El voto de 'calidad' de Álava equilibra la balanza
- El voto de un alavés vale lo mismo que el de cuatro vizcaínos
- Esta circunstancia hace que el PSE pueda superar al PNV en escaños
- Vizcaya es el feudo peneuvista y Álava la provincia más constitucionalista
- Ante este equilibrio, lo que haga Guipúzcoa puede ser decisivo
- El voto nulo y la fragmentación del nacionalismo serán claves en esta provincia
- Más información, en nuestro especial
El voto de un alavés vale dos veces más que el de un guipuzcoano y cuatro veces más que el de un vizcaíno. Ésta es la consecuencia directa del reparto proporcional de escaños del parlamento vasco, decidido en los inicios de la autonomía vasca para integrar a la provincia tradicionalmente más reacia al nacionalismo en Euskadi.
Sin embargo, ese gesto -complementado con la decisión de que Vitoria fuese la capital de la comunidad autónoma- puede provocar que el candidato más votado en las elecciones de este domingo no sea el que logre más escaños en la cámara autonómica.
Vizcaya versus Álava
De hecho, ya existe un precedente. En las elecciones de 1986 los socialistas consiguieron dos escaños más que el PNV pese a que tenían menos votos totales que los nacionalistas vascos. La respuesta: que mientras en Vizcaya el nacionalismo vasco fue el partido mayoritario, en Álava lo fueron los socialistas, que consiguieron los mismos escaños con muchos menos votos.
Según apuntan las encuestas, el 1 de marzo puede dibujarse un panorama muy similar. De media, los socialistas sacan entre uno o dos escaños al PNV en Álava, mientras el PNV les adelanta por dos o tres en Vizcaya.
Así las cosas, el escenario de empate en escaños no se corresponde con la intención de voto de uno y otro partido, que están separados por unos cinco puntos de promedio en los diferentes estudios demoscópicos.
Por este motivo, no es extraño que el candidato Ibarretxe se haya empeñado en subrayar que debería formar gobierno la fuerza más votada y que haya hecho especial esfuerzo en subrayar sus orígenes alaveses (es de la localidad de Llodio).
El puzzle guipuzcoano
Esta compensación de fuerzas supone también, de rebote, realzar la importancia de la tercera provincia en liza, Guipúzcoa, donde los sondeos no se ponen de acuerdo en si ganarán los socialistas o los peneuvistas.
Este dato puede ser crucial, ya que si el PSE saca un escaño de ventaja podría empatar o incluso superar al PNV en asientos, mientras que si vence Ibarretxe ampliaría de forma decisiva su ventaja.
En este sentido, el destino último de la victoria en esta provincia y, por ampliación, de las elecciones puede estar en manos de lo que hagan los votantes de la izquierda abertzale, ya que es en esta provincia donde los partidarios de Batasuna tienen más presencia.
Para demostrarlo, sólo un dato: mientras en Álava y Vizcaya el porcentaje de voto nulo -la opción defendida por la plataforma D3M tras anular el Supremo sus listas- se sitúa en torno al 8% en la encuesta del Gobierno vasco, en tierras guipuzcoanas llega al 15%.
"Si el 25% de los votantes de la izquierda abertzale vota a Ibarretxe, gana Ibarretxe", vaticinaba el catedrático de Sociología de la Universidad de Deusto, Javier Elzo, en declaraciones a RTVE.es.
Minoritarios a la gresca
Si fuera poco, al efecto imprevisto que puede tener la irrupción del voto oculto abertzale, Eusko Alkartasuna, que tiene una importante implantación en esta provincia, está enfrentada en Guipúzcoa a la dirección, lo que podría provocar otra emigración imprevista de voto.
No sería el único corrimiento de tierras que podría provocar auténticos terremotos en los partidos pequeños. En Vizcaya el auge del PNV y el crecimiento del PSE se podría cobrar dos víctimas indirectas, los líderes de EA y Ezker Batua, Unai Ziarreta y Javier Madrazo, que podrían quedarse fuera del parlamento.
Mientras tanto, el PP se juega un resultado digno en Álava, su principal bastión electoral, donde la irrupción de UPyD podría hacerle mucho daño.
Todo sin contar con Aralar, cuyo posible ascenso puede inclinar la balanza en favor del bloque nacionalista, con el consiguiente suspiro de alivio para Ibarretxe.