El robo de niños del franquismo fue peor que el de Argentina, según Garzón
- El juez dedica buena parte de su último auto a denunciar el "sistemático" robo de niños
- El magistrado cree que el Estado dio amparo legal a una reeducación forzosa de rojos
- Es uno de los capítulos más oscuros de la dictadura, que denunció el Consejo de Europa
- Los historiadores comparan los hechos con el nazismo y las dictaduras latinoamericanas
- El magistrado pide investigarlo tras dejar su causa por las desapariciones del franquismo
En el escrito en el que Garzón justifica el abandono de su instrucción sobre el franquismo, Garzón ha aprovechado para sacar a la luz uno de los capítulos más oscuros de la dictadura: el robo de los niños de las presas rojas. Como lo que pasó después en Argentina, pero peor, señalan los expertos y el propio juez en su auto.
Garzón dice que en los prolegómenos de su fallida instrucción ha encontrado documentos que permiten arrojar luz ahora sobre unos episodios "que durante 60 años no han sido objeto de la más mínima investigación" y que ocurrieron "a pesar de que a los ciudadanos les pueda parecer inversosímil".
El juez concluye que las autoridades franquistas podrían haber desarrollado un plan "sistemático, preconcebido y con verdadera voluntad criminal" para el "robo" de menores hijos de madres republicanas muertas, presas, ejecutadas, exiliadas o simplemente desaparecidas entre 1937 y 1950, a los que luego se les cambiaba el apellido "para permitir su adopción por familias adictas al régimen".
Los hechos ocurrían sobre todo en la España rural, según los investigadores que cita el juez, Ricard Vinyes, Montse Armengoa y Ricardo Belis, autores de "Los niños perdidos perdidos del franquismo" (Plaza & Janés, 2002). Los pequeños eran separados de sus madres "al amparo del Patronato de Nuestra Señora de la Merced", que en el año 1943 tutelaba a más de 12.000 niños, ha explicado a Radio Nacional otro historiador que ha estudiado el caso, Julián Casanova.
"La mayoría de las niñas eran internadas en un convento porquen quería purificarlas del contacto con sus madres rojas", según el catedrático de la Universidad de Zaragoza.
Denuncia internacional
"El régimen franquista invocaba la protección de menores (...) pero los niños tenían que expiar los pecados de su padre". "Frecuentemente eran separados de los demás y sometidos a malos tratos físicos y psicológicos", apuntó el Consejo de Europa en su declaración de condena del franquismo en el 2006.
Los historiadores establecen varias analogías con el nazismo, por cuanto esas instituciones se inspiraban en algunas de la Alemania hitleriana, donde también se formó el psiquiatra Antonio Vallejo-Nágera, quien justificó en España el plan de separar a los "hijos de los débiles marxistas".
Pero el propio Garzón, especialista en la represión de las dictaduras latinoamericanas, encuentra allí un referente más natural, y va más allá. En España, dice el magistrado, "el sistema fue desarrollado bajo la cobertura de una aparente legalidad, al contrario de lo que décadas después ocurriría en Argentina entre los años 1976 y 1983".
"Bajo todo un entramado de normas legales, pudo haber propiciado la pérdida de identidad de miles de niños en la década de los años 40, situación que, en gran medida, podría haberse prolongado hasta hoy", señala en la página 21 del auto, donde luego dedica un tercio del mismo (págs. 50 a 75) a desarrollar su argumentación.
El catedrático Casanova también matiza que en Argentina era "mucho más excepcional", y pone algunos ejemplos "tremendos" de lo que ocurrió en España. Por ejemplo, en la cárcel de Torrero (Zaragoza) donde los carceleros arrancaban de los brazos a las "hijitas" de las presas, según el estremecedor relato del diario del capellán de la época, Gumersindo de Estella.
O el de Amparo Barañón, la compañera del escritor Ramón J. Sender, proveniente de una familia católica, que al estallar la guerra se fue a Zamora pensando que estaría más segura. Al contrario, fue delatada por su cuñado, y antes de enfrentarse a su verdugo, un antiguo pretendiente, escribió a Sender: "No perdones a mis asesinos que me han robado a Andreína", su pequeña de seis meses.