El otro lado de la Casa Blanca
- El nuevo presidente electo de EE.UU. tendrá lujos como sala de cine o una pista de bolos
- Además, contará con cinco chefs, pero los ingredientes saldrán del bolsillo de los Obama
- Las hijas del ex senador por Illinois no podrán colgar posters en sus habitaciones
- Su esposa contará con un equipo compuesto por 20 asesores para planificar su día a día
- Sigue en directo la investidura de Barack Obama en RTVE.es el próximo día 20 de enero
Existe el síndrome de la Moncloa y existe el síndrome de la Casa Blanca. Harry Truman y Bill Clinton decían con retranca que es la joya de la corona del sistema penal. Sus ventajas, y son muchas, pueden acabar aislando al presidente de Estados Unidos y hacer que se sienta en una jaula de oro. Obama ya ha recibido un aperitivo. Tendrá que deshacerse de su Blackberry. Todas la comunicaciones del presidente pueden ser públicas. Demasiado riesgo. Aunque se resista, tiene la batalla perdida de antemano.
Pero están las compensaciones. Hay una sala de cine con 40 butacas y carro de palomitas. La Motion Picture Association of America suministra los últimos estrenos. Barack Obama ya no tendrá que conducir hasta el gimnasio como hacía en Chicago. Hay una sala perfectamente equipada en la Casa Blanca y cuando el presidente viaja, le llevan su máquina favorita a la suite del hotel.
También podrá ejercitar su afición al basket. Tiene una cancha a dos pasos del Salón Oval. Más. Piscina climatizada por paneles solares, escondida tras los árboles; jacuzzi; pista de tenis que data de Teddy Roosevelt -muy solicitada-; pista de jogging de 400 metros e incluso green de golf. Con Bush, era el lugar favorito de sus perros, Barney y Miss Beazley. No acaba aquí la lista. Truman instaló una sala de bolos en el sótano y hay una mesa de billar en la segunda planta, en el cuarto de juegos.
No sólo de pan vive el presidente
Hay cinco chefs que trabajan en la cocina de la planta baja. Su jefe consulta diariamente con la primera Dama para elaborar los menús. La factura de los ingredientes la pagará la familia Obama. Si se trata de cenas de Estado, es el departamento de Estado quien corre con los gastos y en el caso de fiestas, el partido Demócrata. La familia tiene su propia cocina para tentempiés, al lado del comedor de la segunda planta.
Los dos Bush han mostrado poco interés gastronómico. George W. ha sido poco aficionado a visitar los restaurantes de los alrededores. Como mucho, la cocina Tex-Mex del Cactus Cantina. Clinton tenía un gusto más variado. Apreciaba la gastronomía italiana y sentía fascinación por la comida india.El Bombay Club es la prueba.
Obama promete seguir la estela. Celebró su aniversario de boda en el MacArthur¿s, uno de los mejores restaurantes italianos del país según la revista Esquire. También le va la cocina mejicana: le encanta el Topolobampo y su plato favorito es el chili. Pero la piedra de toque es que le gusta el vino.
En su casa de Hyde Park tiene una bodega con capacidad para mil botellas. Todo un cambio que no se veía desde Kennedy, y quizás incluso desde Jefferson, el presidente enólogo. Una cosa no va sin la otra. Obama pasa de la cerveza, aunque la ha tragado en campaña. Pero también es cierto que si no se lo recuerdan, se olvida de comer.
Las muchas tareas de la primera Dama
Michelle tendrá ayuda. La Casa Blanca contará esta vez con primera Suegra, Marian Robinson. Hay espacio de sobra: 132 habitaciones. El problema es decidir. Por ejemplo, Michelle tendrá que escoger entre los 40.000 muebles y piezas de decoración que hay expuestos o almacenados. Es sólo el principio. Lo fundamental es mantener la educación que ha dado a sus hijas, Sasha y Malia. Tratar de que lleven una vida lo más normal posible.
Y hay desencantos anunciados. Las niñas no podrán colgar en su cuarto el póster de los Jonas Brothers. Como mucho, pegarlo con celo. Lo que es seguro es que Sasha y Malia pasearán al perro que han ganado, recogerán sus juguetes y ordenarán su habitación. Y si se acuestan tarde, como el día de la victoria electoral, irán al colegio a la misma hora.
Michelle tendrá un equipo de 20 personas para asesorarla en sus tareas oficiales, amen de otras 100 que integran el servicio de la Casa Blanca, desde floristas a calígrafas. El tiempo que le dejen libre sus hijas quiere dedicarlo a promover la conciliación laboral y familiar en el país y el voluntariado. Y no serán muchas horas. Tiene que planificar el calendario social, desde orquestar las cenas formales para congresistas, gobernadores y cuerpo diplomático a las firmas de leyes en el Ala Este. Amén de empezar ya a pensar en las Navidades.
La pompa del poder
Un destacamento de cuatro marines, de punta en blanco, hace guardia a las puertas del Ala Oeste siempre que el presidente está en casa. Van desarmados. Es protocolo y pompa. De la seguridad se encarga el Servicio Secreto.
Seis taquígrafos registran cada palabra que pronuncia el presidente en público y a veces en privado. Son los que elaboran las transcripciones que se cuelgan en la web de la Casa Blanca y que alimentan a los periodistas de medio mundo.
Los Obama tampoco tendrá que preocuparse del transporte. Tiene a su disposición permanente dos Boeing 747, los famosos Air Force One. Son sólo lo más grande de la flota, que incluye 757, Gulfstream III y unos 30 helicópteros que sirven como Marine One.
Camp David es algo más que un tratado
Es el vehículo ideal para escaparse a Camp David. "De todas las cosas de la presidencia, es lo que más me gusta", decía Ronald Reagan. Debe serlo. Bush ha pasado allí 500 días. Un total de año y medio durante sus dos mandatos. Es un complejo de casi 60 hectáreas, dotado de cabañas lujosamente equipadas, en el bosque del Catoctin Mountain Park, en el vecino estado de Maryland. Está a poco más de 100 kilómetros, media hora de vuelo en el Marine One.
La Agencia de Comunicaciones de la Casa Blanca se encarga de que el presidente hable con quien desee, no importa dónde esté. Y en la Sala de Situación, el cuarto de guerra, la comunicación es por videoconferencia. En caso de amenaza inmediata, la familia Obama será conducida al Centro de Operaciones de Emergencia Presidencial. Un búnker subterráneo capaz de soportar un impacto nuclear. Allí se llevaron al vicepresidente Dick Cheney cuando cayó la segunda torre el 11 de septiembre.