Manos calientes, corazón ardiente
- Experimentar calor físico hace que nuestra actitud sea más cálida de manera inconsciente
- Igualmente, el frío tiene el efecto opuesto: que tengamos una reacción más hostil y egoísta
- La relación entre la experiencia sensorial y la emocional se produce en la corteza insular
- El origen está en el recuerdo de la calidez que conservamos desde la primera infancia
Caso 1. Conoces a un amigo de un amigo mientras tomas un café bien caliente en un bar. Caso 2. Conoces a ese mismo amigo de un amigo una noche, en una discoteca, tomando un whisky con mucho hielo. En el primer caso, es bastante probable que la persona en cuestión te caiga bien. En el segundo, es posible que te pase lo contrario y pronto te canse su conversación y su presencia.
Aunque la forma de ser de la persona que has conocido tiene su peso, en realidad tu actitud hacia él ha estado determinada por algo mucho más básico: la temperatura de la bebida que estabas tomando.
Así lo acaban de demostrar dos científicos estadounidenses, que han descubierto que existe un vínculo directo entre el calor físico y la calidez en el trato a los demás, pese a que no somos conscientes de ello.
Calor = Confianza
El secreto de esta interacción está en la corteza insular, una zona del cerebro responsable de buena parte de nuestros sentimientos que trata de traducir nuestras experiencias físicas al lenguaje emocional.
De esta forma, cuando tomamos una taza de café o un baño caliente, inmediatamente se activan sentimientos asociados a la calidez y a la confianza, que fortalecen que tengamos opiniones favorables hacia personas desconocidas.
El origen de los sentimientos positivos asociados a la calidez está en nuestra infancia, ya que el calor físico que nos han proporcionado las personas que nos cuidaron en nuestros primeros estadios de vida estaba acompañado de connotaciones positivas como el alimento, la seguridad y el cobijo.
Para probar esta relación entre calor físico y humano estos investigadores realizaron dos experimentos, cuyos resultados se publican el último número de la revista Science.
Primer experimento
En el primero de ellos, se seleccionó a 41 mujeres estudiantes universitarias y se les asignó una temperatura, caliente o fría, sin que ellas lo supieran.
La clave estaba en que, cuando subían por el ascensor hacia el lugar donde se iba a hacer la prueba, un 'cómplice' de los investigadores les pedía que sujetaran una taza de café mientras anotaba en un bloc sus datos personales. En unos casos, esa taza estaba caliente; en otros, fría.
Luego, se les pedía que evaluasen la personalidad de alguien mediante adjetivos que estaban asociados a la calidez, a la frialdad y a otras características del carácter.
El resultado fue concluyente: las que cogieron el café caliente, mostraron en sus adjetivos una predisposición amable y cálida hacia la persona que tenían que calificar, mientras que las que tuvieron un café frío, hicieron justo lo opuesto.
"La mera experiencia táctil del calor físico debería activar conceptos o sentimientos de calidez interpersonal. Más aún, este incremento temporal de la calidez interpersonal debería influir, de una forma inconsciente, sobre los juicios y los comportamientos que tenemos hacia otras personas sin que nos demos cuenta", defienden Lawrence Williams y John Bargh, los autores del estudio, en el artículo.
Segundo experimento
En este sentido, el segundo experimento revela que el calor no sólo determina nuestra 'predisposición' hacia otras personas, sino también la actitud que tenemos hacia ellas.
Para ello, pidieron a 53 mujeres que evaluasen un producto, una almohada terapéutica. En unos casos, estaba caliente; en otros, fría. Al terminar la evaluación, les ofrecieron dos posibilidades: coger un vale para un regalo a un amigo o disfrutar ellas mismas de la recompensa.
De nuevo, se confirmó la interacción entre calor físico y humano. La mayoría de las que cogieron la almohada caliente, prefirieron la opción del regalo al amigo, mientras que el 75% de las que analizaron el objeto frío se quedaron con el regalo.
Durante ambos experimentos, la corteza insular posterior mostró una amplia actividad entre los sujetos de estudio. Por ejemplo, las personas que recibieron un estímulo cálido activaron la corteza insular contralateral, entre otras zonas.
"En resumen, la experiencia física de la temperatura afecta a nuestras impresiones y al comportamiento social respecto a otras personas, sin que nos demos cuenta", concluye el artículo.