Hirst vende por casi 90 millones de euros su 'zoológico de formol'
- El polémico artista británico pulveriza el récord de recaudación en una subasta de un solo autor
- Ha superado ya la estimación de Sotheby's para los dos días de puja por sus obras
- 'El becerro del oro' ha sido adquirida por 13 millones de euros, su récord personal
Damien Hirst ha afianzado su fama de "rey Midas" del arte al recaudar 88,8 millones de euros en una revolucionaria subasta en la que un becerro en formol se convirtió en su obra más cara.
El ya de por sí millonario artista británico debió frotarse las manos porque la primera jornada de la puja en la casa Sotheby's de Londres, que seguirá hoy, superó en un sólo día los algo 82 millones de euros que los subastadores vaticinaron como resultado total.
"La subasta ha ido impresionante. No esperábamos nada así", ha comentado una portavoz de la galería londinense, al destacar que, de los 56 lotes que se ofrecieron (quedan 167 para el martes) al mejor postor, sólo dos se quedaron sin comprador.
Récord tras récord
Por si fuera poco, Hirst, ausente en la sala, pulverizó el récord para una subasta dedicada a un único artista, que ostentaba el genio español Pablo Picasso (1881-1973) por una puja de 88 obras suyas que logró 20 millones de dólares en 1993.
Famoso por zambullir a animales en formol, el "enfant terrible" del arte británico -que tiene talento pero, sobre todo, olfato para el negocio- pudo comprobar que su "zoológico" desata pasiones en un mercado del arte que parece inmune a la crisis económica mundial.
El lote estrella resultó The Golden Calf ("El becerro de oro"), que se ha vendido, entre murmullos de asombro y aplausos de la concurrencia, por 13 millones de euros, un récord para una obra del artista.
The Golden Calf es un ternero conservado en un gran tanque de cristal lleno de formol que evoca a Apis, el toro sagrado egipcio que porta un disco solar entre sus cuernos.
El bovino -con pezuñas y cuernos de oro de 18 quilates y un disco, también de oro, sobre su cabeza- ha batido la anterior marca de Hirst, alcanzada el pasado año por Lullaby Spring, un vulgar armario de botica.
Al ternero no le fue a la zaga un tiburón tigre, también sumergido en una vitrina de formol y bautizado como The Kingdom ("El Reino"), que se remató 12 millones de euros.
Ambos animales fueron adquiridos por postores que pujaron por teléfono, si bien Sotheby's rehusó desvelar los nombres y se limitó a declarar que "la puja suscitó interés en todo el mundo".
Antes de la subasta, los entendidos no descartaban que la "fauna disecada" de Hirst sedujera a oligarcas rusos, millonarios de Oriente Próximo que nadan en petrodólares o nuevos ricos asiáticos.
Artista sin marchante
Al margen de la recaudación, el acontecimiento constituye toda una revolución, pues es la primera vez que un artista vende en una subasta su última producción, sin acudir previamente a un marchante, atrevimiento que puede poner patas arriba el mercado del arte.
"Aunque tiene su riesgo, acepto el desafío de vender así mi obra. No quiero dejar de colaborar con mis galerías, pero esto es distinto. El mundo está cambiando, y quiero saber adónde conduce este camino", declaró Hirst antes de la puja.
El artista, representante más conocido del movimiento BritArt, ganó el órdago a tenor del rotundo éxito de la subasta, cuya expectación generó a la entrada de la sede de Sotheby's largas colas del numeroso -y paciente- público que no quiso perderse la sesión.
Pese a transformar en dinero casi todo lo que toca, los detractores de Hirst alegan que sus obras no son más que un fenómeno comercial y una moda pasajera, y critican el hecho de que más de cien asistentes trabajen para él en sus creaciones.
Uno de sus críticos, la joven artista Christina Brode, ha protagonizado una "protesta pacífica" al personarse ante la puerta de Sotheby's con una camiseta en la que se podía leer, en letras de vivos colores: "Campaña en favor de los verdaderos artistas".
Preguntada por el motivo de su manifestación, Brode respondió que pretendía expresar su oposición a Damien Hirst por concebir el arte como un frío "cálculo para hacer dinero".