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Cuando 'Nostradamus' se hizo director de cine

  • Las películas ambientadas en el espacio son tan viejas como el propio cine
  • George Meliès 'llegó' a la Luna siete décadas antes de que lo hiciera la NASA
  • Especial 50 aniversario de la NASA

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Rejortaje: historia de la ciencia-ficción

Cuando George Meliès estrenó en 1902 su Viaje a la Luna muchos le tacharon de loco. Pocos creyeron que su estravagancia, una delirante parodia de la obra de Julio Verne, pudiera convertirse algún día en realidad.

Pero Meliès, además de inventarse el cine de ciencia-ficción, resultó ser un profeta. Este francés apasionado del ilusionismo 'pisó' la Luna casi siete décadas antes que Neil Armstrong. Y su 'alunizaje', con un cohete incrustado en el ojo de una sufrida Luna, ha quedado para la historia del cine. 

Con este pequeño paso para el hombre, pero grande para el Séptimo Arte, echó a andar un género, el de las películas espaciales, que desde sus inicios siempre ha causado furor en la taquilla.

Los 50: ¡que vienen los extraterrestres!

El cine de ciencia-ficción vivió su verdadero despegue en la década de los 50, aunque la fiebre por los platillos volantes ya se había desatado unos años antes. Así, en plena carrera espacial entre EE.UU. y la URSS, comenzaron a proliferar las películas sobre invasiones extraterrestres y amenazas apocalípticas. La guerra fría y el 'peligro rojo' alimentaban las fobias colectivas.

En Cohete K-1 (1950), un viaje a Marte descubre los restos de una antigua civilización víctima de un holocausto nuclear. Después vendrían Ultimátum a la Tierra (1951) o La invasión de los ladrones de cuerpos (1956). La escena final de esta última, en la que un desesperado protagonista trata de alertar a la humanidad del riesgo que corre, resume a la perfección la psicosis de la época.

Los 60: el efecto Kubrick

En la década siguiente las películas de ciencia-ficción, tradicionalmente tachadas como de 'serie B', se hicieron mayores. Y Stanley Kubrick tuvo buena parte de culpa. El cineasta estadounidense reinventó un genero denostado con una obra maestra: 2001, una odiesea en el espacio. Unos efectos especiales sin precedentes y una visión del futuro tan onírica como pesimista le valieron un Oscar y le catapultaron al olimpo de los mitos del cine.

Ese mismo año, se estrenó otra obra de referencia: El planeta de los simios, de Franklin J. Schaffner. La película, que tampoco auguraba un futuro demasiado prometedor para la especie humana, ha inspirado varias secuelas, una serie de televisión y hasta una versión actualizada, aunque poco afortunada, de Tim Burton.

Los 70: entre trekies y jedis

El cine espacial vivió sus años de gloria a finales de la década. En 1977 estalla el fenómeno Star Wars con La guerra de las galaxias: una aventura de caballeros y princesas espaciales, de tintes infantiles, que suma ya dos generaciones de incondicionales. 

Y las espadas láser siguen en alto. En los últimos años, George Lucas ha retomado la gallina de los huevos de oro con tres nuevos episodios y otras tantas precuelas animadas. La fuerza, y la taquilla, le acompañan: su última entrega, Las guerras clon, recaudó más de medio millón de euros en su primer fin de semana en España.

En 1979 también saltó al cine otra saga galáctica que ya había triunfado en televisión una década antes: Star Trek. Las orejas del capitán Spook y la nave Enterprise forman ya parte del imaginario de la ciencia-ficción.

Antes de acabar el año, un nuevo bombazo sacude la taquilla: Alien, el octavo pasajero, un filme de terror psicológico en el que Ridley Scott logró poner los pelos de punta al público con un monstruo que apenas aparecía en pantalla. Fue, además, la primera vez en la que una mujer, Sigourney Weaver reivindicaba el papel de heroína indiscutible.

Los 80: amigo extraterrestre

Apenas recuperados del susto de Alien, la década de los 80 decidió humanizar la imagen de los extraterrestres. Lejos de aquellos seres repugnantes que amenazaban con aniquilar a la especie humana, Steven Spielberg conquistó a los niños de medio mundo con un alienígena de ojos enormes y vocabulario escueto. Y es que ¿quién no ha soltado alguna lagrimita con E.T. (1982)?

Al calor del éxito de este entrañable visitante, probaron suerte títulos como Mi amigo Mac (1988), otra historia de amistad entre un extraterrestre simpático y un niño en silla de ruedas.

Spielberg, empeñado en demostrar que los alienígenas son los mejores amigos del hombre, repitió con Cocoon. Esta vez, los extraterrestres contactan con un grupo de ancianos para ofrecerles el don de la eterna juventud.

Los 90: apocalipsis now

Después de algunos años de travesía por el desierto, las grandes batallas espaciales resucitaron con filmes como Independence Day (1996), un taquillazo patriótico que también repescó el gusto por la ciencia-ficción apocalíptica. De nuevo, amenazas como el cambio climático, el sida o la basura nuclear abonaron el campo de los miedos colectivos. Pero esta vez como nunca se habían visto.

Así, los avances en efectos especiales por ordenador ilustraron invasiones y ataques extraterrestres con toda su crudeza. Los estadounidenses todavía se están recuperando del shock que les produjo ver cómo una nave espacial hacía volar por los aires la Casa Blanca en Independence Day.

Tim Burton rindió su propio homenaje al cine apocalíptico de los cincuenta con Mars Attack, una delirante comedia de tintes surrealistas sobre una invasión marciana. Menos mal que Bruce Willis se erigió como el héroe galáctico por excelencia en taquillazos como El quinto elemento o Armageddon.

El tercer milenio: rumbo a Marte

Con la puesta en marcha de varias misiones en el Planeta Rojo, la ciencia-ficción volvió a fijar sus ojos en Marte. Brian de Palma, con Misión a Marte, o Anthony Hoffman con Red Planet, abrieron la veda.

Pero el mito del peligro alienígena nunca acaba de marcharse: Steven Spilberg, cansado ya de los extraterrestres simpáticos, llevó al cine en 2005 La guerra de los Mundosla mítica novela de H.G. Wells en la que los alienígenas nos visitan con un único objetivo: aniquilar la raza humana. Esperemos que en esto los 'Nostradamus' del cine se equivoquen.

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