La cantera republicana se apoya en la raza y la religión
- La campaña republicana se financia con el dinero de las grandes fortunas
- La base electoral se nutre de fundamentalismo cristiano y zonas rurales
- Buena parte de la clase trabajadora vota republicano en contra de sus intereses
- Temen que los afroamericanos vayan a sus mismas escuelas y hospitales
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¿Cómo es posible que voten a McCain? ¿Cómo es posible que el republicano tenga un respaldo superior al 40% en los sondeos? Es la pregunta que se hacen los europeos. Y ya puestos, todo el planeta, que se inclina abrumadoramente por Obama.
No es sorprendente que las clases de mayor poder adquisitivo y las grandes empresas farmacéutica o armamentística respalden a los republicanos. Votan y suministran el apoyo financiero a la campaña. Reciben a cambio rebajas fiscales. Es la oferta tradicional desde Reagan: menos impuestos y menos gobierno. Bush ha llevado el axioma al límite y McCain ofrece la misma receta.
Sin embargo, las grandes fortunas son pocas y la cantera de votos republicana está en otro lado. La empresa demoscópica IBD proporciona una primera radiografía: electorado blanco, rural, padre de familia, sureño y creyente practicante. Lo extraño es que buena parte de ese electorado, con pocos recursos, vote en contra de sus intereses. La respuesta gira en torno a dos rasgos distintivos de Estados Unidos: la raza y la religión.
La fe mueve elecciones
El voto cristiano fundamentalista es uno de los pilares republicanos. Está integrado por protestantes evangélicos, sobre todo, pero también católicos. Están en contra del aborto y del matrimonio gay. Defienden la familia y los valores tradicionales. Sus votos fueron determinantes para que ganara Bush sus dos mandatos.
La candidatura de Sarah Palin está hecha a la medida de este segmento. La gobernadora de Alaska rechaza la interrupción del embarazo incluso en casos de violación o incesto. Y da ejemplo. Tiene un hijo con el síndrome de Down y se negó a abortar a pesar de saberlo de antemano.
En la misma línea está el truco electoral que describe Thomas Frank en su libro Qué pasa con Kansas. Los votantes de clase trabajadora compran valores como patriotismo, populismo, fortaleza militar y administración escuálida. A cambio reciben desregulación eléctrica, monopolios, privatización de la Seguridad Social y crisis financiera.
La raza como elemento diferencial
Las minorías raciales, especialmente la afroamericana, tienen los ingresos más bajos del país. Cualquier tipo de medida redistributiva les beneficia. Y aquí está el fondo del problema. Porque entran en competencia directa con los que son igualmente pobres pero de raza blanca. El resultado de este conflicto es que los blancos votan en contra de sus propios intereses para impedir que los negros acudan a los mismos colegios u hospitales.
El Sur es un buen ejemplo. Tradicionalmente había votado demócrata hasta los años 60. Lógico, era una zona económicamente deprimida desde la Guerra Civil y recibía un saldo neto del Estado de Bienestar que nació con el New Deal.
Pero el respaldo político de los sureños blancos, que son mayoría, tenía un precio: mantener la segregación racial. La lucha por los derechos civiles y el firme apoyo de la administración Kennedy a la integración hizo saltar las costuras.
Ronald Reagan supo ver el filón e inició su campaña electoral precisamente en Filadelfia, Misisipi. La localidad donde cayeron asesinados tres activistas pro derechos civiles en 1964. Reagan exageró un caso de fraude asistencial y acuñó el término de "reina de la beneficiencia pública". No mencionó la raza. No hizo falta, todo el mundo captó el mensaje.
Como señala el premio Nobel de Economía, Paul Krugman, lo sorprendente no es que el Sur acabara votando republicano sino que tardara tanto tiempo en hacerlo.