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Análisis: ¿Recuperar Gaza? Ni locos, pero entonces para qué

  • Israel se lanza a una guerra en la que la victoria no se medirá en el campo de batalla sino en las urnas el 20 de febrero
  • La guerra se lanza oficialmente contra  Hamás, pero sus líderes están escondidos y no son alcanzados por los aviones

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Cuando el sonido de los aviones israelíes rompe el cielo de Gaza sus apiñados habitantes no tienen dónde huir. Las casas, los colegios, las tiendas, los hospitales, las prisiones y las comisarías se amontonan en los campos de refugiados.

Los objetivos militares marcados en los planos que reciben los pilotos de caza judíos se encuentran pegados a tu casa o en el piso de arriba, no puedes escapar al campo o a las montañas.

En las imágenes que llegan del Congo se muestran riadas de refugiados cargando a sus hijos y sus escasas pertenencias, escapando a zonas más seguras, adentrándose en los bosques donde las explosiones o los soldados no puedan llegar.

En la pequeña Franja de Gaza los refugiados ya están dentro, las fronteras están selladas, sólo pueden esperar y rezar para que la bomba caiga cerca, pero no encima. Civiles, policías, milicianos de Hamás, todos se hacinan en el territorio más poblado del mundo por kilómetro cuadrado. Las imágenes que llegan son las de familias corriendo de un lugar a otro sin saber dónde refugiarse. No hay espacio para huir.

Los foros israelíes más activos se jactan de la precisión de los ataques aéreos de la operación "Plomo sólido": 51 civiles muertos sobre más de 300 son consideradas bajas inevitables. La proporción es "razonable".

¿Para qué?

La razón esgrimida oficialmente para el castigo aéreo sobre Gaza es acabar con los cohetes lanzados desde el territorio palestino que aterrorizan a los habitantes del sur de Israel y doblegar a Hamás. Las embajadas israelíes en todo el mundo repiten este mensaje, pero los líderes de Hamás se encuentran escondidos y difícilmente pueden ser alcanzados por una bomba aérea.

El ministro de defensa israelí, Ehud Barak, aseguraba en una televisión norteamericana que el objetivo es "cambiar completamente las normas del juego".

Israel llama a 6.500 de sus reservistas, alinea tanques, tropas y bulldozers en las fronteras con Gaza mientras prosiguen los masivos ataques aéreos, sin precedentes desde 1967. Entrará con tanques y escavadoras, destruirá lo que consideren objetivos y volverán a marcharse, quedarse nunca. Pero se trata de una guerra en toda regla.

Israel ha aprendido la lección, sabe que recuperar y mantener Gaza supone meter sus tropas en un avispero más duro que el de Afganistán y que volverían las imágenes de niños enfrentándose a tanques. Imágenes que ahora están bajo control al no dejar entrar a la prensa mundial en las zonas atacadas. Pero también recuerda la equivocación cometida en la última guerra en el Líbano en el que la fió todo a la aviación y salió con las orejas gachas.

Los analistas internacionales se preguntan sobre las razones detrás de este ataque masivo y no parece casual que estemos ante unas elecciones que se celebrarán el próximo mes de febrero y en el que el jefe de la oposición, el halcón del Likud Benjamin Netanyahu, tiene altas posibilidades de ganar.

El tercero en las encuestas, tras Netanyahu y la ministra de Exteriores, Tzipi Livni, es precisamente el líder de esta operación, el ministro de Defensa, el laborista Ehud Barak. Este general aparece ahora como un duro

entre los duros dispuesto a doblegar a Hamás al precio que sea, con lo que aumenta sus posibilidades electorales.

Algunas informaciones hablan ya de que la ofensiva comenzó a prepararse en noviembre sobre una Franja agotada por el bloqueo de víveres y ayuda humanitaria.

También es un buen momento, con el presidente electo americano de vacaciones en Hawai y negándose a dar una opinión sobre el ataque, para demostrar a la nueva Casa Blanca que los experimentos en Oriente Medio se hacen con gaseosa.

La guerra ha comenzado, pero es difícil saber qué significará victoria y qué derrota. Los muertos palestinos sí lo saben.