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No es lo mismo

  • Las recetas de republicanos y demócratas para afrontar la crisis son distintas
  • La credibilidad y la iibertad de McCain están lastradas por Bush y la ortodoxia republicana
  • Obama apuesta por el diálogo y la retirada de Irak. McCain por la victoria a toda costa
  • McCain quiere perforar más pozos, Obama prefiere energías alternativas
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No es lo mismo quién gane las elecciones en Estados Unidos. Nos afecta a todos. Porque siguen siendo el centro del imperio occidental, y las políticas de su gobierno determinan las nuestras. A todos los niveles. En la economía, las relaciones internacionales, la lucha contra el cambio climático e incluso en las costumbres y la cultura.

No es lo mismo para salir de la crisis

Si quedaba alguna duda, la crisis financiera ha demostrado que cuando Estados Unidos estornuda, Europa pilla un trancazo. La caída de Lehman Brothers no tardó ni un mes en trasladarse a nuestro continente. El primer tsunami se llevó por delante algunas de las principales entidades financieras. Los mercados bursátiles se desplomaron, el euro se hundió frente al dólar y con él se fueron los máximos del petróleo.

Una resaca demasiado fuerte para alguien que no había preparado el brebaje. Porque al fin y al cabo, el origen de maremoto estaba en Estados Unidos. Fueron sus entidades las que concedieron las hipotecas basura y las empaquetaron en derivados. Fueron sus supervisores los que hicieron la vista gorda. Fue su gobierno el que despilfarró el superávit heredado de Clinton. Pero el pato lo pagamos nosotros con intereses.

Y la factura será muy diferente según quién gane la Casa Blanca. Obama es partidario de reformar el sistema financiero de arriba a abajo. De hecho considera que es la principal prioridad después de las elecciones. Por delante de la política fiscal, la sanitaria, la educativa o la migratoria. Y quiere hacerlo con el consenso de todos. Eso incluye a España.

McCain, aunque sea un disidente dentro de su propio partido, tiene las manos atadas por la ortodoxia republicana. Fue Ronald Reagan el padre de la revolución conservadora. Menos impuestos, menos regulación, menos gobierno.

Y aunque McCain y el propio Bush reconocen los fallos, es difícil que den un giro de 180 grados. De hecho, las propuestas fiscales del candidato republicano son más de lo mismo: rebajas de impuestos para los que más tienen. Y esa continuidad anticipa la misma receta con pequeñas variaciones en el resto de la política económica.

Gane quien gane, el reto es formidable. Pero la credibilidad y la iniciativa serán muy distintas si se trata de Obama o de McCain.

No es lo mismo tampoco para recomponer el mundo

Algo similar, o incluso más sangrante, sucede con la política exterior. Con mención especial para España. Nuestro país fue el primero en retirar las tropas de Irak. Fue el primero en advertir que la verdadera guerra contra el terrorismo islamista se libraba en Afganistán y no en la antigua Mesopotamia. Y que el desvío de recursos de uno a otro menguaba las posibilidades de victoria.

Nos costó la marginación de la administración Bush. Su política unilateral ha emponzoñado a todo el planeta. La amenaza nuclear de Irán y su factura en Líbano y Palestina, el desafío de Rusia en su patio trasero, el polvorín de Bolivia y Venezuela, la deriva de Corea del Norte, el precipicio pakistaní y la incógnita del gigante chino.

Y McCain no da pistas de que vaya a impulsar cambios radicales. Para empezar, apuesta por mantener las tropas en Irak hasta alcanzar la victoria. Sea cual sea su significado.

Obama quiere traerlas a casa antes de 16 meses y se opuso a la guerra desde el principio, cuando hacerlo era casi un suicidio político. Resalta su voluntad multilateral, su disposición al diálogo como primer paso en los conflictos internacionales y su mano tendida a los aliados. Algo de lo que no puede presumir McCain, que fue deliberadamente ambiguo sobre si se entrevistaría con Zapatero. Suponiendo que no lo confundiera con los zapatistas mejicanos.

Por no hablar de la visión de su candidata a la vicepresidencia. Las declaraciones de Sarah Palin sobre una guerra con Rusia ponían los pelos de punta. Los republicanos son tradicionalmente más agresivos y Bush ha apuntalado la tendencia. Tampoco hay que dar por sentado que Obama traiga un remanso de paz. Su número dos, Joe Biden, fue profético: "Antes de que pasen seis meses, el mundo pondrá a prueba el temple de Obama, como sucedió con Kennedy".

Evolución o retroceso en las costumbres y el medio ambiente

Los neoconservadores no han limitado su discurso a la economía y las relaciones exteriores. También han endurecido las posiciones con respecto al aborto, el matrimonio gay, la pena de muerte o incluso la tortura en Guantánamo o Abu Ghraib.

Es el precio que pagan por el respaldo de los fundamentalistas cristianos. Son los que aportan el número para ganar elecciones pero a cambio exigen una defensa de los valores más tradicionales.

Y esta defensa no se limita a sermones o consejos. La administración Bush ha utilizado su prerrogativa de nombrar a los jueces del Tribunal Supremo para colocar a sus espadas más reaccionarios y frenar legalmente todos los avances sociales.

Los republicanos también pagan un precio por el apoyo financiero que reciben de la industria petrolera y automovilística. Washington no ha ratificado el protocolo de Kyoto y la receta de McCain para resolver la dependencia energética pasa básicamente por perforar más pozos.

Muy distinta es la oferta de Obama. El demócrata quiere impulsar las energías renovables y los coches ecológicos. Aunque sólo fuera por esto, ya es bastante. Todos los seres humanos vamos en la misma nave espacial. Nuestra supervivencia a largo plazo depende de que frenemos la contaminación del aire, el emponzoñamiento de los mares y la destrucción de miles de especies cada año. Como en cualquier nave, el sistema es cerrado.