Último duelo Obama-McCain: ¿Jaque mate?
- Último debate en una semana crucial para llegar a la Casa Blanca
- McCain tiene los sondeos cuesta arriba y tendrá que apostar fuerte
- Obama le saca hasta 14 puntos en las encuestas
- Ningún candidato ha remontado a estas alturas una ventaja tan amplia
- El racismo de los votantes es la última esperanza para los republicanos
- Sigue el debate en directo en RTVE.es, en inglés y castellano, a partir de las 03.00
- Toda la información sobre las elecciones presidenciales de EE.UU., en el especial
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Tercer y último debate en una semana crucial. Es la mejor oportunidad para captar el voto de los indecisos y la llave está en los temas de interés nacional: economía, energía y seguridad social. Si Obama consigue mantener la tendencia al alza que le dan los sondeos, tiene el camino libre a la Casa Blanca. McCain, por contra, se la juega a todo o nada.
La media de los sondeos que elabora RealClearPolitics concede a Obama una ventaja de 7,5 puntos. El último sondeo realizado para la CBS News y The New York Times, otorga a Barack Obama una ventaja de 14 puntos al aspirante republicano y otro sondeo, en este caso elaborado para Los Angeles Times y Bloomberg, concede una ventaja de nueve puntos a Obama. En todas las encuestas, el candidato demócrata se sitúa cerca o por encima del 50% de intención de voto.
Incluso la conservadora cadena Fox News da ganador a Obama por siete puntos. A medida que se aproximan las elecciones y los votantes recopilan más información, menor es la posibilidad de un vuelco en las encuestas. Y menos aún en una campaña polarizada.
En estas circunstancias, McCain debe reducir la brecha con el candidato demócrata para tener posibilidades de ganar la carrera. Y no lo tiene fácil. Casi está obligado a imprimir un giro dramático y jugarse el resto para ganar el debate. Aunque a estas alturas, sus posibilidades dependen más de un error garrafal de Obama o de un atentado terrorista que dé la vuelta a las preocupaciones de los estadounidenses.
Como señala Matthew Dowd, estratega de Bush en las elecciones de 2000 y 2004, "la campaña se le ha ido completamente a McCain de las manos". Y la Historia respalda el juicio. Desde 1936, sólo un candidato ha remontado una ventaja tan amplia a estas alturas de la campaña. Fue Ronald Reagan, que recuperó los ocho puntos que le sacaba Jimmy Carter. Y lo consiguió precisamente en el único debate que tuvieron en 1980. Aunque la comparación tiene sus pegas. Carter representaba al partido que ocupaba la Casa Blanca y Reagan se ofrecía como alternativa, una baza con la que no cuenta ahora McCain.
Más aún. Recuperar posiciones en los sondeos no es garantía de ganar las elecciones. Hubert H. Humphrey casi superó doce puntos de desventaja pero finalmente perdió ante Richard Nixon. En 2000, Al Gore consiguió remontar siete puntos en los últimos diez días de campaña e incluso se impuso en el voto popular por un uno por ciento, aunque al final perdiera ante Bush en el Colegio Electoral. De ahí que los estrategas de McCain reconozcan que para tener una posibilidad real de ganar, el republicano debe reducir la brecha a menos de tres puntos porcentuales.
Los temas del debate favorecen a Obama
Los temas del debate giran en torno a las cuestiones domésticas. El formato es similar al primero. El moderador, Bob Schieffer, introducirá las cuestiones sobre política nacional y económica. Cambia el escenario: en vez de parapetados detrás de atriles, los candidatos debatiran en torno a una mesa. El lugar, la Universidad de Hofstra, en Hempstead, Nueva York.
Las cartas favorecen claramente a Obama. La economía, la energía y la seguridad social son ejes fundamentales de su campaña y reflejan fielmente las preocupaciones de los ciudadanos. Por contra, las bazas de McCain se limitan a la seguridad nacional, un terrreno en el que se encuentra a sus anchas. Fuera de él, tiene un campo de minas.
McCain no ha conseguido borrar la imagen impulsiva que dió cuando suspendió la campaña y se presentó en Washington para negociar el plan Paulson. Su papel fue irrelevante en el mejor de los casos. Su propuesta para aliviar a los hipotecados ha pasado desapercibida. Tampoco le ayuda que Obama haya tomado la delantera presentando el lunes su plan de rescate para la clase media. Y en última instancia, tiene difícil desmarcarse de la administración Bush, al fin y al cabo, republicana, de su propio partido, que deja como legado dos guerras y la peor crisis financiera desde la Gran Depresión. Sólo uno de cada cuatro americanos respaldan al actual presidente y McCain es su heredero.
Peor aún. La energía y la seguridad social son un cenagal para los republicanos. La rebaja fiscal que McCain quiere conceder a las petroleras, aunque se enmarque en incentivos a las grandes empresas, es un lastre en la coyuntura actual. Igual que su ambigüedad sobre las energías alternativas. McCain tampoco tiene fácil defender al libre mercado y abominar de la intervención estatal en la sanidad en un país en el que 44 millones de personas carecen de la más mínima cobertura.
McCain tiene que decidir entre el ataque personal o dar una imagen positiva
Si McCain tiene difícil batirse en el terreno económico, su mejor opción es atacar personalmente a Obama. Poner en cuestión su capacidad, su solvencia, su patriotismo, su sinceridad. Es la táctica empleada en las últimas semanas. El ariete ha sido Sarah Palin, que ha llegado a decir que Obama tenía contactos con los terroristas. Todo a cuenta de su relación con Bill Ayers, que militó en un grupo antisistema en los años 70, responsable de poner bombas en el Pentágono y el Capitolio. La relación se cae por su propio peso. Obama no había cumplido los diez años por entonces.
No es el único torpedo. La relación de Obama con el reverendo Jeremiah Wright promete dar mucho juego sucio. Los sermones del pastor de la Iglesia Trinitaria de Cristo en Chicago marcaron profundamente a Obama. La audacia de la esperanza, título de su segundo libro y del discurso que le catapultó a la escena nacional, viene de esa época. Cierto es que Obama se ha distanciado del reverendo desde que anunció su candidatura, pero Wright es un filón por su radicalismo. Culpa a la corrupta política exterior americana de los atentados del 11-S y califica a los Estados Unidos como los estados unidos del Ku Klux Klan.
Los ataques personales son dudosamente efectivos a estas alturas, cuando la mayoría de la población ya conoce a Obama. Y además, tienen un peligroso efecto secundario: caldean los ánimos y se puede perder el control. De hecho, este fin de semana McCain se vió obligado a defender a Obama frente a los gritos del público republicano. Los más duros eran "mátalo". Pero el capote tuvo poco éxito. Los más exaltados llegaron a abuchear a su propio candidato.
No ha sido el único incidente. La campaña de McCain se ha visto obligada a desautorizar al presidente de los republicanos en Virginia que ha ligado a Obama con Osama Bin Laden. A pesar de ello, no está claro que McCain abandone la artillería pesada y vuelva al mensaje positivo de las primarias.
Ofensiva demócrata
No está claro porque las opciones de McCain son cada día más limitadas. Los demócratas disponen de más fondos, el doble, y han emprendido una ofensiva en bastiones republicanos como Florida, Colorado o Virginia. Con tanto éxito que han dado la vuelta a las preferencias de los votantes. Hasta el punto que los republicanos han tenido que abandonar estados como Michigan y concentrar sus recursos a la defensiva.
La marea se extiende. Industrias como la farmacéutica, que tradicionalmente han financiado a los republicanos, prefieren ahora repartir a partes iguales sus donaciones. Es un movimiento muy humano: todos quieren ir con el vencedor.
La campaña de McCain sabe que no pueden arañar votos entre los afroamericanos o los hispanos, que se inclinan dos a uno por Obama. Pero ven una oportunidad entre los votantes blancos. Consideran que es posible persuadir a uno de cada cinco: el 15% del electorado.
Son jóvenes, solteros y están menos educados que la media. Este segmento electoral también incluye a los jubilados que ven como se evaporan sus planes de pensiones. Todos ellos son los destinatarios de los últimos ataques personales a Obama. Si un tercio cambia de opinión y se decanta por McCain, darán un vuelco a los sondeos y desaparecerá la ventaja del candidato demócrata.
¿Se acabó para McCain?
La respuesta es sí entre las propias filas republicanas. Según la encuesta elaborada por la revista National Journal entre 76 de asesores de campaña de McCain, el 80% admitía que era muy probable que Obama alcanzara la Casa Blanca. El restante 20% sostenía que el resultado estaba todavía abierto.
Quizás porque se aferran al efecto Bradley, según el cual un porcentaje de los electores miente en las encuestas para ocultar su racismo. Sin embargo, el efecto Bradley está aún por demostrar y lo que fue válido en 1982, cuando Tom Bradley perdió las elecciones a gobernador de California a pesar de liderar las encuestas previas, tal vez ya no lo sea.
No es el único clavo ardiendo para los republicanos. Están los votantes indecisos, que las encuestas pueden estar infravalorando, al estimar que no llegan al 10%. Por contra, los sondeos telefónicos subestiman el voto joven, que prefiere el móvil y por tanto cae fuera de la muestra.
Desde luego, McCain puede imprimir un cambio radical a su campaña. Dado que tiene 72 años, puede comprometerse a un sólo mandato, lo que reforzaría su imagen de disidente y le dejaría las manos más libres para acometer reformas. O incluso podría ir más lejos y repudiar a Bush. Le permitiría desmarcarse de su pesada herencia pero es algo que no tiene precedentes y conlleva un enorme riesgo político.
Por supuesto, la suerte puede venir en su ayuda en forma de atentado terrorista. Algo más inocuo, como la cinta de Osama Bin Laden en vísperas de las elecciones de 2004, pudo perjudicar las posibilidades de Kerry. Y en última instancia, siempre queda el socorrido "la única encuesta que vale es el voto de los ciudadanos".