Cuando la desesperación se convierte en rutina
- Farag y Yolanda componen una de las 827.000 familias con todos sus miembros en paro
- Él perdió su último empleo en octubre de 2007; ella hace ahora ocho meses
- Tienen una hipoteca de 1.100 euros y su paga del paro no cubre gastos
- No han querido contarle la situación que atraviesa a su hija de ocho años
- Se han trasladado a vivir con la madre de Yolanda, para alquilar el piso
- Sopesan marcharse a vivir a Alemania, en busca de un futuro mejor
- Los profesionales de alta cualificación, las nuevas víctimas del paro
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"No puedo más. Son demasiados gastos. Lo he hablado con mi mujer y estoy dispuesto a dejar que el banco me embargue el piso". Farag Fathy y Yolanda García forman una de las 827.200 familias españolas con todos sus miembros en paro. A su cargo, una niña de ocho años y una hipoteca de 1.100 euros. En su haber, una exigua paga del paro -712 euros la de él, 390 la de ella- que pronto dejarán de recibir.
Farag perdió su último empleo en octubre de 2007; Yolanda hace ahora ocho meses. "Nunca pensé que iba a estar en esta situación, llevaba seis años trabajando y no me imaginé firmar una carta de despido de un día a otro", confiesa este de hombre de origen egipcio y cuyo último empleo fue de transportista y limpiador de retretes portátiles. Antes, ya se había enfundado el uniforme de camarero o reponedor en un supermercado.
Casados desde 1992, hace tres años se decidieron a comprar un pequeño piso en el madrileño municipio de Móstoles. De los de 186.000 euros que les costó el inmueble de poco más de 60 m2, llevan pagados cerca de 75.000. La letra de la hipoteca -1.100 euros- llega puntualmente cada mes. Y es que "los bancos, son bancos, no se casan con nadie" -dice Yolanda- "y poco les importa que no encontremos trabajo".
"No le hemos contado nada a la niña"
La primera medida de emergencia que han tomado ha sido dejar su piso para ir a vivir con la madre de Yolanda. Pusieron su casa en alquiler y durante cinco meses han tenido un ingreso extra para seguir tirando. "Pero, ahora, los inquilinos se han marchado del piso y no hay forma de alquilarlo. Esa renta nos ayudaba a respirar", reconoce resignada esta mujer de 38 años, que ha tenido innumerables trabajos como dependienta, esteticista, cuidadora en las rutas escolares o artista gráfica.
"A la niña no le hemos explicado lo que está pasando. No sabe que ninguno de los dos tenemos trabajo. Sólo le dijimos que nos íbamos a vivir a casa de la abuela, y ella contenta porque se llevan muy bien", explica esta madre, preocupada y avergonzada por no poder comprarle "ni un chicle", cuando sale de paseo con la menor
"Esta situación afecta psicológicamente a la niña. Porque ellos no son tontos, todo les afecta, incluso en la forma de ser y termina siendo un problema cuando se hacen mayores", advierte Farag.
Los únicos horarios de esta familia son ahora los de la pequeña Noor -que "significa Luz en árabe", dice Farag-. "A las 9 voy a llevarla al cole, a las 12.30 a recogerla. Luego, igual por la tarde. Así una y otra vez, sin más tarea que ésa", dice Yolanda. Cuando fue despedida de su último trabajo, como promotora en un gran centro comercial, cayó en una depresión. No asumía, que tanto su marido, como ella estaban en paro. "En este tiempo no he tenido fuerzas de buscar trabajo, he preferido dedicarme a mi hija y recuperarme de la depresión. Pero tengo amigas que han llegado a repartir 100 currículos al día y nadie, nadie les ha llamado", asegura. Próximo destino, Alemania
Pasan los meses y la situación se vuelve insostenible. Farag, el más activo e informado de la familia, está dispuesto a tomar medidas drásticas. "Yo ya no busco trabajo en España, es un mercado laboral demasiado débil. Trabajas un mes y al siguiente estás de nuevo en el paro", sostiene, harto de "el despotismo del patrón, que nos trata como esclavos".
"Él es el que tira más de mí", reconoce Yolanda. "Ella se refugia en sus problemas, pero yo no. Vengo de otro mundo, de otra educación y me da igual lo que pase. Yo tengo que tirar para adelante", la interrumpe él. Quizás sea esa valentía de Farag la que le haga estar pensando en salir de España buscando un futuro para su familia. "Pensamos irnos a Alemania, allí tampoco tenemos nada. Hay que buscar, como aquí. Pero yo ya viví allí, conozco sus leyes y son más proteccionistas con los desempleados", afirma Farag.
Tiene pensado ir solo, buscar trabajo y trasladar luego al resto de la familia. Una decisión desesperada pero "la única viable, hoy por hoy". La madre de Yolanda, Rafaela Cámara, respeta esta decisión, aunque le pesa vivir lejos de su nieta. "Si allí van a tener una solución y van a vivir mejor... Hombre, me dolería mucho, porque nos veríamos muy de tarde en tarde, pero si van a vivir mejor, pues bendita sea la hora", asegura.
Yolanda cree que la suerte, aunque parezca lo contrario, no les da del todo la espalda. Sólo así puede explicar que hace un mes fuera agraciada con un cheque regalo del Ayuntamiento de Móstoles, por un importe de 6.000 euros, para gastar en los comercios de la zona. "No es dinero en efectivo, habríamos arreglado más cosas si fuera así", dice Farag. Yolanda le corrige: "Hombre, hemos podido comprar muchas cosas: llenar la nevera, comprar ropa e incluso regalos de Reyes atrasados".
Yolanda y Farag ven su situación insostenible, pero no por ello dejan de luchar buscando una salida. "¿Mi prioridad?", se pregunta Yolanda. "Mi prioridad es vivir mejor, porque ya he vivido mal todo este tiempo, ya me toca vivir mejor", dice, sin mucha convicción, Yolanda. "La vida está llena de rachas buenas y malas. Ahora estamos atravesando una mala, pero hay que vivirla. No debemos escapar de ella, ya vendrán tiempos mejores", sentencia Farag.