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Una reflexión artística para solucionar el conflicto vasco

  • Jaime Rosales, ganador del Goya, presentará en San Sebastián Tiro en la cabeza
  • La película recrea el asesinato de dos guardias civiles en Capbreton
  • Rosales utiliza un lenguaje visual arriesgado que muestra la cotidianidad del asesino
  • "Hay que cambiar cosas en este país y a lo mejor el cine puede aportar su granito de arena"

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Entrevista a Jaime Rosales, director de 'Tiro en la cabeza'

El 1 de diciembre de 2007, los guardias civiles Raúl Centeno y Fernando Trapero tuvieron un encuentro fortuito con tres etarras en la localidad francesa de Capbreton.  El cruce inesperado terminó con el asesinato de ambos agentes, uno en el instante y otro cuatro días más tarde a consecuencia de los disparos recibidos.

Muchas personas conocimos aquel día la noticia, pero sólo una decidió convertirla en una película que ayude a solucionar el conflicto en el País Vasco. Se trata de Jaime Rosales, que poco tiempo después del atentado daría la campanada ganando con La soledad los Goya a mejor película, mejor director y mejor director novel.

Aquellos galardones, "una muy buena sorpresa", lejos de empujarle al conservadurismo en su estilo cinematográfico, le empujó "a llevarlo a extremos más arriesgados".

Tan arriesgados como el que utiliza en Tiro en la cabezala película cuyo embrión nació con Capbreton. Se trata de una historia sin diálogos, o mejor, con diálogos que el espectador no puede escuchar porque la cámar graba desde muy lejos, con teleobjetivo.

Es un lenguaje, dice Rosales, "no exclusivo de esta película", pero que "añade expresividad al contenido que transporta", ya que "se habla mucho, mucho, mucho de la cuestión vasca, pero no se escucha lo suficiente". "Además es un tratamiento adecuado para describir un mundo que se mueve en la confidencialidad", explica.

El terrorista, una persona normal

El director barcelonés no renuncia al hecho de que su voz es el cine: "quiero proponer una experiencia cinematográfica nueva al espectador, desde un lenguaje muy radical, aunque el espectador no ha de ser tampoco un intelectual". Pero el objetivo, lo que esa voz busca es "desconcertar al espectador" al "no alinearse con ninguna de las posiciones dominantes". 

A Rosales le gustaría que "ese desconcierto diera paso a una reflexión, que empezara a desmitificar esas posiciones radicales". "Ni el terrorista es un demonio con rabo y orejas en punta las 24 horas del día, ni tampoco es un liberador nacional sometido a una presión terrible por el poder del Estado", concluye.

Para eso, ha construido una película "con dos naturalezas": una de ficción pura, en la que recrea la cotidianidad de un etarra, y otra en la que se reconstruye el suceso que llevó al asesinato.

Para documentar la normalidad del asesino, ha huido "de los topicazos, del terrorista que está jugando todo el día a la pelota vasca y está en la herriko taberna", dice Rosales. "Hasta donde yo sé, por gente que conozco que está vinculada a ese entorno, es gente muy normal, y puesto que es una persona normal, he querido hacer un retrato de una persona normal".

Moderación, aunque no todo sea válido

¿No tiene miedo a ser tildado de "equidistante"? "Hay palabras que están desactivadas, que hay que huir de ellas, como diálogo equidistancia", considera. "Hay que introducir nuevas palabras, nuevos conceptos -dice Rosales-. Yo intento hablar de moderación", y se explaya: "No estoy diciendo que todo sea igual de válido. Lo que estoy diciendo es que probablemente en lo que dice el otro hay algo de validez".

"El otro no es lo absolutamente externo a nosotros", dice el cineasta. "A él le gusta una caña como a mí o puede ser cariñoso con una mujer igual que yo -explica-. Por tener ideas diferentes no significa que seamos tan radicalmente diferentes".

¿Qué espera de San Sebastián? "El palmarés no me importa mucho", dice, aunque no niega que el éxito "sería bienvenido". "Pero lo que me importa es lo que consiga con la película a nivel social, la expansión sociológica que tengan las ideas de la película". 

"Lo importante es empezar a introducir la idea de que hemos de cambiar cosas en este país y a lo mejor el cine puede aportar su granito de arena", confiesa con optimismo. "Lo demás sería un premio por añadido", apostilla.

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