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Madonna Ibérica

  • La gira de la ambición rubia tiene su primera cita ibérica en Lisboa
  • En Sevilla y Valencia la esperan miles de fans
  • TVE es la televisión oficial de la gira de Madonna en España

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Sevilla, lista para el concierto de Madonna

'Madonna Tic,Tac' está en la Península. Tres paradas: Lisboa, Sevilla y Valencia, en su 'Sticky and Sweet Tour', su particular y frenético pulso al tiempo. Dicen que cuando de jovencita llegó a Nueva York, Louise Verónica Ciccone subió a un taxi y pidió al conductor que la llevara 'al centro de todo'. El taxista le cobró 12 dólares; poco, por dejarla en el lugar del que no se ha movido en todos estos años, y desde donde se empeña ahora en demostrar que lo suyo no es ser cincuentona, sino cincuenteañera.

La cantante llena todos los aforos y, para verla con acierto, cinco claves: evitar la reventa por Internet (en Lisboa un policía se hizo pasar por comprador y pilló in fraganti a un magistrado que intentaba vender su entrada de 60 euros a 450, enriquecimiento ilícito y multa segura), llegar sobrados de tiempo al concierto ( merece la pena porque, si uno no está entre los varios cientos que rodean el escenario, se perderá lo mejor del espectáculo, las coreografías y los guiños al público).

También será necesario aprenderse algunos estribillos en inglés (la diva pide participación y no se conforma con un entusiasta batir de palmas), llevar prismáticos (esenciales, a más de cien metros de distancia) y tener una mínima capacidad de resignación (si el escenario está lejísimos hay que conformarse con verla por las pantallas gigantes y cruzar los dedos para que el viento no las mueva).   

'Abajo, a la derecha, 75.000 mil lisboetas alucinando con Madonna'. Algo así debieron explicar a sus viajeros los pilotos de los aviones que la noche del pasado domingo sobrevolaron el Parque de Bela Vista, cercano al aeropuerto de Lisboa. La reina del Pop había puesto en marcha tan extraordinario espectáculo de luces y sonido, que los aviones parecían aproximarse a la pista de aterrizaje con silenciador.

Puntual y profesional, la diva entre las divas demostró que una de las claves para ganarse el título está en no decepcionar. Amplio concepto éste que, en el caso de otras estrellas, como su protegida Spears o la Winehouse, puede consistir en que el público no pierda detalle de los vaivenes de sus carreras, en algún caso a la deriva.

Pero para quien paga una media de cien euros por adivinar a Madonna en la lejanía y entre inmensas torretas de luz, las expectativas son otras, y ella lo sabe. Se trata de que el público cante y baile sus canciones y eso, aunque pueda sonar extraño, convierte a la provocadora cantante en algo previsible y, por tanto, conservador. La ambición rubia no se arriesga. Va sobre seguro.

Lleva los coros grabados, se apoya en impactantes videoclips y mete en escuadra un espectáculo medido al minuto, con dos horas de frenético aerobic, cierto intimismo ma non troppo, y estupendos bailarines para los tiempos de respiro. Madonna parece confiar más en su musculatura que en su voz, pero, como buena empresaria, sabe lo que el público espera de ella, por eso no deja de interpretar sus temas nuevos, junto a los remakes de los viejos éxitos que la han encajado en el trono del Pop.

Preceden su gira, la tormenta mediático-emocional del libro que sobre su vida publicará su hermano Christopher y decenas de dimes y diretes. Cuentan que los encargados de vestirla y desvestirla en minuto y medio, como si fuera un Ferrari de Fórmula 1, ganan 50.000 dólares al mes. Ya pueden. No se trata sólo de evitar perder esa milésima de segundo que descuadraría el espectáculo, sino de callar todos los efluvios procedentes de sus atléticas maneras.

Dicen que los 3.000 euros por noche que pagó en el Pestana Palace de Lisboa le parecieron un chollo, comparados con los 13.500 que costó su suite en Niza. Que mientras ella se desplaza en jet privado, cualquiera se puede encontrar con sus técnicos en las colas de un vuelo de bajo coste, y que su obsesión por controlar a los medios de comunicación tiene un fantasma tras la puerta: evitar una fotografía de la diva sin maquillaje, la cruda realidad del paso del tiempo.

Una gira, pues, con todos los ingredientes para encandilar a varias generaciones, fascinadas ante quien no tiene pudor en irrumpir en el escenario subida en un trono y custodiada por dos iniciales rosas, brillantes y gigantescas. "Madonna Tic Tac" pisa fuerte. Antes de enfrentarse al público se mira en el espejo y cree en ella...todavía.