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El combate con la mar o "morir de pobre" en África

  • Un periodista francés se embarca en un cayuco con 38 subsaharianos
  • Dominique Molard graba la precaria travesía y habla con los inmigrantes
  • Destinos clandestinos, emitido por TVE, da cuenta de su desesperación
  • Y de cómo bodean la tragedia: "Achicar agua llega a ser un acto reflejo"

Por
Especial documental Destinos Clandestinos

"Volveré a intentarlo". "No quiero morir de pobre". Han perdido un "combate" --como llaman en África a la travesía clandestina hacia Europa--, pero no están dispuestos a dar por perdida la guerra.

Y pueden agradecer que están vivos al mismo periodista que recogió esas declaraciones, Dominique Mollard, quien avisó con su teléfono móvil a los servicios de rescate para que les socorrieran a él y 38 subsaharianos que se quedaron a la deriva en mitad del océano rumbo a las "Islas Afortunadas".

Destinos clandestinos, el documental que ha elaborado este francés, es el testimonio de una de esas huidas a la desesperada que emprenden tantos africanos. El periodista intentó contactar en el verano del 2006 con las redes de traficantes y, tras varios engaños, se embarcó al fin provisto de varias cámaras de vídeo dos años después.

En ese tiempo, 50.000 personas alcanzaron las costas españolas en embarcaciones como esa, pero al menos 4.500 murieron en el intento (sin contar los naufragios de los que no hubo noticia).

Algunos que ya lo han intentado si éxito le cuentan sus motivos: "Soy pobre, y lo digo hasta con orgullo, pero de una cosa estoy seguro: no quiero morir de pobre".

"Tengo que tomar ese riesgo. Conseguir un visado es casi imposible", se justifica Chela, congoleña de 26 años que se va a echar al mar con un bebé.

Mollard entra en la barcaza con ciertas garantías. Lleva un GPS y un teléfono con cobertura vía satélite. Pero desde su "camarote" junto a los capitanes, como él mismo llama con humor a sus escasos centímetros cuadrados, no se libra de los problemas cuando hay que cambiar un bidón y todos tienen que moverse y se dan pisotones.

Travesía imposible

El roce y la falta de sueño van haciendo la convivencia más difícil, pero no se trata de convivir sino de sobrevivir. Son 800 kilómetros de viaje, cinco días si todo va bien.

El cayuco está dividido en dos, "el ganado" en proa y "los jefes" en popa. "Los primeros quieren estar de pie para vomitar o estirar las piernas. Los segundos les quieren sentados, en parte para ver mejor y mucho porque son los jefes", cuenta el ex corresponsal en España de la agencia AP.

Desde el primer momento la barca tiene una vía de agua. "Achicar el agua llega a ser un acto reflejo. Cada vez entra más, pero no preguntamos. Achicamos como máquinas".

El mayor problema viene con el agua, pero la que está dentro de un bidón de gasolina adulterada. que provoca la avería del primer motor. Durante la tercera noche, falla el de repuesto y todavía están muy lejos del destino. Encienden las bengalas para pedir auxilio a un carguero que pasa cerca, pero pasa de largo.

Se acabó. Mollard llama a Salvamento Marítimo de Las Palmas. En una difícil maniobra, un petrolero al que dan el aviso les rescata. Unas horas después llega una lancha de los guardacostas, sin bandera. Los inmigrantes creen así que van a ser conducidos a España y no se resisten. Pero volverán a África.

Chela no se da por vencida y se queda en Marruecos para esperar otra oportunidad. "Volveré a intentarlo", dice al periodista.