido Popular.
Ascenso rápido en AP
Gallardón logra ascender muy rápido dentro del organigrama de AP: en 1986 es ya secretario general, un año después pasa a ser vicepresidente del partido con Hernández- Mancha.
Sin embargo, la derecha española vive un periodo muy convulso, y los ascensos y caídas dentro del partido se suceden. Gallardón apenas dura un año con Hernández- Mancha, aunque luego vuelve a la ejecutiva de la mano de Aznar. Nunca volverá a llegar tan alto en la estructura orgánica del partido.
Así las cosas, decide centrarse en la Comunidad de Madrid. Allí ha perdido sus primeras elecciones en 1987 pese a ganar en número de votos. En 1991 se repite el resultado y el socialista Leguina vuelve a la presidencia gracias a un pacto con Izquierda Unida.
Estamos en un momento básico en la metamorfosis política del propio Gallardón. Sus dos triunfos a medias en Madrid le enseñan algo que marcará su vida política: hay que ganarse a una parte de la izquierda para asegurarse un gobierno con mayoría absoluta.
El Caballo de Troya
No varía el fondo de su discurso, pero sus formas empiezan a ser agradables para cierto electorado socialdemócrata. Como dice el escritor Juan José Millás, "si unos extraterrestres de derechas hubieran diseñado un Caballo de Troya para invadir la Tierra, les habría salido Alberto Ruiz-Gallardón".
Su llegada a la presidencia de la Comunidad en 1995 lo confirma: coloca una persona de izquierdas en Cultura y apuesta por construir kilómetros y kilómetros de metro en el sur de la Comunidad, granero de voto socialista.
Su amistad con el propio Leguina o con el entonces presidente castellano-manchego, José Bono, refuerza su perfil suave, que sintoniza en esos años con un PP que acaba de llegar al poder en España con la bandera del giro al centro. Pero dura poco.
Gallardón es reelegido en 1999 y aparece como el favorito entre todos los votantes, no los del PP- para suceder a Aznar en 2004. Sabe que lo tiene díficil, pero en 2002 comprueba que es imposible: el presidente no solo no le señala, sino que le obliga a irse al ayuntamiento de Madrid y deja la comunidad a Esperanza Aguirre.
El joven fiscal amante de la música clásica y del paracaidismo no se arredra y responde la bofetada con una caricia: incluye a la esposa del presidente, Ana Botella, en sus listas. Obra faraónica
Como alcalde se fija dos grandes objetivos: la candidatura para los juegos de 2012 y el soterramiento de la M-30.
La primera fracasa en Singapur en julio de 2005, aunque el alcalde anuncia que luchará por los de 2016.
El segundo proyecto levanta ampollas entre los ciudadanos de Madrid, pero se convierte en todo un éxito tras ser terminado poco antes de las municipales de 2007.
En al aire queda el coste de la obra, faraónica donde la haya, que centra a su vez la crítica a su gestión dentro y fuera de su partido: se mueve más por grandes ideas que aseguren la pervivencia de su obra que en asegurar la viabilidad económica de las mismas.
Miembros del equipo de Aguirre se quejaron de que cuando el alcalde abandonó la Comunidad de Madrid dejó las arcas vacías.
Salto al vacío
Sea como fuere, logra la reelección sin problemas ante un Miguel Sebastián que entierra sus opciones de éxito al sacar una foto de una implicada en el caso Malaya supuestamente relacionada con Gallardón.
Crecido por unos buenos resultados, harto de acumular mayorías absolutas sin que nadie le dé más responsabilidad, seguro de una victoria en unas elecciones generales como candidato, apuesta por colocarse en las lista del PP al Congreso para acompañar a Rajoy.
Él lo ve como su salto merecido a la política nacional; Esperanza Aguirre y buena parte del PP como el paso previo necesario antes del asalto al liderazgo del partido. Y entonces, los troyanos decidieron quemar su caballo.