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El agujero negro que devora nuestra galaxia, captado en ondas distintas

  • Sagitario A ha sido captado en ondas infrarrojas ysubmilimétricas
  • Dos telescopios ubicados en Chile han logrado captar sus fulguraciones
  • Tiene una masa cuatro millones superior a la del Sol y está en el centro de la Vía Láctea
  • El gas y el polvo dificulta que se obserbe pese a estar a 26.000 años luz de la Tierra

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Justo en el centro de nuestra galaxia, a 26.000 años luz de la Tierra, un agujero negro cuatro millones de veces mayor del Sol devora la materia que hay a su alrededor con una gran voracidad. Su nombre es Sagitario A y es un gran desconocido...hasta ahora.

Un equipo internacional de científicos, entre los que se encuentran investigadores del Instituto de Astrofísica de Andalucía del CSIC, ha conseguido detectar intensos destellos de nubes desgarradas por el apetito devorador del agujero.

Además, lo ha hecho con dos telescopios distintos situados en Chile, VLT y APEX, que captan ondas infrarrojas y submilimétricas respectivamente, en lo que es la primera ocasión que se obtienen datos de una fulguración con estos instrumentos de forma simultánea.

Difícil coordinación

"Como no se puede prever cuándo ocurrirán estas fulguraciones, no es fácil observarlas con dos telescopios que no estén en el mismo lugar, porque una simple nube podría tapar la región del cielo que interesa", detalla Rainer Schödel, del Instituto de Astrofísica, que ha participado en el estudio.

Tras varias noches, los encargados del telescopio infrarrojo vio cómo el agujero se activaba y que su brillo aumentaba cada minuto. De forma inmediata, avisaron a sus compañeros del telescopio submilimétrico, que empezaron a tener datos hora y media después.

La razón de este retraso es el movimiento de las nubes al caer por el agujero. Al precipitarse, se estiran, aumentan de tamaño y se vuelven más transparentes, lo que hace que la radiación pueda viajar a través de ella, primero en onda corta (infrarroja) y luego más larga (submilimétrica).

Desgarramiento

Aunque fue descubierto en 2002 por un equipo internacional liderado precisamente por Rainer Schödel, en aquel momento investigador del Instituto Max Planck para Física Extraterrestre, es complicado observarlo por las enormes cantidades de gas y polvo que hay en el centro de la Vía Láctea.

En realidad, lo que se divisa son las fulguraciones que produce el desgarramiento de las nubes de gas que giran a gran velocidad alrededor del agujero antes de caer en él.  

Sin embargo, el gas y el polvo provocan que la radiación de onda visible que emiten los objetos que son devorados se extinga por el camino, de forma que se acude a las frecuencias del espectro capaces de traspasar ese velo.